Familia y escuela Capítulo 231: La estética natural, el regreso al origen
De acuerdo con algunas definiciones, la estética es “…la rama de la filosofía que estudia la esencia y la percepción de la belleza… indaga en el concepto de lo bello y analiza los factores que intervienen en la percepción humana para calificar algo como bonito o feo”
El apreciar las características físicas de algun objeto, obra, paisaje, indumentaria, edificio, escultura o producción audiovisual y hasta al ser humano y, como fruto de esa observación, percibir y tener una sensación agradable y de gozo estético, ha sido una de las acciones que, de manera espontánea o dirigida, han existido desde tiempos remotos.
El desarrollo y evolución social, los adelantos científicos y las formas virtuales que han acelerado el mundo de las comunicaciones, han traído cambios en las formas en que se desarrolla y fomenta la apreciación estética, la que, unida a los intereses creados por la mercadotecnia y el consumismo, la ha transformado en un fenómeno que se ha ido alejando de sus principios originales.
El ritmo tan vertiginoso y frenético con el que vivimos día con día, aunado a las diversas necesidades impuestas por la sociedad del conocimiento, en la cual se tiene contacto con las diferentes realidades solamente a través de la pantalla de un aparato, ha provocado que se tenga contacto visual virtual con el mundo que nos rodea, incluyendo a las personas, alejándonos del contacto físico y personal.
La belleza, al adecuarse al mundo material y de consumo, ha sido rehén de los estereotipos impuestos de manera comercial, encasillándola en polos opuestos, que poco reflejan las diversas cualidades que verdaderamente poseen los diversos objetos o personas; se ha simplificado a una mera observación y determinación entre: bonito o feo, blanco o negro, viejo o joven, rico o pobre, dentro de la moda o pasado de ella; en fin, una sola mirada ofrece el prejuicio estético hacia una aceptación o negación de inclusión social.
La belleza física en las personas es otro de los estereotipos y rehenes de estos prejuicios que, mediante la escuela de las actitudes sociales, se fomentan y se aprenden rápidamente: “…no se puede ser cantante solamente con una voz extraordinaria, se debe, además, como requisito indispensable, tener un rostro y cuerpo bonito” “…por fortuna el bebé nació bonito, está güerito” y otras muestras de expresiones hacia los demás.
Es cierto, el impacto visual del físico de algo o alguien, es lo primero que apreciamos, pero esto no quiere decir que sean todas las cualidades que se pueden apreciar, por lo que quedarnos con esa sola etiqueta implicaría calificar a priori a alguien como bonito o bonita, feo o fea y al tiempo de conocer más sobre la persona, darnos cuenta de la pobreza o riqueza de espíritu, valores, virtudes, acciones, actitudes y toda una serie de características que transforman radicalmente la primera impresión.
Por otro lado, las formas en que se han determinado los estereotipos de belleza, nos han llevado a darle valor a cosas artificiales, fruto de la tecnología, la creatividad y las impresionantes creaciones audiovisuales, que han abierto un nuevo campo de apreciación estética; sin embargo, han relegado la apreciación estética de los elementos originarios y naturales.
Rescatar a estos elementos mediante su fomento en situaciones de enseñanza desde familias, escuelas y medios de comunicación, es un imperativo que debe ponerse en acción, otorgándole importancia a las cosas sencillas que la propia naturaleza, desde su origen, nos ofrece.
Apreciar la belleza natural implica un retorno al origen de los valores estéticos, observando las formas caprichosas que se dibujan en las nubes, las maravillosas flores, con sus colores y la simetría de sus hojas; el canto y el vuelo de las aves, las tonalidades del cielo en su inicio y final del día; el descubrir, a pesar de la luminosidad de las ciudades, diferentes estrellas y el conejo que habita la luna; la oportunidad de sentir en el rostro el viento y la lluvia; la frescura y el canto de ríos, lagos y mares; en fin, toda la gama de bellezas que la naturaleza nos brinda.
Decía Hermann Hesse: “La mitad de la belleza depende del paisaje; y la otra mitad de la persona que la mira. . . Los más brillantes amaneceres; los más románticos atardeceres; ... los paraísos más increíbles; se pueden encontrar siempre en el rostro de las personas queridas.”
Volver al origen, rescatando y enseñando la apreciación de la estética natural implica la coexistencia y adaptación de ésta, a la par de las nuevas formas de belleza que se van manifestando.
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