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Familia y escuela Capítulo 227: Apariencia física y autoestima sana

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Agosto 14, 2024 03:00 a.m.

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La conformación de la personalidad de cada individuo es una tarea que se ejecuta a lo largo de la vida, mediante adiciones, cambios, correcciones y siempre en constantes situaciones de aprendizaje de las formas de ser, actuar y auto valorarse.

Desde luego que al hablar de la conformación de todas las dimensiones que integran al ser humano, el lograr una autoestima sana y equilibrada ha sido uno de los elementos que ha ayudado a que se vayan concretando las diferentes formas de personalidad individual en la sociedad.

Uno de los factores que ha influido poderosamente para la conformación de un equilibrio o desequilibrio emocional en la estima que cada quien genera hacia su persona, sin duda es la apariencia física que se posee.

Resulta dramático darnos cuenta cómo se han ido implantando parámetros de las tipologías físicas y estéticas que son aceptadas socialmente y por consiguiente sus opuestos; es decir, lo bonito de lo feo, lo blanco de lo negro, lo delgado de lo obeso; las figuras y estaturas estilizadas, finas o poderosas de las débiles; los rostros y perfiles dignos de apreciarse diferenciados de los “sin rostro”; los de cultura, costumbres y civilizaciones más adelantadas de los marginales; los de cuerpo, capacidades y habilidades “completas” de los poseedores de capacidades diferentes.

Desde luego que aparejado con lo anterior, se establecen todas las condiciones para perseguir y modificar las condiciones físicas de las personas, bien sea mediante intervenciones quirúrgicas corporales, hasta intervenciones virtuales con la manipulación de imágenes vertidas en todos los celulares, aplicaciones y plataformas, en dos o tres dimensiones y en realidades paralelas en otros universos.

Claro está que estos estereotipos surgen mediante una educación social que nos lleva a etiquetar al “otro” u “otra” con base en que lo primero que tenemos a la vista de los demás, antes de interactuar con ellos, es precisamente el prejuicio de su apariencia física; posteriormente, al convivir o relacionarnos con ellos, van apareciendo otras cualidades “internas” como formas de pensar, actuar, así como proyecciones y fomento de valores con los que se comulga, incluso, pueden llegar a modificar, en ocasiones radicalmente, la primera percepción física que se tuvo de ellos; mientras tanto, la etiqueta de la primera visión permanece e impacta en la estima de quien la recibe.

En efecto, lo primero que ejerce una influencia en la estima personal es la forma en que los demás nos visualizan, aceptan o rechazan, lo que genera altibajos en la autopercepción, provocando en algunos una sobrevaloración, pedantería y soberbia; en otros, un equilibrio con una estima sana conscientes de lo que son, con virtudes, fortalezas y debilidades; para los demás, genera una estima baja, con inseguridades y falta de confianza en sí mismos.

Si bien es cierto que la primera impresión visual que se tiene de los demás es la carta de presentación y posterior reflejo en forma de aceptación o no, determinando en buena medida la autoestima, también lo es que, resulta el espacio ideal en donde la educación integral tiene que hacer un trabajo para desmitificar los estereotipos creados como única manera de parecer aceptables y agradables.

El compararnos contra un tipo físico de personas “de plástico” que aparecen a todas horas y momentos en series, novelas, películas, campañas publicitarias y demás programación; difundidos por los diferentes medios masivos de comunicación incluidos la televisión, carteles impresos establecidos por las calles de las ciudades y toda la amplia gama de formas virtuales por redes sociales, plataformas y aplicaciones en internet, sería francamente frustante, sin embargo hay quien compra esa idea y hacen todo lo posible por parecerse a esos personajes.

La educación integral debe promover la autoestima sana fomentando la aceptación de las características personales, recordemos que esta forma de autoestima es entendida como aquella que favorece el bienestar y el buen funcionamiento psicosocial de las personas, quienes se valoran de forma objetiva y realista, aceptándose tal y como son, generando con ello, sentimientos positivos hacia sí mismas, permitiendo reconocer sus fortalezas y limitaciones; consiste, además, en aceptarse y quererse, teniendo un sentimiento equilibrado de capacidad y valía personal, asumiendo el derecho a llevar una vida satisfactoria.

Es cierto, la primera impresión es la visual, sin embargo, nos asombraríamos al conocer que no todos rechazan de manera directa a quienes no tienen el aspecto estereotipado aceptado e impuesto socialmente; para ello, independientemente de su aspecto físico, tenemos a quienes les parece agradable a los que sonríen y miran de manera franca y transparente; a los que su forma de hablar y caminar refleja seguridad y confianza; a aquellos que muestran una educación de inclusión, respeto, solidaridad y apoyo hacia los demás; a los que prefieren la conciliación que la violencia espontánea.

Es un gran reto para todos aquellos que educamos y formamos desde el hogar, escuela, medios de comunicación y en general en todos los grupos que interaccionamos socialmente el fomentar la aceptación, como parte de la personalidad de cada individuo, el vivir emocionalmente equilibrado mediante un estilo de vida mediado por una autoestima sana.

“A final de cuentas, si observamos detenidamente, todos tenemos algo valioso que apreciar y ofrecer; la clave está en educar para reconocerlo en sí mismo y en los demás”

Comentarios: gibarra@uaslp.mx