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Familia y escuela Capítulo 232: Ortodoxo y heterodoxo; la otra mirada.

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Septiembre 18, 2024 03:00 a.m.

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Tal parece que el devenir social, caracterizado como ese cúmulo de acciones que se realizan en cada grupo de personas, así como todas sus actividades y relaciones que los caracterizan, tanto de tipo laboral, educativo, recreativo y hasta familiar, están direccionadas desde normas y reglas que en búsqueda del bien común, se establecen y reproducen en cada hogar, escuela y medios de comunicación.

Desde luego que dichas reglas, al estar encaminadas hacia un fin tan loable, dificilmente son cuestionadas; es más, quien las trasgrede, es tachado de desadaptado social, rebelde y hasta alguien que carece del mínimo sentido común y por tanto, o es corregido y castigado, o simplemente es considerado como una situación problemática la cual debe erradicarse.

Sin embargo, el tener como patrón de conducta reglas que son tan tajantemente dicotómicas, diferenciando solamente entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto, lo aceptado y rechazado socialmente, ha conducido a llenar los espacios de enseñanza, aprendizaje y formación de las personas con una implacable línea recta, la cual se ha de seguir al pie de la letra para tener la aceptación social y la certeza de que estamos conduciéndonos por los terrenos considerados como correctos.

Aparece entonces la ortodoxia y la heterodoxia, como esos términos compuestos que, por un lado, el prefijo “orto” como expresión de lo correcto y “hetero” como lo diferente o incorrecto; en tanto que la “doxa” representa a la opinión o aceptación generalizada por una comunidad; con lo que tenemos así nombradas, aquellas acciones que son clasificadas como correctas o no.

La educación y formación de personas, en su afán de perseguir todos los ámbitos científicos y de bienestar social, ha planteado, con toda lógica, sus programas, reglas, alcances y formatos, encaminados hacia el crear modelos y estereotipos formales y ortodoxos, marginando y excluyendo a aquellos que piensan y actúan diferente a la generalidad.

Lo anterior ha llevado a fomentar un imaginario de lo que es la educación y la vida en todos sus ámbitos, bien sea escolares, familiares y en general en todos los espacios de interacción social de manera lineal, programable e inequívoca, cuantificable y medible; cual si solo se tratase de seguir un plan, ejecutar una fórmula o modelo matemático y simplemente seguir literalmente un algoritmo, asegurando así, de manera ortodoxa, el éxito social: “…naces, creces, estudias, trabajas, tienes pareja y familia, obtienes bienes: casa, carro, teléfono celular y ya, eres feliz…”

En las familias se reproduce este modelo, creando y educando hijos a imagen y semejanza, en muchos de los casos sin formar en ellos su propia y legítima libertad de elegir su camino y en otras sin permitir cometer “errores”, es decir, ortodoxos.

En las escuelas de todos los niveles educativos, es más visible este camino de lo correcto, provocando que en muchas de ellas, aparte de considerar verdaderamente aburrido el asistir, se simplifique el proceso de enseñar y aprender a solamente el recibir el contenido que un maestro o maestra imparta y repetirlo o aplicarlo tal cual como nos fue enseñado para que, de manera afirmativa, se obtenga una aprobación cuantificable.

Educar de esta manera implica, en afán de buscar una formación ortodoxa, el comenzar con el proceso de deshumanización al desconocer que los individuos contamos con dos hemisferios cerebrales y que podemos aprender de ensayos y errores, pero que, además, estamos sujetos a un devenir y actividades sociales que no se comportan cual si fueran fórmula matemática y que la vida va planteando situaciones que distan mucho de aprobarse mediante la aplicación de una técnica o prueba numérica.

No se trata de negar lo correcto, ni de crear y fomentar ideas de anarquía sin sentido; más bien, se trata de mostrar que la formación recibida debe completarse “sacando” a los inidividuos de esa “línea recta” y propiciar la búsqueda de nuevos caminos, mediante la inventiva e innovación, así como el iniciar el encuentro con otra mirada que provoque que el hijo o alumno sea actor y no simplemente público autómata.

Desde hace mucho tiempo, muchas personas tachadas de heterodoxas, nos vienen gritando en la cara que esa “otra mirada” no solo es posible, sino que es necesaria: Leonardo Davinci, Nikola Tesla, Julio Verne, Sor Juana, Pablo Picasso, Fernando Botero como una mínima muestra de una infinidad de personajes que, con con sus ideas disruptivas, han creado otra mirada hacia la belleza, el arte, los artefactos y las innovaciones propuestas.

Seguramente muchos afirmarán que los ejemplos citados pertenecen a “genios” y que solo se dan a cuentagotas; sin embargo, tenemos a los padres de familia que con sus chicos crean todo un equipo de trabajo multidisciplinario y los transforman en creativos al otorgarles voz y toman en cuenta sus opiniones para generar un proyecto familiar, trasladado en mejoras del hogar, campañas de apoyo en hospitales o con mascotas confinadas a la calle.

El caso de muchos profesores y profesoras, quienes tienen el valor de alejarse de la línea trazada tradicionalmente como “correcta” y crean en su aula de clases, tal ambiente de trabajo que, logran accionar el valor impresionante que cada alumno posee en estado casi inerte y, “se bajan de la plataforma magistral” para iniciar un proyecto que al mismo tiempo que encauce e integre todos los contenidos teóricos, les proporcione la seguridad y confianza en si mismos, sus capacidades y aptitudes.

Los propios alumnos que, sin esperar que maestros o padres de familia les indiquen que deben adquirir tales o cuales conocimientos en un tiempo y forma de trabajo específica y, en lugar de ello, éstos se lanzan por cuenta propia aplicando el aprendizaje autónomo, en búsqueda de esos y todos los conocimientos que deseen adquirir.

Decía Miguel Ángel Escotet: educar para la incertidumbre “…Es muy difícil, pero absolutamente necesario. Y es complicado porque hemos creado un mundo que tiene bastante de ficción. Pensamos que todo está hecho. Se habla de planificación estratégica, diseñamos programas para estudiantes que están iniciando su vida y van a permanecer dieciséis años en la educación formal, cuando es casi imposible, saber lo que va a ocurrir cuando se incorporen al mundo del trabajo. El caso es que les inducimos a creer que con lo que están aprendiendo van a tener resuelto su futuro, mientras que lo razonable sería ayudarles a construirlo.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx