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Familia y escuela Capítulo 278: Construir, deconstruir y reconstruir

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Agosto 06, 2025 03:00 a.m.

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El proceso educativo y formativo desarrollado en seres humanos, por lo general ha sido enfocado solamente al dominio de la teoría y la técnica, como si se estuviera programando seres “metálicos”, fríos, insensibles y solamente receptivos; teniendo como único y primordial objetivo el cumplir al pie de la letra con lo establecido en un plan y programa de estudios.

Si en este proceso se hacen y cumplen las indicaciones precisas, tal cual se indican en el formato, tiempo y características planteadas, las veces que sea necesario ejecutarlas, se obtendrá una verificación que, representada con un número, literal o clasificación de satisfacción o no, indicaría que “se aprendió”.

Tal pareciera que los actores que intervienen para que se desarrolle el proceso educativo, se han acostumbrado a reducirlo a solamente enseñar y verificar que se ha “aprendido”, cual proceso mecánico mediante el cual el control de calidad se establece con la obtención de una calificación, la cual daría muestra del avance de los alumnos de cualquier nivel escolar.

La sociedad misma, los procesos y los grupos que la integran han aceptado como “normal” este formato educativo, a grado tal que, si alguno de los hijos de una familia no obtiene esa calificación aprobatoria, es bien sabido que será desechado por el sistema escolar, cual material que no cumple con las especificaciones para la producción con la calidad requerida.

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Los alumnos que lograron “aprender” de la forma especificada, son los que pudieron retener, aunque sea solo por un tiempo corto, mientras pasa el control de calidad con la verificación aplicada en los planteles y demostraron mediante tareas, ensayos, productos y principalmente por exámenes que pueden obtener un número, al repetir lo que alguien más consideró que muchas personas, todas ellas diferentes entre sí, deben de aprender.

De esta manera, la educación se convierte en un acto despersonalizado, repetitivo, redundante, mecánico, frío, aburrido y hasta desgastante al someter a muchos estudiantes al simple proceso de solamente recibir lo que alguien más construyó y tener que aceptarlo sin otro sentido que el regresarlo en una verificación de “calidad”.

No confundir el hecho de que muchos docentes, instituciones educativas y hasta padres de familia utilicen de manera novedosa múltiples programas, formatos, plataformas y aplicaciones digitales, incluida la Inteligencia Artificial, para llevar a cabo este proceso como una enseñanza y aprendizaje de calidad, porque a final de cuentas, aunque de manera muy cibernética, se está realizando el mismo formato de solamente retener lo que alguien más construyó y consideró que es lo que se debería de aprender.

La verdadera educación debe ser un proceso que brinde la oportunidad de identificar las cualidades, habilidades, costumbres, miedos, valentías y áreas de mejora específicas de cada persona, lo que difícilmente se lograría con solo retener lo que alguien construyó y repetirlo para demostrar que se aprendió.

Debe ser el marco que otorgue la manera en que cada persona construya su propia confianza y estima, mediante procesos de resiliencia y descubrimiento cada día de nuevos retos y las formas de resolverlos y que no sea el conformismo de solo obtener una calificación aprobatoria para no ser echado del plantel.

Educación que impulse el reconocimiento no solo de cuánto se logra retener y dominar, sino de descubrir que todos, absolutamente todos, tenemos habilidades y actitudes que no pueden negarse solo porque un examen me dijo que no era apto o idóneo para realizarme como persona.

Lo que alguien más construyó, asegurando científicamente que era lo que de acuerdo con las teorías evolucionistas debería de conocer para la edad en la que curso los estudios o, las técnicas específicas que debo dominar para ser “un miembro útil y productivo” en la sociedad, ciertamente son importantes, pero solo para deconstruirlo.

En efecto, deconstruir todos los conocimientos que se nos muestran y enseñan en escuelas, familias y medios de comunicación, debiera ser la pieza fundamental en el proceso de educar y formar; esto no implica negarlos o minusvalorarlos, más bien, sería el no “tragarlos de un solo bocado” y “desmenuzarlos” para encontrar de qué están hechos y para qué sirven en mi contexto, en dónde y cómo se pueden usar; comprenderlos para aplicarlos y no solo regresarlos en un examen.

Desarmar, desmembrar y criticar lo aprendido nos llevaría a otra dimensión del aprendizaje, en la cual quedaría ampliamente rebasada la mecanización, si se quiere muy cibernética, del proceso educativo: de ser robot a ser persona, de ser espectador a ser actor, de ser frío e insensible a utilizar todas las condiciones de ser humano.

Deconstruir lo aprendido implica deshacer analíticamente algo para darle una nueva estructura, forma y uso; lo que convierte al aprendizaje en un elemento activo y le da sentido en la vida cotidiana de las personas, respondiendo a la pregunta: ¿para qué sirve lo que me enseñan, veo o me entero?

Es entonces que se llega a la fase de: Reconstruir; cuando lo que se construyó fue desarmado y ahora, al entenderlo y comprenderlo, lo podemos aplicar y darle un uso práctico, bien sea material o ideal, pero con total sentido de la utilidad que representa lo que hemos aprendido.

La reconstrucción no es solamente de conocimientos, sino de la propia persona; ésta se reconstruye al reconocerse como valiosa, ubicando sus fortalezas y debilidades, así como la conformación de su estima, imagen y conocimiento pleno en las diferentes etapas de su desarrollo. 

¿Qué conocimientos de los que durante el periodo escolar aprendiste recuerdas y te son útiles actualmente?

¿Cuántas cosas de las que se te enseñaron en familia, escuela o medios de comunicación aprendiste de manera clara y con sentido comprensivo del para qué servían?

¿Cuántos compañeros recuerdas que en este proceso no pudieron culminarlo y fueron eliminados con el pretexto de una calidad educativa “mecánica”?

La educación, si es desde humanos para humanos, debe propiciar las rupturas de lo construido, mediante procesos de deconstrucción, para comenzar con su reconstrucción.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx