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Familia y escuela Capítulo 63: Matemáticas para la vida

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Junio 09, 2021 03:00 a.m.

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Existe ya de manera muy establecida, una idea en el imaginario social, que hace referencia a la dificultad que tienen diversas materias escolares; tal es el caso de las matemáticas.

Es una etiqueta muy generalizada, entre los alumnos, familias y personas en general, el clasificar a este campo del saber como: difícil de entender y de enseñar; de lo “aburridas” que resultan a la hora de cursarlas como materia de clases y tener que realizar tareas y ejercicios a veces incomprensibles; ya ni qué decir del miedo y casi terror que provoca el presentar alguno de sus exámenes.

Igual de generalizado se encuentran algunas situaciones al respecto, como el caso de la mayoría de las escuelas de los distintos niveles educativos, en donde se prefiere colocar esta materia, casi regularmente a las primeras horas de la jornada, con el argumento que “los alumnos vienen más despejados” o “más despiertos” y por consiguiente, con mejor disposición para abordar sus contenidos.

Resulta que, aunque pareciera que las calificaciones se aplican de la misma forma y valor en las distintas materias o asignaturas, no ocurre lo mismo con las matemáticas; tal pareciera que su ponderación funciona de manera especial, dado que, ante la dificultad que se le atribuye, una nota aprobatoria de “6” resulta para muchos todo un triunfo; hablar de un “8” es sobresaliente y el “10” está destinado para genios, “matados”, “cerebritos”, “nerds”, “ñoños” o “ratones de biblioteca”.

Madre de familia, con hijo cursando la secundaria: “… esta es tu boleta de calificaciones, la estoy revisando… nueve, nueve, diez… ¿seis?, ¡aquí tienes un seis de calificación! …ah, es en matemáticas, bueno, creo que vas bien, aunque debes mejorarlas”

El tipo de alumnos con calificaciones arriba de “8” en esta materia, si bien no son los más buscados para actividades sociales y deportivas, sí lo son para la solución de problemas y entrega de tareas, además del apoyo que buscan en ellos para los exámenes finales.

Hablando de estas asesorías y apoyo, resulta muy recurrente ver ofertado en periódicos, redes sociales y en carteles públicos, la ayuda profesional de personas que ofrecen sus servicios para acompañar, explicar, regularizar y preparar para exámenes; y hacen énfasis, precisamente en esta materia.

No cabe duda que la etiqueta está muy bien marcada y reforzada desde múltiples aristas y sectores; incluso, en el educativo formal. Resulta muy probable que una de las principales causas de este reforzamiento, se lleve a cabo en el sistema educativo, sus aulas, programas y profesores.

Cuando contenidos tan “duros” se dejan “encerrados” en una escuela, un programa de estudios o un libro, se está destinando su aprendizaje al hastío, a la memorización forzosa y sin sentido práctico; se está alejando de su esencia, que es la vida misma. Por lo que ¡deben liberarse!

En efecto, el aprendizaje de las matemáticas es, por naturaleza inherente a la vida, a sus actividades cotidianas, desde las más simples e “insignificantes”, hasta las más importantes y complejas; son tan útiles para el niño que arma un juguete con piezas de LEGO, como para el ingeniero que planea la construcción de un rascacielos.

Son decisivas para contar y dividir las ganancias obtenidas por un vendedor ambulante y saber si ya obtuvo lo necesario del día para llevar y alimentar a su familia; como lo son para las ganancias de los inversionistas en la bolsa de valores.

Están en todas partes, en todas las personas, en todas las situaciones, en todos los niveles y situaciones sociales.

No basta solamente con que los profesores terminen de enseñar en sus alumnos un programa de estudios y provoquen que, al menos aprueben con “6”; ni basta con que en las familias revisen las boletas llenas de números, que a veces, poco dicen de la utilidad para la vida de sus hijos.

Para la educación integral diversificada, las matemáticas tienen un sentido todavía más profundo, una orientación para la vida misma. El saber sumar y restar, multiplicar y dividir, resultan ser operaciones básicas, que aplicadas mediante nuestras actitudes y habilidades son fundamentales en nuestra forma de vivirla.

Existen personas que solo restan, es decir, a todo le encuentran el lado negativo: en su salud, en la política, en la religión, en su pareja, en la suegra, en sus vecinos y hasta en el clima; y llegan a multiplicarlo a tal grado que, su vida está llena de quejas y lamentos; y ese pesimismo acumulado terminan por dividirlo entre sus familiares y amigos.

El sumar, hasta de las cosas y situaciones más adversas, es una enseñanza de vida, la cual, como actitud, es de profunda importancia que se multiplique, para que una vez que se generalice y se difunda, entonces sí, proceder a dividirla entre quienes nos rodean.

Sería deseable y pertinente, pero además, no me extrañaría que dentro de un sistema escolarizado o en charlas de familia, se incluyera una materia o tema de conversación, que llevara por nombre: Matemáticas para la vida.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx