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Familia y escuela Capítulo 64: Familias homoparentales

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Junio 16, 2021 03:00 a.m.

A

En pleno siglo XXI, el hablar de familias compuestas por hijo(s) con padres del mismo sexo, desde luego que es un tema tabú; todavía encontramos estos rasgos de encubrimiento y ocultamiento para tratarlo de manera abierta y frontal, seguramente como producto de la conformación cultural que caracteriza principalmente a los pueblos latinos.

Además, existe una desinformación y una falta de claridad al respecto, que tiene como consecuencia diversas opiniones y prejuicios, que se emiten hacia este tipo de familias:

Madre de familia, 45 años: “… la verdad es antinatural, simplemente: ¿quién la hace de hombre y quién de mujer? ¿Quién de papá y quién de mamá?”

Padre de familia, 52 años: “… es seguro que los hijos de estos matrimonios, salgan mal, seguramente encaminados al homosexualismo”

El concepto tradicional de familia ha venido evolucionando y ahora encontramos una gran diversidad, composición, roles y dinámica de ésta y sus miembros.

El hecho de mencionar: “familias homoparentales” no escapa a esa evolución y en ellas encontramos ya, diferentes tipos de estructura y formación; tenemos las que surgen directamente por la unión, sociedad o matrimonio del par de personas del mismo sexo y, en donde la ley lo permite,  la adopción formal de hijo (s); incluso las formas al margen de la ley, en donde estas parejas se hacen cargo de la crianza de niños o niñas que les son “encomendados” o entregados por diferentes causas y circunstancias.

Por otro lado, también encontramos las que poseen hijos biológicos, mediante vientres rentados o, con las características de haber tenido pareja heterosexual y haber concebido descendencia y al paso del tiempo descubrir y decidirse por la condición homosexual, quedándose con sus hijos y ahora con su pareja del mismo sexo.

Los casos referidos, son solo una de las muestras de transición y evolución por las que pasan y que, seguramente, seguirán transformándose; lo que al final de cuentas se observa, es el emparejamiento hacia una derivación de las familias nucleares, las cuales, están conformadas por dos generaciones: padres e hijos. 

Definitivamente, este fenómeno social no es nuevo, pero una de las principales preocupaciones que surgen ante la aparición pública de estos núcleos familiares, son las tendencias a considerar los daños psicológicos y de orientación sexual que pudieran sufrir estos niños.

De acuerdo con revisiones de los estudios llevados a cabo hacia estas familias y sus implicaciones (Martínez, Sáenz y Echeverry, 2019) al menos se tiene más de cuarenta años dando seguimiento al fenómeno y se ha encontrado que no existe diferencia, ni evidencia clara y contundente que el bienestar de estos niños sea igual, mejor o peor que el de los que son criados por padres heterosexuales.

Lo que sí está documentado, es la  posibilidad del estigma social y cultural al que son expuestos; sin embargo, esto ocurre con cualquier tipo de familia que haya sido exhibida o sobresalido por algún rasgo social positivo o negativo.

Tenemos entonces el caso de hijos de personajes famosos: políticos,  gobernantes, artistas, deportistas, delincuentes y cualquier otra forma de sobresalir dentro de la estructura social; en todos estos casos, sus descendientes tienen que cargar y enfrentar el peso del estigma sociocultural, que va desde adulaciones y sobreestima, hasta exclusión, burlas y escarnio; desde luego, sin poder asegurar que sus descendientes sigan el mismo camino, dado que ellos no son culpables o exitosos a priori.

No somos jueces.

Tenemos total derecho a pensar, analizar y tener nuestra propia postura sobre algún hecho social, pero la viabilidad y pertinencia de externarlo y, peor aún, de actuar calificando o denostando dando como certero un prejuicio, demostraría una falta de respeto hacia nuestra inteligencia e integridad y hacia la de los demás. Considerar a una familia de este tipo, a priori como “mala”, definitivamente no es igual al “no me gusta”; es decir, no por el hecho de que no me guste o no concuerde con ella; o bien, odie esa forma de convivencia, es necesariamente mala.

Si existiera la fórmula perfecta de padres que han cumplido con todas las normas y reglamentos sociales y morales, y que tuviera como resultado a hijos perfectos, seguramente desde cuando que no hubiera faltas ni conductas inapropiadas de cualquier tipo.

Principio básico de una educación integral diversificada, precisamente es el de la Inclusión; todos aquellos, en donde nuestro trabajo o convivencia precisen del trato con otras personas, se debe tener como antesala el respeto hacia el otro y la inclusión de él.

Profesores y profesoras de cualquier nivel educativo, papás de cualquier tipo de familia, profesionistas, predicadores de la fe, vecinos, amigos, todos: No tenemos el derecho de ser jueces de los demás, pero sí tenemos la obligación y el privilegio de ser inclusivos con todos y cada uno de ellos.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx