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Familia y escuela Capítulo 70: Sí y no, al mismo tiempo

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Julio 28, 2021 03:00 a.m.

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No cabe duda que uno de los propósitos que busca toda forma de educación es: el incrementar el nivel de conocimientos y habilidades para el desarrollo adecuado de los individuos en sociedad; con ello se busca, como lo menciona la fracción II del artículo tercero de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que “…el criterio que orientará a esa educación se basará en los resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los prejuicios”.

Tal pareciera que al educar, se dota de la confianza y seguridad de que ese cúmulo de conocimientos, brindará de una manera objetiva y científica, criterios de verdad y fórmulas que darán siempre y bajo cualquier circunstancia, el mismo resultado.

Para el campo científico, conocido por algunos como “duro”, incluyendo a las matemáticas, química, física y otras disciplinas, es muy probable que en el 99.9 % de los casos se cumpla esa característica de ser infalible; por supuesto, siempre a la sombra de aquello que se menciona como excusa válida de: “la excepción confirma la regla”.

Sin embargo, qué ocurre cuando esa educación, obtención de niveles y grados educativos; así como la transmisión de conocimientos y costumbres familiares se “cruzan” o se aplican a situaciones cotidianas o específicas de cada persona o contexto social; ¿son igual de infalibles? Diría que: si y no, al mismo tiempo.

Desde luego que hablar y afirmar que en la educación y formación de individuos existe esa dualidad tan contradictoria y opuesta, para algunos sería inaceptable, dado que se le apuesta al éxito y no al fracaso, a la superación y no al retroceso, al avance y no al estancamiento.

Pero, ¿se podría garantizar que el cursar algún nivel educativo o acreditar algún examen profesional; o el provenir de una familia con alta práctica de valores, resulte directamente en una fórmula que garantice el futuro laboral, honesto, exitoso y de felicidad para una persona? diría que: en muchas de las ocasiones si y en otras no; y por supuesto que sin generalizar ni afirmar que se logra o no, de manera permanente.

No se está planteando una postura catastrofista, ni algún escenario de decepción y derrota, mucho menos se afirma la inutilidad de los procesos educativos y formativos integrales; a final de cuentas se habla de un equilibrio y complementación de dos características que son real y perfectamente posibles y compatibles.

Estas dualidades no son nuevas, desde hace mucho tiempo ya se viene planteando su comprensión de manera conjunta, bien sea paralelas, como antecedente y consecuente o bien, como complemento el “si” del “no”.

De esta forma el bien necesita necesariamente del mal, para explicarse; ¿cómo saber que un acto es bueno, si no se conocen sus límites? ¿cómo saber que actuamos mal, sin tener a la vista las opciones de bondad? es en verdad un equilibrio el optar por la decisión y el camino correcto, en ese tiempo, espacio y circunstania.

El choque entre positivo y negativo, provoca que lo que originalmente se concebía como un cortocircuito eléctrico, se convirtiera en nada menos que “la luz artificial” y uno de los motores más importantes del progreso y de una de las revoluciones industriales, científica y tecnológicamente con un equilibrio entre dos fuerzas opuestas.

Las dualidades están siempre presentes: mientras que para algunos es una maldición las lluvias excesivas, para otros sectores que sufren de sequías o incendios, es una bendición; en otros casos, la muerte de personas que se asocia por lo general a tragedia, resulta una opción natural, para los que sobreviven artificialmente o en largas agonías; y así con el amor y el desamor, la pertenencia a un sexo u otro; los ejemplos son interminables.

Incluso, nuestro cuerpo, es uno de los ejemplos patentes de esta conformación dual, representado en los hemisferios cerebrales; mientra que el izquierdo tiene ubicadas las funciones relativas a los aspectos lógico cognitivos como las operaciones matemáticas, el lenguaje y más; en el hemisferio derecho se encuentran aspectos que escapan a toda lógica y que rompen los límites racionales, sociales y culturales, como la creatividad, el amor y el odio, entre otras funciones similares.

La educación integral en todas sus formas, sectores y actores, debe estar concentrada entonces, no solo en brindar certezas; ya lo mencionaba Morin: “… aunque conservemos y descubramos nuevos archipiélagos de certidumbre, debemos saber que navegamos en un océano de incertidumbre”.

Resulta entonces que toda forma educativa no debe proveer, cual fórmula mágica, únicamente conocimientos para algo que, verdaderamente no sabemos cómo, cuándo y de qué manera vaya a cambiar y presentarse en las diversas realidades; debemos entonces de asumir el compromiso de educar y formar “para la incertidumbre”, es decir, de dotar de las herramientas y habilidades que le permitan a hijos y alumnos, no solo quedarse con la base obtenida, sino entender su realidad y aprender, re aprender, ampliar lo conocido, profundizarlo, adaptarlo y aplicarlo.

Entonces ¿sí y no, no son contradictorios? en estricto sentido, desde luego que lo son; sin embargo para educar y formar, son además de necesarios y pertinentes, una dualidad que siempre ha estado presente, en diferentes formas y contextos.

Padres de familia, maestros, comunicadores, trabajadores que tienen ante sí a otras personas: el educar ya no solo es transmitir conocimientos, sino también el fomentar habilidades, actitudes y valores, que transformadas en herramientas, sean usadas para adaptarse tanto a las situaciones positivas y favorables, como a las negativas y adversas, como algo compatible y perfectamente posible de utilizar ante lo que se presente.

Si y no, al mismo tiempo, es el equilibrio en el trayecto de nuestras vidas.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx