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Familia y escuela Capítulo 97: En peligro de extinción: la gratitud

Por Gustavo Ibarra Hurtado

Febrero 02, 2022 03:00 a.m.

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Tal como está ocurriendo con algunas plantas y animales, las cuales, ante el embate de la modernidad, de los avances y desarrollo tecnológico con mayor daño ambiental; además, con el crecimiento demográfico y con ello de las manchas urbanas e industriales, muchas de estas especies se encuentran amenazadas y condenadas a su extinción.

Desde luego que para quienes tenemos consciencia de la importancia que para este planeta y todos los que habitamos en él, tiene el equilibrio de la vida en todas sus manifestaciones, así como de su preservación y cuidado, el hecho de mencionar el término “extinción” suena francamente escalofriante, nos remite a la muerte, a la partida sin retorno y desde luego, a la pérdida lamentable de biodiversidad limitándonos a solo conocer a esos seres en grabaciones y nunca más en vivo.

Ante el peligro que representa esta pérdida, afortunadamente se ha acrecentado el número de personas y grupos ambientalistas, ecologistas y otros que, preocupados por nuestro futuro, han emprendido acciones heroicas en contra del crecimiento y desarrollo no sustentable y contra todo aquello que atente contra la naturaleza y quienes la habitamos; sin embargo, todavía es minúsculo este esfuerzo, comparado contra los grandes consorcios e intereses económicos, solapados y encubiertos por sectores en el poder, que en conjunto devastan bosques y áreas naturales, para construir industrias y áreas habitacionales en terrenos que desplazan o eliminan a flora y fauna del lugar.

De manera muy similar a lo que ocurre con el peligro de extinción con seres vivos, encontramos que muchos de los usos y costumbres, elementos culturales e ideológicos de convivencia social armoniosa y otras acciones, producto importante del y para el desarrollo de los pueblos, están sujetos al mismo riesgo de desaparecer; tal es el caso de la gratitud.

El agradecer, tal como se menciona en su origen etimológico: “gratias agere” es traducido como el “dar gracias” y de acuerdo con los estudiosos de la cultura y de los procesos de convivencia humana, este vocablo y acción es un universal cultural y como tal, se encuentra presente en todos los pueblos.

El ser agradecido implica el reconocimiento de algún favor o acción recibida por otra persona; implica también el darnos cuenta que somos seres únicos, valiosos e irrepetibles, precisamente porque los que nos rodean, nos complementan y una forma de reconocerlo es expresándolo.

Además, aparte de agradecer a los otros, se tiene la posibilidad de ampliar el alcance de la gratitud hacia diferentes formas, objetos y situaciones, sobre todo ante la posibilidad de conocer  y seguir diferentes caminos y opciones útiles para el desarrollo personal, transformando esta acción en una emoción socialmente positiva, reflejada en sensaciones de tranquilidad, alegría, amabilidad, cariño; incluso es un atenuante de la depresión.

Otro de sus beneficios vinculados con la interacción social que tienen las personas agradecidas, radica en la creación de mejores relaciones, generando acciones positivas y desarrollando una mejor confianza y seguridad en su desarrollo ante los demás.

En terrenos más filosóficos y espirituales, se manifiesta el agradecimiento por ser y estar vivo, por el amanecer y el terminar de manera eficiente y exitosa una tarea, trabajo o hasta llegar con bien al final del día; por finalizar estudios, por obtener un trabajo y hasta por degustar de los alimentos.

La cotidianidad y las costumbres han llegado a acuñar frases como: “Es de bien nacidos ser agradecidos”, incluso vinculando esta acción con las familias que han instruido a sus integrantes de forma tal que son etiquetadas como con “buena educación”.  

Sin embargo, por alguna extraña razón, este hábito ha ido perdiendo fuerza y de manera gradual está en franca desaparición, por lo que resulta en extremo grave el ubicarlo como en peligro de extinción.

Resulta muy probable que algunas de las causas de su desuso, radica en los ritmos de vida vertiginosos y apresurados, marcados por las acciones económicas y laborales de las grandes urbes y ciudades con alta densidad de población; además, sus habitantes están expuestos a todos los riesgos que resultan aparejados con el progreso y la tecnología.

De igual forma, las acciones de violencia e inseguridad, características de estos lugares, han creado un ambiente de desconfianza hacia los demás: el vecino, el que comparte el lugar en el transporte público, el que va manejando un vehículo entre el tráfico, el que camina sobre una acera en cualquier calle y hasta del compañero de trabajo; todos ellos, al no tenerles confianza, mucho menos el realizar un vínculo mayor al mencionar vocablo alguno.

Los mismos avances tecnológicos, han llevado a perder paulatinamente los encuentros personales “cara a cara” y tener más confianza en las máquinas que en los seres humanos, llevando a darle más crédito y agradecimientos a los servicios de internet, una computadora o al infaltable teléfono celular que a una persona.

De la misma forma en que los grupos ecologistas y ambientalistas han emprendido una cruzada en pro de la defensa y cuidado de la naturaleza, de especies de plantas y animales amenazados por extinguirse; de esa forma tenemos que iniciar una cruzada en la educación para rescatar, promover y mantener viva la costumbre y hábito de ser agradecido.

Hablar de una cruzada de tal magnitud, debiera estar representada por la educación integral diversificada, es decir, no solo en hogares y escuelas, sino en todos los medios y lugares en donde se tenga trato interpersonal.

Al igual que resulta catastrófica la pérdida de alguna especie que habita este planeta, igual de catastrófica resultaría la pérdida del agradecer. 

¿Estás consciente del reto?

En memoria de Roberto Márquez López y Rubén Rodríguez Barrón. Gracias por haber compartido el reto de transformar al mundo mediante la educación.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx