Fermento esóterico

Hay algo de esóterico en cada uno de nosotros. Algo de magia, de oráculo y de adivino en toda persona. Preexiste dentro del ser humano, un movimiento ondulante, continuo y tenue que lleva a prefigurar sensaciones, pensamientos y acaso intuiciones, que de ponernos atentos se materializan en nuestro entorno inmediato, interiomente o en aquellos más próximos a nuestros círculos de interacción social y cultural.
Esta suerte de encanto surge quizá de las mareas que emanan del universo o de los movimientos de los líquidos vitales -el agua y la sangre- que nos mantiene vivos. Lo llamamos presentimientos, visiones o sueños. A veces son historias que la mente nos cuenta en los ratos de insomnio, en las pasiones más íntimas y porqué no, en nuestros afanes cotidianos llamados rutina.
Quizá la carne y su cuerpo, la piel y los entresijos, la vibración, la celeridad y el dinamismo que todo ello produce en conjunto, nubla y enturbia los mensajes de ese ocultismo recóndito que es a la vez carnal y metahumano. Quizá este recipiente que contiene nuestras entrañas, nos aisla de las visiones que flotan internamente desveladas en las vigilias de las madrugadas, en las noches sin ritmo, en los días de apacible lluvia o por las tardes de tedio inususal.
Sin embargo todos advertimos delgadas sensaciones de dejá vus, de estremecientos que solemos pensar provienen de un sexto sentido, de evocaciones en vidas pasadas o presencias de seres queridos o no, que han terminado su ciclo en la tierra.
El estado en vela y los silencios que llenan las noches hundidas, revelan lo impensable en palabras. Nos ponen contra el negro telón del indivuduo frente al universo y su historia.
Es la trasnoche la que pone el andamiaje del sueño surrealista, de la realidad escondida, de la sustancia líquida que navega entre los ojos y el ensueño y que parece no ser otra cosa, que espejismo o conocimiento preexistente.
Este desvario es producto de una hora más, robada a la inconciencia del reposo notucturno, a las ocho o siete horas del descanso sistemático recomendado para una larga y sana vida.
Hoy le he hurtado más de una de ellas a la longevidad de mi reloj biológico, arebantándole minutos preciosos de productividad o eficiencia, obligatorios en un mundo que privilegia la producción de bienes y servicios, de materias primas y kilómetros de asafalto en lugar de hectáreas verdes o áreas protegidas. Tema de muchos, asunto importante de pocos.
Aún me quedan un par de horas de oscuridad mas la pantalla sigue alerta a las pulsaciones automáticas de la mente que divaga, entre continuar tecleando o perseguir el sueño que resta por fermentarse.