Fisgoneo parejo

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“No puedo hacer eso que me pide. Soy señorita”. Con esas palabras rechazó la joven y linda trabajadora doméstica los inmorales requerimientos de su lúbrico patrón. “Precisamente -respondió el salaz sujeto-. Tú eres señorita y yo soy señor”... Los novios que habían pasado la noche de bodas en la suite nupcial del hotel bajaron a desayunar. La desposada se azaró al advertir que todos los comensales, lo mismo que el personal de servicio, suspendían sus conversaciones y lo que estaban haciendo para poner en ella los ojos. Apenada y confundida le reclamó a su flamante maridito: “Te pedí que no le dijeras a nadie que somos recién casados. ¡Mira cómo todos se me quedan viendo!”. Replicó el muchacho: “Te juro que no les dije que somos recién casados. Les dije que solamente somos amigos”... Pechina le dijo a su galán: “Las dos cosas que me gustan más de ti son tu inteligencia y tu sentido del humor. ¿Cuáles son las dos cosas que te gustan más de mí?”. Respondió el avieso tipo: “¿De veras quieres que te lo diga?”... La mamá de Pepito lo regañó porque no se había lavado los dientes, dejó su ropa tirada en el suelo, no terminó la tarea y tenía su cuarto en desorden. Terminada la áspera reprensión Pepito le dijo: “Mami: siempre me has dicho que hay muchos pobres niños que no tienen mamá. ¿Por qué no te vas a su casa a ser la mamá de ellos?”... Un individuo le pidió empleo a cierto político encumbrado. Le preguntó el político: “¿Es usted honrado?”. Replicó el hombre: “¿Por qué me lo pregunta? ¿Constituye eso una limitación?”... ¿Irá López Obrador a fisgonear también a los gobernadores de Morena? En estos dos año se ha mostrado suspicaz e inquisitivo con los gobernantes que no son de su partido, y amable y complaciente con los que sí lo son. Por eso procede la anterior pregunta. AMLO ha evidenciado que no es Presidente de todos los mexicanos, sino sólo de aquéllos que se le muestran incondicionales. No es aventurado, entonces, pensar que su labor de vigilancia en las elecciones del próximo año la ejercerá únicamente con los gobernadores insumisos, pues sobradamente se ha visto que con una vara mide a quienes lo siguen sin reserva alguna y con otra muy distinta a aquéllos que en cualquier forma le oponen resistencia. El fisgoneo que desde ahora anuncia el Presidente debe ser parejo, pues de otro modo será persecución... Me resisto a contar el cuento que ahora sigue. En primer lugar no lo entendí cuando me lo contaron; en segundo me aseguran que tiene un alto contenido sicalíptico y yo me especializo en narraciones que tienen sólo un mediano contenido sicalíptico. Aun así daré salida a ese relato para no quedarme con la tentación. ¡Ah, en cuántas badomías he incurrido sólo por no quedarme con la tentación! En fin, ahí va esa vitanda historia. Don Tolano iba a su casa en su automóvil. La noche era de las más frías del invierno; caía la cellisca y soplaba un cierzo helado. Grande fue su sorpresa, por lo tanto, cuando vio que por la calle caminaba su vecino don Languidio Pitocáido. Se protegía del gélido clima con gorra de orejeras, bufanda de tres vueltas, camisa de franela y grueso chaquetón; calzaba botas altas y calcetines dobles de lana. Sin embargo, cosa por demás extraña, no llevaba pantalón ni calzoncillo, de modo que dejaba totalmente al descubierto sus atributos de varón. Don Tolano detuvo su vehículo y le preguntó, asombrado: “Vecino: ¿por qué anda en la calle en una noche así, y más en las fachas en que lo veo?”. Respondió, humilde, Pitocáido: “Fue idea de mi esposa. En una noche como ésta salí hace días sin llevar bufanda, y el cuello se me puso duro y rígido”. (No le entendí). FIN.