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La paradoja soviética

Por Francisco Valdés Ugalde

Enero 23, 2022 03:00 a.m.

A

La caída y desintegración de la Unión Soviética en 1991 permitió, paradójicamente, despejar el camino hacia el “socialismo” democrático. Deliberadamente entrecomillo la palabra socialismo porque definir de qué se trata es necesariamente motivo de otra reflexión, lo que no haré por ahora, aunque prometo volver al tema. Hoy quiero referirme a la paradoja. A partir de la disolución del bloque soviético la democracia política y la inclusión social recibieron un fuerte impulso.

En 1989 había 105 sistemas autoritarios y 51 democráticos. En 2018 los primeros se habían reducido a 80 (-25) y los segundos aumentaron a 99 (+48). Cuando Mijaíl Gorbachov firmó en 1991 el fin de la URSS, la “tercera ola democrática” recibió un fuerte impulso en los países exsoviéticos y en los europeos que habían quedado bajo su esfera después de la segunda guerra mundial. Al dar la vuelta el siglo, el número de democracias superaba con mucho al de autocracias (en 2002 eran ya 92 contra 84).

Hay suficientes elementos para desmentir la tesis de que la democracia (sí, la democracia “liberal”) es resultado del neoliberalismo. Tomemos el ejemplo de América Latina. En 1980 había únicamente 6 países democráticos (Belize, Costa Rica, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela). Hacia 2015 todos habían vuelto a la democracia con la excepción de Cuba, Haití y Venezuela. El clima internacional se tornó desfavorable a las dictaduras y propició que los reclamos de igualdad y democracia prosperaran a pesar de y aun en varios aspectos gracias a las propias políticas neoliberales. Tal es el caso de las políticas de transferencias directas que, en conjunto con el reconocimiento de los excluidos, implementaron una buena parte de los gobiernos Latinoamericanos tanto de izquierda como de derecha. La resiliencia democrática y la lucha contra la desigualdad, liberadas de la sombra del totalitarismo comunista, dieron lugar a una etapa en que la desigualdad ha disminuido en varios renglones. 

Bien haríamos en pensar más de dos veces antes de destruir el sistema electoral de México y aún mejor haríamos si, en vez de combatirlo con mentiras y falacias, reconociéramos que la democracia “liberal” y la inclusión social que le acompaña no son graciosas concesiones de las élites, sino conquistas de los pueblos.

Twitter: @pacovaldesu

(Investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM)