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Los genios son aparte

Por Alfonso Lastras Martínez

Junio 30, 2024 03:00 a.m.

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En su libro, “Pronto: Una historia atrasada de la procrastinación, desde Leonardo y Darwin hasta tú y yo”, el escritor Andrew Santaella se pregunta por qué Charles Darwin tardó 20 años en publicar su libro sobre el origen de las especies, el cual está basado en los descubrimientos que hizo durante su viaje de cinco años alrededor del mundo a bordo del “Beagle”. Como comenta Santaella, Darwin había ya llegado a la conclusión de que las especies no eran inmutables en fechas tan tempranas como 1836, poco después de regresar de su viaje, pero no fue sino hasta 1859 que publicó sus ideas al respecto.

En lugar de dedicarse a escribir y dar a conocer sus conclusiones sobre la evolución de las especies, que sabía provocarían una revolución intelectual, Darwin dedicó su tiempo a otras investigaciones. En particular, relata Santaella, se dedicó durante ocho años al estudio de los percebes, crustáceos que le provocaban un entusiasmo cercano a la obsesión. Era tal el entusiasmo de Darwin por dichos crustáceos, que sus hijos habrían pensado que coleccionar especímenes de percebes en alcohol, como hacía su padre, era algo normal y que ocurría con todos los padres.    

Así, se pregunta Santaella si el retraso de Darwin en escribir y publicar sus revolucionarias ideas fue un episodio de procrastinación. Es decir, un episodio en el que dejó lo que “tendría que haber hecho” por hacer algo más. 

Por otro lado, al margen de si Charles Darwin tenía o no el hábito de posponer o retrasar tareas, sabemos que la procrastinación está muy extendida y virtualmente todos hemos practicado de alguna u otra manera. Por ejemplo, difiriendo alguna actividad programada y que no nos es particularmente agradable, en favor de una actividad que nos cause una mayor satisfacción. Y dado que diferir actividades puede tener consecuencias negativas, ya sea individuales o sociales, la procrastinación ha tomado relevancia y ha sido motivo de investigaciones científicas para establecer las causas y mecanismos que la determinan. Un ejemplo de esto es un artículo publicado en 2024 en “Proceedings of the Annual Meeting of the Cognitive Science Society”, que describe los resultados de una investigación sobre procrastinación llevada a cabo con estudiantes universitarios. El artículo fue publicado por Sahiti Chebolu y Peter Dayan de Max Planck Institute for Biological Cybernetics, Alemania. 

Dado que la procrastinación se presenta de formas variadas e involucra diferentes comportamientos, para facilitar su investigación Chebolu y Dayan distinguieron tres modos fundamentales de procrastinación. En un primer modo, hay un apego a un retraso programado que deja un tiempo insuficiente para finalizar la tarea. Esto puede ser porque se busca una máxima utilidad o porque hay un mal cálculo del tiempo que en realidad toma en completar la tarea. En un segundo modo, hay un retraso deliberado a pesar de la intención inicial de actuar antes. Finalmente, en un tercer modo hay retrasos por no establecer un compromiso con un tiempo de acción y se falla con una fecha límite, o se pierde tiempo en el proceso.  

Chebolu y Dayan enfocan la procrastinación como una serie de decisiones temporales que puede ser entendida en términos matemáticos. Una decisión puede tomarse en base a la recompensa inmediata y a la consecuencia futura que tendría dicha decisión. Por ejemplo, la decisión que tome un estudiante de asistir a una fiesta en lugar de estudiar para el examen que tendrá que presentar el día siguiente. El estudiante tendrá que escoger entre la recompensa inmediata que obtendrá al asistir a la fiesta y la recompensa que tendría días después al recibir su calificación. La decisión, por otro lado, estaría también determinada por el grado de incertidumbre que tendría el estudiante en cuanto a sus posibilidades de aprobar el examen.

En su investigación, Chebolu y Dayan hicieron uso de datos sobre el desempeño académico de un grupo de 173 estudiantes de New York University. De manera específica, sobre su desempeño en un laboratorio que era parte de un curso de psicología. Los estudiantes debieron cumplir con un mínimo de 7 horas de laboratorio que podrían extender hasta por un máximo de 4 horas adicionales, lo que les daría puntos adicionales en su calificación final.  Encuentran que los estudiantes se dividen en grupos. Algunos de ellos llevaron a cabo su tarea de inmediato, mientras que otros espaciaron la tarea a lo largo del curso. Y, por supuesto, hubo otros que esperaron hasta el final del curso para llevarla a cabo. En todos los casos, no {obstante, Chebolu y Dayan pudieron encasillar el comportamiento de los estudiantes de acuerdo a su enfoque de investigación.

En un mundo en el que se privilegia la eficiencia, la procrastinación se ve como un problema que hay que superar, y ciertamente lo es en cierta medida. Habría que mencionar, sin embargo, que algunos como Santaella se preguntan si la procrastinación de Darwin fue parte de su genio y si le habría ayudado para su descubrimiento revolucionario. En cuyo caso habría sido un rasgo positivo. Aun si así fuera, no obstante, sería peligroso que lo extrapolemos a los demás mortales. ¿O no?