Mano izquierda

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Cuando se inicia en la oportunidad de compartir algunas ideas en una columna, resulta fundamental siempre referirse a la motivación que impulsa al autor a escribir, esto viene aparejado al derecho que tiene el lector de conocer las razones del título con el que ha sido registrada la columna, pues desde el nombre, quedarán reflejadas ad perpetuam sus convicciones, ahora bien, si tales razones son del agrado de quien gentilmente se toma unos minutos para leer, quizá esa persona se convierta, con el tiempo, en fiel lector y hasta comentarista habitual de posteriores entregas.  

Referido lo anterior, es importante precisar de donde proviene la frase “mano izquierda”, aclaro -no es geometría política-; de acuerdo con el Diccionario de la Lengua Española, esta frase hace alusión a la habilidad para manejarse o resolver situaciones difíciles en la vida. 

En la más favorable de sus interpretaciones y en la visión de quienes dedican su vida a la tan desprestigiada “política” o quienes pretendemos hacerlo con la firme convicción de que se puede recuperar ese prestigio, esta frase se asocia al diálogo circular (hoy tan citado), la negociación, la diplomacia, pero también de modo directo se vincula a características de la personalidad, como la prudencia, calma y el equilibrio emocional, instrumentos necesarios en todos los aspectos de nuestra vida, considerando que el ser humano es y seguirá siendo un animal político.  

Así, la frase mano izquierda resulta indispensable en el mundo del derecho y de la política, dos caras de una misma moneda. La conciliación de intereses resulta ser todo un arte para encontrar el punto medio aristotélico, para que las partes en conflicto encuentren un consenso entre sus intereses beligerantes, pero que además exista un convencimiento hacia el escenario que fue descrito por Ghandi, no hay caminos para la paz, la paz es el camino, frase a la que con toda humildad le agregaría, que los caminos de la paz son trazados con la mano izquierda. 

La diplomacia de la mano izquierda requiere tres ingredientes para transitar del conflicto a la conciliación: el primero los aparatos receptivos naturales, los oídos, para escuchar con suma atención a las partes, decía el gran Alberto Cortez… aprender a escuchar esa es la clave, si se tienen intenciones de saber…, la escucha permanente de las partes por supuesto, pero también, escuchar a quienes en determinados temas tienen un expertis que coadyuvará a entender mejor las posiciones de las partes, humildad para reconocer que nadie nace sabiéndolo todo y que escuchar sin ego es sabiduría pura. 

Un segundo elemento el diálogo, diálogo hasta el extremo, diálogo que construya acuerdos, pues no hay nada más humano que hablar desde la razón para superar diferencias y encontrar coinicidencias. Finalmente un tercer invitado, el piso mínimo desde donde debe construirse los acuerdos en cualquier rincón de este planeta, quizá el más complicado de entender para muchos todavía, los derechos humanos. Pues la mayoría de los conflictos nacen justo de una colisión de derechos, de un impacto frontal entre dos posturas sustentadas en que las partes creen con vehemencia ante un hecho, tener la razón apoyado en la creencia de un derecho que el otro les lesiona y viceversa. 

Y es que los derechos humanos deberán dejar de ser en el futuro próximo, un tema de abogados, para convertirse en forma de vida para una especie conformada por más de 7625 millones de personas, en el que los seres humanos signaremos un nuevo contrato social universal basado en nuestra dignidad. 

Y ahí aparece justo la mano izquierda, para colocar la escucha, el diálogo y los derechos humanos en todas las relaciones humanas, sean familiares, laborales o las de gobierno; sin olvidar que también hay otra mano, la del garrote, la mano que representa la fuerza, esa que conduce a la violencia, esa, que debe ser reducida a su mínima expresión, si es que no queremos volver a los tiempos taliónicos del ojo por ojo. 

De este modo la escucha y el dialogo en un marco de derechos humanos, necesariamente nos llevará a escenarios de paz y reconciliación, por eso esta humanidad requiere millones de manos izquierdas dispuestas a solucionar conflictos, porque los derechos humanos sustentan su credibilidad en la dignidad de la persona, que en palabras sencillas signfica que el individuo es valioso en si mismo tal como lo afirmaba el gran jurista español Peces Barba, la naturaleza humana llevari´a razones suficientes para otorgar un valor supremo al individuo; un valor tan supremo que se lo considera como el prius del orden juri´dico del Estado de Derecho. 

Si desde la dignidad humana se construye el trabajo de la mano izquierda, ¿cómo escuchar y dialogar en el mundo contemporáneo?, un mundo en donde parecieran estar invertidos conceptos elementales, el “tener” por el “ser”, el “yo” por el “nosotros” y la “felicidad” suplantada por “éxitos superfluos”, lógica en la que se confunde “venganza” con “justicia”. 

La empatía juega un rol primordial para entender las posturas encontradas, entender que los pobres del orbe reclaman salir de la miseria, pero con dignidad, entender que mujeres y hombres son libres de amar a quien decidan, que se puede ser, pensar y vivir diferente pero siempre habrá puntos de encuentro, que cada humano en cualquier parte de la tierra merece ser felíz sin que su felicidad implique la desgracia del prójimo, pues encima de la soberbia se asomará siempre la fraternidad humana. 

Y así, a este mundo per se convulso, llegó un adversario microscópico, un virus que nos recordó lo que habíamos olvidado, que somos frágiles, que este flagelo no se superará con visiones individuales, por el contrario la colaboración social es fundamental, porque nuestras vidas siempre han sido codependientes, sólo que en la ceguera que provoca el egoísmo lo habíamos olvidado. 

Tengo la certeza de que sobreviviremos, pero la humanidad será distinta, deberá serlo en un nuevo pacto social universal basado en la dignidad humana, que reconozca que ninguna persona debe padecer hambre porque el planeta provee alimento para todos, que el agua, el aire y la tierra son elementos patrimonio de todos, que existe una relación natural humano-planeta, que el concepto de trabajo no será nunca más una neoesclavitud, generador de personas infelices, que el nuevo pacto social universal, lo construiremos a partir de la maravillosa oportunidad que tenemos todos de estar VIVOS y que la creatividad e ingenio humano apuntarán a la preservación de la vida. 

Sin duda habrá mucho por hacer en lo inmediato, mucho por reescribir desde una reconfigurada geopolítica y de hasta lo local, si todo ha nacido de una idea es momento de pensar bajo una lógica política distinta, la visión anacrónica de conceptos como “razón de Estado” “gobernabilidad” o “gobernanza”,  deben ser deconstruidos a partir de que, en la dignidad humana, el Estado le sirve a las personas y no las personas al Estado. 

Así, amable lector la escucha, el diálogo y los derechos humanos desde la dignidad serán la fórmula, seguro habrá que reinventarnos, ampliar la utopía platónica de encontrar la sabiduría, la prudencia y la justicia; la invitación desde este espacio es sencilla, que nuestras relaciones en la familia, en la calle, con los que no piensan como nosotros, las reconsideremos, pensar una historia distinta, una historia que se escriba, sí querido lector, atinó Usted, con la mano izquierda.

jorgeandres.manoizquierda@gmail.com