Mirador

Compartir:

Dicen que en el espejo del ropero grande de la casa del Potrero aparece de pronto un rostro de mujer.

Quienes lo han visto lo describen, hermoso rostro de perfectas proporciones. La mujer es morena clara; sus ojos son grandes, negros y húmedos, como si su dueña acabara de llorar. Tiene una larga cabellera bruna. Sus finos labios, de un color rojo pálido, se entreabren en una vaga sonrisa que a unos les parece de tristeza y a otros de invitación. 

Muchos la han mirado, y hablan de ella como de un fantasma familiar. La llaman así: “ella”. Dicen: “Ayer entré a la recámara de don Ignacio y se me apareció ella”. O: “Anoche estaba ella en el espejo”.

Nadie se asusta al verla, ni los niños. Y es que ella no habla nunca, ni anuncia su presencia con ruidos misteriosos. “Te mira nada más -me cuentan-, y te sonríe con esa sonrisa que casi no es sonrisa”.

Ella.

Me pregunto por qué nunca se me ha aparecido a mí.

¡Hasta mañana!...