Mirador
A
San Virila salió de su convento y fue al pueblo a pedir el pan para los pobres.
Muchos pobres había, y poco pan. Así, repartió entre los más pobres de los pobres los escasos mendrugos que le dieron. A ellos añadió su ración de pan de ese día. Ayunó para que un pobre no ayunara.
El hermano portero le dijo:
-¿Por qué no haces el milagro de la multiplicación de los panes?
Respondió San Virila:
-Tal milagro no debo hacerlo solamente yo.
Los demás frailes escucharon eso y dieron también su pan. Aquel día los pobres no pasaron hambre.
San Virila se puso feliz. Exclamó lleno de alegría:
-¡Qué hermosos son los milagros que hacemos todos juntos!
¡Hasta mañana!...
