Oposiciones y expectativas

Creo que las cifras y las estadísticas serán lo de menos. Finalmente, él tendrá sus propios datos. Pero en lo que sí ha de centrarse la atención, el interés y una curiosidad cuasi morbosa es en la actitud con que Andrés Manuel López Obrador se planta ante este país, como Presidente de México.

¿Seguirá siendo un candidato en campaña? ¿Asumirá al fin como Jefe de Estado? ¿Estará enojado, molesto, triste o feliz, feliz, feliz?

¿Su mensaje denotará preocupación u ocupación de los grandes problemas de la nación? ¿Será autocrítico o autocomplaciente? ¿A quién le hablará? ¿Solo a sus seguidores o a quienes ve como sus enemigos, es decir a los críticos de la Cuarta Transformación? Y la gran pregunta ¿Convocante o peleonero? Es decir, seguiremos teniendo un presidente que todos los días libra batallas en todos sus frentes, o empezaremos a tener un líder que, respetando las diferencias, nos una para enfrentar los desafíos esenciales y comunes.

Y es que en ocho meses formales de gobierno y envuelto en las banderas de la austeridad y contra la corrupción, se ha encarado con instituciones y grupos, como nunca antes lo había hecho ningún mandatario apenas empezando: medios de comunicación, empresarios, calificadoras, iglesia católica, burócratas despedidos, madres solteras, enfermos carentes de medicinas, la CNDH, el INE, los organismos autónomos, los académicos, los becarios, los creadores artísticos, gobiernos de los estados, científicos y todos aquellos que se sienten afectados, vulnerados o agraviados en sus derechos, sus ingresos o sus intereses por decisiones específicas o un estilo de gobierno que los maltrata con cierta frecuencia. Todos, sin excepción, esperando a ver qué dice y cómo lo dice el presidente.

Mientras tanto, se han venido incubando diversas reacciones y movimientos sociales, empresariales y partidistas inéditos en un primer año de gobierno. Una respuesta heterogénea y en algunos casos desordenada al avasallamiento de Morena con un dominio nunca antes visto, que controla dos de los tres poderes –Ejecutivo y Legislativo- y tiene una influencia creciente en el Judicial y en entidades clave como el Banco de México, por ejemplo.

Entre los síntomas opositores, habría que destacar algunas iniciativas empresariales –entre ellas la de Coparmex- que buscan como primera escala ganar el Congreso en 2021 para lograr el tan anhelado contrapeso a la presidencia y ser competitivos en 2024; aunque alguna de ellas trae ruta crítica hasta el 2030.

En paralelo, se presentó en sociedad Futuro 21, que muchos ven como un intento desesperado de sobrevivencia del PRD, con un nuevo rostro. Más amenazante para el lopezobradorismo es la posibilidad –que empieza a cocinarse- de una alianza PRI-PAN con la suma probable de Movimiento Ciudadano y la asociación con uno o varios de los proyectos político-empresariales actualmente en la incubadora y gestados para el mediano plazo.

Por lo pronto, el domingo sí que está cerca para despejar no tanto la incógnita del qué, sino la inquietud del cómo.

PD. Cuando según las encuestas AMLO disfruta de un confortable 60 % de aceptación, se anuncia una marcha en contra de su gobierno. Sean pocos o muchos, vaya el deseo de que sea una manifestación pacífica.