¿Orange wines, vinos “naturales”? Los expertos opinan

En los últimos años han proliferado vinos que son identificados nebulosamente por sus promotores como “naturales” o como orange wines. Estos términos no son indistintos. Un vino naranja es un vino blanco elaborado mediante contacto con la piel de la uva durante la fermentación o maceración (por menos tiempo que un vino rosado), impartiendo un matiz naranja al resultado, junto con algo de taninos. La definición de vino “natural” es más ambigua, se refiere a la “mínima” intervención del hombre en viñedo y bodega y a la “mínima” adición de agentes externos, como sulfitos (anhídrido sulfuroso). El problema número uno es que, en principio, todos los vinos de calidad son naturales, no tienen más ingredientes que uva; aunque en muchas bodegas se usen correctores de acidez o estabilizadores, todas lo hacen bajo el esquema de lo “mínimo”.
Cuestión aparte son los vinos con apellidos más fifís, como los ecológicos o los biodinámicos. Este tipo de tratamiento está regulado por una serie de principios específicos, incluso normativas particulares, y los “naturales” no. Los vinos “naturales” son como cualquier mortal que adopta un distintivo para hacer patente que se comporta de cierta manera, sea cual fuere esa forma de comportarse, aunque sea un comportamiento extendido, incluso implícito o pleonástico; el segundo problema es que los vinos “naturales” tienden a ser como la botella de aceite de oliva que anuncia en letras grandes sobre su envase “Sin colesterol”, cuando todos sabemos que el aceite de oliva no tiene colesterol, convencionalmente hablando. Pero ¿qué opinan los expertos sobre el futuro inmediato de estas “tendencias”?
Hay que decir que la técnica de producción de los orange wines es muy antigüa y, como ya establecimos, los vinos de calidad siempre han sido “naturales”; sin embargo, una nueva ola de este tipo de vinos ha inundado el mercado en los últimos años. Según un artículo de la revista Wine Spectator, el sommelier John Lancaster del restaurante Boulevard en San Francisco, California, dice que espera que pronto se termine esa proliferación de orange wines, pues nunca ha entendido realmente el elemento oxidativo en los vinos blancos, fuera de los jereces, por supuesto.
Por otro lado, Elizabeth-Rose Mandalou, de Allora en Sacramento, California, explica que, definitivamente, una tendencia que espera ver desaparecer sería la de los vinos “naturales” hechos sólo pensando en el apelativo. Ella aprecia la frescura en los vinos, la acidez; está a favor de una mínima intervención, pero insiste en que lo importante es encontrar estos factores en quienes tienen realmente el terroir, las uvas y la mano para respaldarlos y ni ella ni la gran mayoría de estas etiquetas necesitan “aclararlo” en la etiqueta.
Cedric Nicaise, de Eleven Madison Park en Nueva York es muy claro: “Ya tuve suficiente con los vinos “naturales”. Espero ver un final para esa categoría “cachatodo” de vino “natural”, en donde la historia detrás de la botella es mejor que su contenido”. Personalmente creo que este sommelier ha dado en el clavo, que ilustra el tercer problema de la “categoría”: ¿qué sentido tiene beber un vino porque alguien piensa que es “trendy” si no es suficientemente bueno? Muchos hipsters ordenan vinos “naturales” u orange wines porque están de moda (entre ellos mismos) no porque sean realmente buenos. Nunca he visto que una marca como Lafite, Romanée-Conti, Giacomo Conterno o Rafael López de Heredia ponga en su etiqueta “Vino Natural” o produzcan vino naranja. Llámeme anticuado, llámeme clasicista, tradicionalista, llámame como guste y mande, caro lector, pero me rehuso a beber vinos mediocres o malos por postura.
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