Para negociar con Donald Trump

Cuando en enero de 2017 aseguré en este espacio que Trump era un perfecto imbécil, muchos me cuestionaron diciéndome que estaba equivocado, porque no tenía un pelo de pendejo. Que por algo había amasado una inmensa fortuna y estaba llegando a la presidencia de los Estados Unidos.

En cuanto a lo primero habría que recordar que Donald fue dos veces heredero: de su abuelo Frederick Trumpf quien llegó a los Estados Unidos huyendo del servicio militar de su natal Alemania 

–migrante pues- para hacer fortuna con grandes prostíbulos donde corría el alcohol ilegal; también de Fred, su padre, vinculado al Ku Klux Klan, y quien fundó el imperio inmobiliario de la familia comprando edificios en conflictos legales y corrompiendo abogados y jueces. A la muerte de su hermano mayor por alcoholismo, Donald siguió escribiendo la voraz historia familiar haciéndose célebre cuando en 1971 su empresa enfrentó una demanda por negar el alquiler de departamentos a negros e hispanos. Aunque el despegue de sus grandes negocios se dio con la edificación de casinos y hoteles en Atlantic City, no lejos de NYC, donde descubrió dos principios infalibles para retacarse los bolsillos: “en los casinos siempre debes ir cinco a uno de ventaja sobre los idiotas apostadores; y si alguien empieza a ganarle a la casa, le envías una belleza de película para retirarlo de la mesa y llevárselo a un lugar más íntimo”. ¿Reminiscencias del abuelo? 

Por lo que hace a la semántica, Nunca dije que imbécil era sinónimo de pendejo. Hay otras acepciones: estúpido, majadero, cretino, necio, insensato, estólido y estulto. ¿Alguna objeción? Porque conceptualmente el imbécil reúne tres condiciones: se asume sistemáticamente con el derecho a abusar en sus relaciones con los demás; se siente inmune a las quejas y los reclamos del prójimo; y en casos patológicos, como el de Trump, siempre se proclama como el dueño de la verdad absoluta. Él mismo estableció sus principios en su libro pomposamente titulado El Arte de la Negociación: “me gusta provocar a mis adversarios para ver cómo reaccionan; si son débiles los aplasto, si son fuertes negocio; mi estilo para negociar es muy simple y directo; apunto muy alto, luego presiono y presiono para conseguir lo que quiero; solo algunas veces acepto recibir un poco menos, pero en la mayoría de los casos consigo todo y hasta más de lo que esperaba”.

Por si hubiera alguna duda, alguien podría negar que Trump es un imbécil aunque sea solo por burlarse de un periodista discapacitado, por tildar de “violadores” a los inmigrantes mexicanos ilegales o por sus comentarios sexistas y hasta incestuosos como cuando en una conferencia de prensa dijo de su propia hija: “Vaya si Ivanka es impresionante; toda una belleza; si no fuera porque estoy felizmente casado y en fin, porque soy su padre…”

A ver: sé que la delegación mexicana que ahora está en Washington para negociar con Trump y sus rudos, tiene toda la información sobre su iniciativa del 5 y hasta el 25 % de aranceles a nuestras exportaciones; sus efectos devastadores en las dos economías; la presión del TMEC, el lobbying con legisladores y empresarios, en fin. Pero además de sus gráficas, estrategias y sesudos estudios, tal vez pudieran servirles estas líneas, que les hago llegar con la mejor intención, para descifrar al imbécil que tienen enfrente.