Partido hegemónico

“México no cabe en un solo partido”.

José Woldenberg, 1994

El triunfo de Ernesto Ruffo, candidato del PAN al gobierno de Baja California, marcó de manera simbólica en 1989 el inicio del fin del régimen de partido único. Era la primera vez en décadas que un opositor ganaba oficialmente el gobierno de un estado. En 1997 el PRI perdió por primera vez la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y en el 2000 un candidato de oposición fue electo presidente de la república. México vivía ya una democracia, imperfecta quizá, pero democracia. 

Treinta años después el partido único parece estar reviviendo. Quizá tiene otro nombre y otro color, aunque algunos de los rostros son los mismos. Lo significativo, sin embargo, es el hecho de que estamos en camino de tener nuevamente un partido hegemónico. 

Baja California es uno de los estados que marcan este retorno. Desde hace 30 años el estado había sido gobernado por panistas. Hubo gobernadores buenos y malos, pero al final los panistas perdieron la capacidad de acercarse a la gente. Por eso han perdido el estado que fue símbolo de la transformación democrática. Jaime Bonilla será el gobernador en un nuevo régimen y lo hará al parecer con un carro completo, como en los viejos tiempos. 

En Puebla, el estado que gobernaron priistas como Maximinio Ávila Camacho, Manuel Bartlett y Mario Marín, tres candidatos del PAN habían ganado elecciones de manera sucesiva: Rafael Moreno Valle (hijo del ex gobernador priista del mismo nombre), José Antonio Gali Fayad y Martha Érika Alonso. Tras la muerte de la gobernadora Alonso, y de su esposo Moreno Valle, Morena ha tomado ahora el control con Miguel Barbosa como próximo gobernador. 

Pese a que Morena se convirtió en partido apenas en 2014, va en rápido camino de ser el nuevo partido hegemónico. Este año gobernará ya siete entidades: Baja California, Chiapas, Ciudad de México, Morelos, Puebla, Tabasco y Veracruz, con 30 millones de habitantes. El domingo pasado obtuvo también el triunfo en la legislatura de Quintana Roo, entidad gobernada por Carlos Joaquín de la alianza PAN-PRD. Los partidos de oposición todavía obtuvieron triunfos en Aguascalientes, Durango y Tamaulipas, pero la marea guinda crece con rapidez. 

Morena tiene no solo la Presidencia sino mayoría absoluta en las dos cámaras del Congreso de la Unión. Comienza a colocar en los órganos autónomos, creados como contrapeso al partido hegemónico, a sus simpatizantes, algunos de los cuales no tienen más virtud ni conocimiento que su incondicionalidad al régimen. El presidente toma decisiones de manera personal que deberían ser debatidas por especialistas y las avala con consultas amañadas, como ocurrió con el aeropuerto de Texcoco, o con una petición a la Madre Tierra, como en el Tren Maya. 

Andrés Manuel es carismático, excelente comunicador y populista, pero impone cada vez más sus filias y sus fobias. No es el primero. Los Trump, Erdogan y Duterte han tomado el control de países que parecían inmunes al populismo. Hay en el mundo una nostalgia por los gobernantes autoritarios de antaño, como en Rusia, que ha recurrido a Putin porque ofrece recuperar glorias perdidas. Y una vez que alcanzan el poder, como Maduro, difícilmente lo sueltan. 

Francis Fukuyama se equivocó. La caída del muro de Berlín no fue el fin de la historia. El liberalismo democrático trastabilló entre titubeos y hartó a unos electores que quieren soluciones fáciles y rápidas. En México este proceso se está saldando con el retorno al partido hegemónico. El último duró 71 años. 

Taxistas

Un grupo de taxistas bloqueó ayer las principales avenidas de la Ciudad de México para exigir la prohibición de Uber y otras aplicaciones de transporte. No se les ocurrió ofrecer un mejor servicio para que los clientes decidieran por sí solos regresar a los taxis tradicionales. 

Twitter: @SergioSarmiento