Pasamos a pérdidas

Durante la década de los sesenta del siglo XX, surgieron en la ciudad de San Luis Potosí dos instituciones encaminadas a promover el estudio y la difusión de la historia potosina. Por un lado fue creada la Sociedad Potosina de Estudios Históricos, conducida por los hermanos Cabrera Ipiña, y diversas personalidades entre las que destacaban José Álvarez Mosqueda, Ruth Arvide, Luis Chessal, Luciano Hernández Cabrera, Luis Mancilla Rivera, Daniel Saldaña Berrones, Joaquín Meade, Antonio Prieto Laurens, Nereo Rodríguez Barragán, por mencionar algunos.
Destacó, también, con las mismas finalidades aunque funcionando bajo otros parámetros, la Academia de Historia Potosina, integrada en un inicio por Alberto Alcocer Andalón, Horacio Caballero Palacios, Antonio Kalixto Espinosa, Alejandro Espinosa Pitman, Rafael Montejano y Aguiñaga, Rafael de Murguía y Palacio, José Francisco Pedraza Montes, Paulino del Pozo Rosillo, Moisés Vega y Kegel, luego otros se integrarían a esta asociación.
Ambas instituciones, supongo, tuvieron parte de su origen en la Junta Auxiliar Potosina de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, instaurada en San Luis Potosí en abril de 1951. A ella se debe, por ejemplo, y de acuerdo a su libro de actas, la fundación de una biblioteca denominada luego Manuel Muro, ubicada en el interior del Museo Regional Potosino; un estudio sobre la nomenclatura de la ciudad (respaldo de muchas de las placas que aún subsisten en las calles), y la erección de un monumento a los fundadores de la Ciudad.
Algunos de estos proyectos, luego de la disolución de la Junta en algún momento de la década de los 50, fueron retomados de manera unilateral e inconexa, por las agrupaciones ya referidas. Destacan entre ellos, la edición de diversos libros, esfuerzos no superados hasta ahora, con investigaciones varias de historia local y regional; la publicación de algunos textos de la misma temática, en boletines que tuvieron como finalidad difundir esos trabajos.
Llama la atención, un esfuerzo de otro tipo, vinculado al refuerzo de la identidad del potosino y de lo potosino, y que va más allá de la percepción de los hombres ilustres que engrosan el panteón cívico potosino: colocar placas en los sitios en los que existieron las casas en las que nacieron, vivieron o fallecieron, algunos de nuestros próceres.
En estas épocas de revisionismo y de resignificación historiográfica, posiblemente no nos dirá nada la colocación de alguna placa en este sentido, e incluso podría invocarse el culto a la deslumbrante historia de bronce, sin embargo consideremos que hace algunos años, esto resultaba muy tractivo, cívica, social, y culturalmente, en la medida que permitía vincular los espacios, el entorno, y el imaginario con un potosino distinguido, por llamarlo de alguna manera.
Así, fueron colocadas placas de mármol, en la mayoría de los casos, en los espacios que ocuparon las casas donde nació y murió Manuel Muro, donde fallecieron Julio Betancourt, Primo Feliciano Velázquez, Manuel José Othón, Francisco de Asís Castro, por citar algunas. Así, muchos crecimos aprendiendo un poco de historia local y de sus hombres, gracias a inscripciones como éstas. Didáctica de la historia.
La cosa no era nueva, ya había antecedido la idea una placa en el sitio donde nació Francisco González Bocanegra; por allí de 1915, la antigua calle de Mariscal, fue rebautizada con el nombre de González Bocanegra, y se colocó una placa de mármol, en el sitio donde se decía nació el vate. También en el lugar donde se creía –y sigue creyendo– que nació el caudillo independentista Mariano Jiménez, a principios del siglo XX se colocó una placa; luego se colocaron también placas donde nació Juan Sarabia, y donde se dice se redactó el Plan de San Luis. Ya por ahí de la segunda mitad del siglo se colocó una placa de bronce, a iniciativa de la presidencia municipal, en la casa donde nació Manuel José Othón.
Desafortunadamente la primera y la última desaparecieron; la primera, la de González Bocanegra, al efectuarse una torpe restauración se retiró la placa y no volvió a aparecer; seguro palideció el INAH frente al capital armenio, porque nada dijo. La original de bronce, colocada en el exterior de la denominada Casa de Othón, desapareció, cuando la ignorante arrogancia de un secretario de Cultura, sumada a la megalomanía de Marcelo de los Santos, les hizo colocar una nueva, y desaparecer la anterior.
Recientemente, en caminatas por la ciudad, he visto que ya tampoco se conservan la de la casa en la que falleció Primo Feliciano Velázquez, en la calle de Galeana; tampoco se observa ya la que indicaba lo propio en la casa de Francisco de Asís Castro, en la calle de Morelos, esquina con Rayón, espacio que ocupa una caja popular. No hablemos de placas de monumentos.
Son, efectivamente asuntos menores, deberíamos estar más preocupados por los baches o por el incremento a la tarifa del camión, pero gracias a la suma de insignificancias como esas, hemos ido acabando por perder el conocimiento de nuestra historia.

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Pareciera que el dolor de cabeza más grande para la administración municipal no es el cochinero que le heredaron, sino el producido por el INTERAPAS y junto con pegado, el mantenimiento y conservación de la infraestructura de presa El Realito. Sigo sin entender para qué
la construyeron.
Quien anda desatado es nuestro diputado Mijis; sus iniciativas han estado a punto de generar una revolución más catastrófica que la del huachicol. Protestas que han estado encaminadas a paralizar las labores del Legislativo local; protestas que más parecieran pagadas o autogeneradas. Pero bueno, ya vio que escándalo deja, y si ya le dejaron guaruras, pues algo más.
Y a propósito de diputados, veamos el impresionante descuento que se realizaron en sus percepciones. Hambreados. Menos mal que los diputados de Morena, Partido del Trabajo y Encuentro Social señalan que se descontarán un 10 % adicional. Vaya generosidad.
Quien nada que se va, porque además seguro no saben ni a dónde, es el sobradito secretario de Comunicaciones; quien si se fue y que bueno, digo, después de tantas ofensas que le infligió a nuestro gober, fue el ex tesorero; ahora la cosa es que creo que no existe alguien que tenga la capacidad del saliente para ocupar el cargo.
Se fue también Elías Pesina y, a ver que sigue, hay que reconocer que el oficial mayor saliente era un señorón en materia de trabajo; no en cosas de honradez y decoro, pero bueno, cualquiera puede poner a un sobrino a que le maneje la taquilla del teatro de la Paz y a hacer negocios a la sombra de la casona de Guerrero.
A propósito de la calle Guerrero, hoy inician los trabajos de rehabilitación de ésta, impulsados por el Consejo del Centro Histórico y Gobierno del Estado. El tramo a intervenirse será el comprendido entre las calles de Aldama y Morelos; tendrán como premisa el tendido de cableado subterráneo, nuevas luminarias, sustitución de las redes de drenaje y agua potable, ampliación de banquetas y conservación del adoquinado. Mayor lucimiento tendrán las casonas de la familia Cabrera –en 5 de Mayo y Guerrero–, y la de Genoveva Gutiérrez Solana e Ipiña, en Zaragoza y Guerrero. En hora buena.
Dicen los que saben, y los que no, repiten, que hoy es sábado social, disfrútenlo, pero no se excedan.