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Penitencia

Por Catón

Junio 16, 2024 03:00 a.m.

A

Susiflor fue con su novio al Ensalivadero, lugar alejado de la ciudad, y solitario, en el cual reina siempre una oscuridad propicia a los desahogos pasionales de los enamorados. Al día siguiente buscó a temprana hora en el templo al bondadoso padre Arsilio a fin de que le impartiera el sacramento de la reconciliación. Le dijo en el confesonario: “Acúsome, padre, de que anoche estuve en el Ensalivadero con mi novio, y.”. “No le sigas -la interrumpió el sacerdote-. Ya sé lo que sucede en ese pecaminoso sitio. Nada más precísame si tú y tu novio llegaron a primera base, a segunda o a tercera”. “Llegamos hasta el home, señor cura -respondió con moderada pena Susiflor-. De todo a todo. Por eso vine en procura de consuelo espiritual, pues la conciencia me ha remordido todo el tiempo, salvo cuando me estuve maquillando”. “Con sobrada razón experimentas ese resquemor -declaró el padre Arsilio-. Grave fue la culpa, y grave también será la penitencia. Te daré la absolución si me prometes rezar cuatro rosarios”. “Nomás fueron dos veces, padrecito” -se defendió Susiflor. “No entremos en detalles -la detuvo el presbítero de nuevo-. Cuatro rosarios deberás rezar si quieres merecer perdón”. “Entonces écheme de una vez otros cuatro, padrecito -replicó Susiflor-, porque ya quedé con mi novio de ir nuevamente al Ensalivadero hoy en la noche”… El marido le dijo a su esposa: “Comemos y luego iremos a comprar tu aparato”. “Está bien -accedió la señora al tiempo que empezaba a desabotonarse la blusa-. Vamos a la cama”. Repitió el señor en voz más alta: “Te digo que comemos y luego iremos a comprar tu aparato para la sordera”… Noche de bodas. Mientras su dulcinea se disponía para la ocasión el novio bajo al bar del hotel y pidió una copa de licor dulce. El cantinero le preguntó: “Usted es el recién casado que está en la suite nupcial ¿verdad?”. “Así es” -confirmó el joven. Le dijo el barman: “Entonces no le aconsejo el licor dulce. Eso reduce los ímpetus amatorios y disminuye el deseo sexual. Mejor tómese un tequila. El tequila fortalece el ánimo y estimula grandemente la sensualidad”. Aceptó la sugerencia el muchacho y se bebió un tequila, y otro más, por si las dudas. Seguidamente encaminó sus pasos a la habitación donde su amada lo aguardaba. Dos horas después regresó al bar y le pidió al cantinero: “Deme tres copas de licor dulce”. Le indicó el hombre: “Ya le dije que eso reduce los ímpetus amorosos y apaga el deseo sensual”. “Precisamente -respondió con voz débil el exhausto galán-. Quiero esas tres copas para dárselas a mi novia”… Tirilita, muchacha célibe, les informó a sus papás que estaba un poquitito embarazada. “¡Recórcholis! -exclamó su padre, cuyo catálogo de interjecciones no estaba actualizado-. Y ¿quién es el padre?”. “¿Cómo voy a saberlo? -replicó, gemebunda, Tirilita-. ¡Ustedes nunca me han dejado tener novio formal!”… Con hosco acento decía cierto señor: “La vida del hombre casado es muy frustrante. Los primeros 25 años de matrimonio quiere ser fiel y no puede. Los segundos 25 años quiere ser infiel y tampoco puede”… El marido llegó a su casa en hora desusada y al entrar en la alcoba conyugal vio lo que nunca pensó llegar a ver: su esposa estaba en el lecho entrepernada con un desconocido. Aquella visión lo hizo perder su acostumbrada ecuanimidad de tenedor de libros, y prorrumpió en expresiones denostosas dirigidas alternativamente al hombre y la mujer: “¡Bribón! ¡Piruja! ¡Desgraciado! ¡Zorra! ¡Hijo de mala madre! ¡Mesalina!”. La señora exclamó llena de alegría: “¡Ay, Leovigildo! ¡Qué feliz soy! ¡Ahora sé que verdaderamente me amas! ¡Estás celoso!”. FIN.

HISTORIAS DE LA CREACIÓN DEL MUNDO

Las gallinas fueron en manifestación ante el Señor y le entregaron un pliego petitorio.

Querían ser bellas como el cisne, el pavo real, el ave del paraíso o el quetzal.

Pedían que su nombre no fuera sinónimo de cobardía. Les molestaba que los hombres dijeran: “No seas gallina” al dirigirse a un medroso. 

Exigían finalmente que les cambiara la forma de ser madres. Adujeron: “Es que cada hijo nos cuesta un huevo”.

El Señor respondió que no podía acceder a sus demandas. Lo hecho, hecho está, manifestó. Les prometió, sin embargo, que en alguna forma las compensaría.

Entonces les dio al gallo.

Esto sucedió hace mucho, mucho tiempo.

Y las gallinas no han vuelto a quejarse.

¡Hasta mañana!...