Planeta paralizado

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Es imposible pensar que este escenario en que se encuentra el mundo en estos momentos, este brutal, despiadado confinamiento al que ha sido sometida la mitad de la población del planeta, que aún estando sana en una inmensa mayoría, se ha tenido que recluir, que encerrar en sus casas y apartarse del contacto con otras personas, bajo el temor, la amenaza de ser contagiado de un virus de gran peligrosidad y muy contagioso, debido a una intensísima campaña que logró atemori zar a millones de gentes en todo el mundo, tenga un origen desconocido o accidental. En nuestro país, desde que amanece, los medios de comunicación electrónicos y digitales y los impresos, inducidos por el gobierno federal, el estatal y los municipales, parecen haberse organizado para atemorizar: Quédate en casa, lávate las manos, guarda distancia, usa el tapabocas, el virus es muy contagioso, no hay suficientes respiradores, se están muriendo en las calles, nos definen un panorama de pavor. Se nos ha hecho pasar una experiencia en la que solo el tiempo y las naciones que tienen recursos y científicos en el campo de la investigación de estos virus, nos podrán aclarar la verdad de su origen.

Por otra parte no se nos dice cuántas personas están muriendo en México de cualquier otra enfermedad que no sea el COVID-19,  dato que sería muy útil para ponderar la letalidad de la pandemia. Cuantas personas mueren por efecto de la edad, cuantas de cáncer, cuantas de infartos. Lo que sí sabemos, es que muertes por violencia criminal son casi 3,000 cada mes, es decir cerca de 35,000 al año. Si en México llevamos en cuatro meses de pandemia, aproximada mente 2,300 y se está estimando que podrá llegar al final, a un número cercano a 6,000, es decir, la sexta parte, cabe preguntar cuántos de estos, son personas que por su edad o por sus padecimientos habrían podido morir aun sin ser contagiados.

Solo unos 250,000 personas en el mundo han perdido la vida, algo así como un 0.0026%, en los cuatro meses que lleva la pandemia

Esta semana ya empezamos a presenciar el diferendo entre los gobiernos de China y el de los Estados Unidos, por la responsabilidad inmensa que entraña el haber dado origen a la pandemia del COVID-19, que fue la causa de que casi la mitad de la población del mundo, aproximadamente 3,500 millones de personas, se vieran obligadas a entrar en cuarentena y cientos de miles de empresas y centros de trabajo de todo el mundo, se hubieran visto en la necesidad de cerrar sus puertas y suspender sus labores, dejando sin empleo a millones y millones de personas en los cinco continentes del mundo. 

Descontando el costo muy lamentable y doloroso de las pérdidas en vidas humanas, hay otros terribles costos que el mundo tendrá que enfrentar, como es el económico, cuya cuantía es casi incalculable pero que entraña una profunda recesión económica de la que no se sabe cuantos años habrán de pasar antes de que se vuelva a los niveles que se tenían hasta antes de que empezaran los confinamientos y el cierre de centros de trabajo, pero puede tardar muchos meses o hasta algunos años.

Y, por supuesto, está el costo social que significa dejar a millones de personas sin laborar y sin poder acercar a la casa el sustento de cada familia, con las consecuencias tremendas de carácter mental, psicológico y moral que sufrirán quienes no encuentran rápidamente un empleo o son llamados a ocupar el que tenían. Todos los países civilizados del mundo están teniendo que dedicar inmensas sumas de dinero para tratar de apoyar a muchos miles, o millones de empresas, que repentinamente, se quedaron sin ingresos y requieren un subsidio económico temporal, pero suficiente, para no verse en la necesidad de un cierre definitivo. Lamentablemente, nuestro gobierno se ha hecho notar en todo el mundo, como uno de los que menos apoyos ha brindado a sus empresas pequeña, medianas y micro, que son las que generan el mayor porcentaje de la población económicamente activa, aumentando con ello el peligro de profundizar la recesión que inevitablemente, ya empezó y se va a seguir profundizando.

Hay un costo de carácter emocional, no material, pero no menos penoso, que es del temor que quedará en el medio ambiente, en el mundo, de que otra pandemia similar o peor a esta que estamos sufriendo, pudiera repetirse. Es un temor que ha sido en alguna forma generado por los medios de comunicación, que todo el día están dando advertencias y estadísticas sobre los infectados o contagiados y sobre el horroroso final que nos aguarda si cayendo en contagio, pudiera no existir la atención médica y los equipos necesarios para salvar nuestra vida, o no hubiera el espacio en los centros hospitalarios para recibir atención, o tuviera que darse el equipo de respiración a otro paciente mas joven, condenando a los ancianos en ese terrible dilema a morir sin remedio. Ese cuadro, usted lo recordará estimado lector, impactó fuertemente, sobre todo a quienes en la tercera o cuarta edad, como el que esto escribe, ya se les consideraría casi como prescindibles, peor aún, desechables.