Ponciano Arriaga, Defensor del Pueblo
El mes de noviembre en San Luis Potosí, además de vivirse las tradicionales, coloridas y siempre emotivas festividades del día de muertos, hay una fecha muy emblemática para los potosinos, pero sobre todo para quienes dedican(mos) la vida a una de las más nobles profesiones liberales que existen: la abogacía, un valioso instrumento que contribuye a generar condiciones de vida más digna, más armónica y más fraterna entre todas las personas.
Y es que, un 19 de noviembre de 1811, nacía en esta Ciudad, Don José Francisco Ponciano Arriaga Leija, quien durante su niñez sufriría una orfandad prematura, que seguramente forjó el carácter férreo del joven siempre inquieto e inconforme ante la realidad social, que aún ante la adversidad logró graduarse como abogado previo a cumplir la segunda década de vida y que, en el breve ejercicio de su profesión, se dio cuenta que en no pocas ocasiones, el derecho y la justicia tienden a la protección del poderoso en detrimento de las causas de los desvalidos.
Así, Ponciano entregaría su vida a la construcción de un México con una perspectiva de justicia social, pues era un convencido que las infamantes desigualdades sociales, colocan a los pobres en una situación de abosluta desventaja, total desamparo, pero sobre todo les coloca en el inacceso a los inicipientes derechos que, en aquellas épocas, -fines de la primera mitad del siglo XIX-, se pretendían reconocer en un texto constitucional liberal.
¿Quién vela entonces por los pobres?, se preguntaba Don Ponciano, ¿el Estado?, ¿la Iglesia?, ¿la Escuela?, ninguna de esas Instituciones daba respuesta a todo aquel que era vejado, por el sólo hecho de ser una persona pobre, por ello, con un pensamiento de avanzada, situándose más allá del liberalismo puro de sus compañeros de ideas, Don Ponciano, trasciende a sus contemporáneos, incluso, me atrevo a afirmar que supera en ese aspecto al insigne Juárez, pues Ponciano le añade un matiz social al liberalismo, cuyos defensores de su pureza, se extraviaron en el concepto de igualdad total, dejando de reconocer las evidentes desigualdades, justamente en el México de los muchos Méxicos.
De modo que, Arriaga Leija, siendo diputado el 5 de marzo de 1847, propone y logra la instauración de la Procuraduría de Pobres, primera y única Institución en toda América dedicada a tutelar los derechos de los oprimidos, de los excluidos, de aquellos que nada tienen y que por cierto nunca tuvieron. Pero la idea quedó materializada, pues su ideólogo sembró la semilla de lo que en el futuro serían nobles Instituciones, las defensorías públicas y por supuesto las defensorías del pueblo o como se les conoce en la tradición escandinava: el Ombudsman.
Por eso, recordar a Ponciano Arriaga Leija, es rendir justo homenaje al ideólogo de las defensorías del pueblo, que hoy en pleno siglo XXI luchan por deconstruirse ante nuevas realidades, donde la pobreza, la marginación, continúan siendo flagelos que laceran absolutamente todas las estructuras sociales en el orbe, ante una humanidad que ha sido incapaz de fraternizar ante el otro, su prójimo.
En estos contextos, en una América asediada por los liderazgos extremistas de izquierda y de derecha, en el México del crimen organizado, de los otros datos, de los feminicidios, de la Europa amenazada por Putin, de un Oriente Medio sumido en el sufrimiento de la guerra, cuanta falta hacen personas esclarecidas como Arriaga.
En fin, de ahí la vigencia de su pensamiento, en un siglo donde el pobre es todo ser humano que sufre, porque carece de paz, de alimentación, de vivienda, de salud, de educación.
Por eso, será siempre importante recordar a Ponciano, como se hizo en días pasados en su tierra natal la Ciudad de San Luis Potosí, sede del 40 aniversario del Instituto Latinoamericano del Ombudsman-Defensorías del Pueblo, desde donde se elevó un fuerte pronunciamiento signado por defensoras y defensores de toda Latinoamerica y el Caribe, cuyo mensaje podríamos resumir en: “Procurar un mundo más solidario, mas justo pero sobre todo, más fraterno.”
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