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Y a todo esto… ¿Has notado que ha aumentado la oferta de tarjetas virtuales?

Por Ismael Alavez Torres

Marzo 18, 2021 03:00 a.m.

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El 4 de junio de 2019, se anunció que la empresa en expansión Rappi sacaría junto con VISA su nueva tarjeta virtual RappiPay Visa, que los consumidores mexicanos podrían obtener desde la famosa plataforma digital. A esta ola también se han sumado bancos ya establecidos, que entre sus servicios ofrecen tarjetas virtuales, tales como BBVA Bancomer, Bancomer con su Tarjeta Amazon Recargable, Santader con su e-cash, entre otros. Estos nuevos productos financieros han ido tomando mercado, sobre todo ahora que vivimos en tiempos de pandemia y aislamiento, donde las empresas Fintech vuelven protagonistas.

Pero empecemos bien. ¿Qué son las empresas Fintech? Su nombre corresponde a la abreviación de Financial technology (tecnología financiera). Esta industria de índole financiera aplica nuevas tecnologías a actividades, valga la redundancia, financieras y de inversión. Son aquellas nuevas aplicaciones, procesos, productos o modelos de negocio, compuestos por uno o más servicios financieros complementarios, que se ponen a disposición del público vía internet. Desde el siglo pasado en México han existido empresas consideradas Fintech como EGLOBAL, PROSA, TMSourcing y las empresas relacionadas con la Bolsa Mexicana de Valores como BURSATEC, MEXDER, entre otras.

Desde el año 2017 la Ley Fintech en México regula los pagos electrónicos, el financiamiento colectivo (crowdfunding), los activos virtuales y la asesoría financiera electrónica. Cabe destacar que México es el país con mayor número de empresas Fintech de toda Latinoamérica con 158 startups, seguidos por Brasil con 130 y Colombia con 77.

Algunas de las áreas de mayor interés e inversión dentro de esta industria boyante es la banca móvil, así como los pagos y transferencias por medios digitales. Siguiendo esta línea, las tarjetas virtuales nacieron para hacer más eficientes las compras por internet. A diferencia de las tarjetas tradicionales, no tienen formato físico, pero sí cuentan con los datos que ya conocemos: nombre, el número, fecha de caducidad y el código de seguridad. 

Entre las desventajas, podemos decir que no se pueden pasar por lectores en tiendas físicas, a no ser que se vincule dicha tarjeta a plataformas de pago, como Google Pay, Apple Pay, etc. Entre las ventajas están que ofrecen una opción sencilla, sin filas o contacto con gente (algo que se valora mucho en estos tiempos de pandemia) y se jactan de promover la inclusión financiera, el mejoramiento de la experiencia de los usuarios, así como de reducir la “ineficiencia” del uso del efectivo.

Existen diferentes formatos: algunas cuentan con emisión, mantenimiento o recargos gratuitos, mientras que otras cobran alguno o varios de estos servicios. Lo que todas tienen en común, es que están respaldadas por gigantes tecnológicos como Visa o MasterCard.

Estas compañías multinacionales no se consideran financieras (sí, como lo lees), pues son empresas de tecnología de pagos alrededor del planeta, que hacen alianzas con los bancos locales, que son los encargados de emitir el plástico (o los datos, como ya vimos), así como los términos y condiciones. Que tu tarjeta sea Visa o MasterCard, garantiza que podrás hacer uso de ella en comercios de más de 200 países, con la facilidad de acceder tanto a cajeros automáticos nacionales y extranjeros. Ambos gigantes tecnológicos cobran una tarifa a los comercios que aceptan sus tarjetas como forma de pago, y así es como obtienen ganancias.

Todo suena muy bonito y futurista, ¿No es así? Tenemos ejemplos de países de primer mundo que poco a poco abandonan la moneda física: En 2015, en Reino Unido, los pagos con tarjeta superaron al efectivo por primera vez. Suecia está considerando tornar al país en una sociedad sin efectivo para 2030; ya en 2016, apenas el 1% del valor de todos los pagos fue con monedas o billetes. El Banco de Corea de Sur (BOK) lanzó el “Plan de acción para una sociedad sin monedas” en el año 2017.

Sin embargo, esto puede tener consecuencias no tan agradables, que aún no alcanzamos a ver. Como ejemplo, digamos que usted me vende un kilo de frijol, y yo le pago con un billete. En este caso, hemos hecho una transacción directa, donde los beneficiarios hemos sido usted y yo. Ahora bien, si esa transacción fuera digital, alguien tendría que administrarla, y es en este “hueco” donde se genera dinero. Ahora, imaginemos no miles, sino millones de transacciones, grandes y pequeñas, ocurriendo cada minuto del día. 

Por otro lado, tenemos un componente bastante interesante: la psicología humana. Resulta que en un experimento conducido con el personal del Royal Bank of Scotland (RBS) en 2007, se demostró que las personas gastaban más haciendo pago sin contacto, puesto que no estaban del todo conscientes del dinero que realmente estaban gastando: usando las transacciones, en lugar de solamente comprar sólo una taza de café, la gente compraba el café y un pastel. De acuerdo con Drazen Prelec, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), quien ha monitoreado imágenes de resonancia magnética en del cerebro cuando debe tomar la decisión de pagar o no, indica que “hay dolor asociado con gastar dinero. No es físico, es ansiedad y aversión, y puede que no sea consciente, pero está ahí. Las tarjetas anestesian a las personas y eliminan el dolor del pago. La gente compra más”.

Querámoslo o no, el dinero digital ya es parte de nuestro entorno. No es algo de lo que podamos escapar, pero que ciertamente nos empuja a analizar más detenidamente nuestros hábitos de consumo y las decisiones financieras que tomamos. Veamos tanto lo bueno como lo malo, sopesémoslo, analicémoslo y una vez que seamos conscientes de las ventajas y desventajas de estos nuevos productos financieros, tomemos la decisión de usarlos con conciencia.