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Aún no te encuentro hijo

Estalla indignación contra indiferencia de Derechos Humanos

Por Ana Paula Vázquez

Junio 15, 2025 03:00 a.m.

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"He encontrado tantas cosas en la vida, pero aún no te encuentro a ti, hijo mío", dijo una madre con la voz entrecortada, frente a la Comisión Estatal de Derechos Humanos de San Luis Potosí. Ella, como muchas otras, llegó con una sola exigencia: que las autoridades no olviden, que la sociedad escuche, y que el silencio no cubra más las ausencias.

Eran las 11:05 de la mañana del sábado cuando un contingente de familias partió del Jardín de Tequis. Caminaban juntas, con el corazón apretado y la esperanza colgando en cartulinas, lonas y retratos. "¿Dónde están? ¿Dónde están? ¡Nuestros derechos, dónde están!", coreaban mientras avanzaban por la ciudad, como lo han hecho tantas veces, sin cansancio, sin olvido.

Su destino era la sede de la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Una institución que, lejos de convertirse en aliada, les ha revictimizado: el pasado 10 de mayo —Día de las Madres— personal del organismo retiró las fichas de búsqueda colocadas por las mamás en memoria de sus hijas e hijos. Ese día no hubo flores ni abrazos; hubo dolor y rabia. Y ante eso, la respuesta institucional fue el borrado.

Desde el micrófono, Edith Pérez Rodríguez, presidenta del colectivo, sostuvo con firmeza que esta manifestación era para nombrar, para humanizar, para resistir. "Qué tristeza es ver nuestras manos en esos hules, en esas cartulinas, en lugar de verlas sujetas a nuestras familias", dijo. Y en sus palabras, cada una de las madres presentes se vio reflejada.

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El ambiente era imponente por la fuerza que transmitía. Había algo sagrado en esa rabia compartida. Aunque no conocieras sus historias, sabías que su dolor tenía rostro, nombre y un corazón que no deja de buscar. Eran madres, hermanos, padres, hijas. Eran vidas que exigen ser escuchadas más allá de una ficha pegada en la pared.

Durante la jornada también se presentó un informe sombra: un documento construido por el mismo colectivo, que recopila cifras oficiales, testimonios de víctimas y un análisis territorial de la violencia y la desaparición. Un informe que la propia Comisión había prometido desde 2019 y nunca entregó. La omisión institucional fue respondida con organización, con memoria, con verdad desde abajo.

Y mientras los discursos se sucedían, el espacio se transformó. En los muros, el dolor se volvió arte. En las pancartas, la ausencia se volvió presencia. En la voz colectiva, el hartazgo se manifestó en bordados, oraciones, y canciones. Era una toma simbólica, una apropiación colectiva del espacio que tantas veces les ha cerrado la puerta.

Algunas lloraban mientras compartían sus historias; otras alzaban la voz con fuerza, con rabia contenida. Hubo también un momento para la ternura: entre la comida, los abrazos y las palabras de aliento, las familias encontraron un respiro. Porque en medio de tanto dolor, la unión sigue siendo su refugio.

En cada cartel, en cada lágrima, en cada grito, una verdad se repetía: no están solas. Y aunque las autoridades aún no les dan respuestas, ellas han aprendido a sostenerse entre sí. Y a recordarnos que buscar es también un acto de amor. Y resistir, una forma de seguir viviendo. Porque entre el duelo, también se construye comunidad.