Video | Exalumna de Lima Lama denuncia lesiones por entrenamiento negligente
Gimnasio de artes marciales sin respaldo oficial, habría puesto en riesgo la vida de una joven que pide justicia
Para Diana, el impacto inmediato de estas lesiones fue devastador: cinco días de hospitalización, dos de ellos inconsciente, y una recuperación con dolor intenso / Foto: Cortesía
Diana Orozco, exalumna de un gimnasio de artes marciales mixtas, enfrenta las graves secuelas físicas y emocionales de un entrenamiento negligente. Su caso ha puesto en el centro de atención las condiciones de seguridad y regulación en estos espacios, generando una polémica que involucra a entrenadores, asociaciones y practicantes.
Diana, compartió en entrevista los detalles de su experiencia en un gimnasio donde sufrió entrenamientos excesivos y negligentes. Como resultado, fue hospitalizada con graves lesiones, incluidas, una hemorragia intracerebral en el cerebelo, una ruptura del manguito rotador del hombro derecho, desviación de nariz y una probable fisura costal.
Estas lesiones, producto de golpes repetidos y falta de protección adecuada, la llevaron a un estado crítico en el que, según los médicos, sobrevivir ya era un milagro.
Diana relató a Pulso Diario de SLP su historia / Foto: Cortesía
El impacto inmediato de estas lesiones fue devastador: cinco días de hospitalización, dos de ellos inconsciente, y una recuperación inicial caracterizada por dolor intenso y dependencia total de su pareja y familiares para tareas básicas.
Diana enfatiza que la falta de medidas de seguridad en el gimnasio fue un factor determinante para la gravedad de sus heridas.
Fernando Ortiz, entrenador del gimnasio y cinta negra de cuarto grado, rechazó las acusaciones de negligencia. Según su versión, Diana siempre entrenó en condiciones acordes a su nivel y nunca fue expuesta a situaciones de riesgo extremo.
Afirmó que en su academia se promueve un ambiente seguro y constructivo, destacando que otros alumnos, incluso competidores internacionales, nunca han sufrido lesiones graves.
Sin embargo, Ortiz reconoció que Diana sufrió desgarros y posibles traumas, pero negó que estos fueran resultado de ataques intencionales o maltrato; también lamentó la percepción negativa que esta situación podría generar hacia las artes marciales y expresó su disposición para colaborar en la resolución del caso.
En el marco de esta controversia, Diana Orozco presentó una denuncia formal por tentativa de homicidio, argumentando que las condiciones del entrenamiento y la negligencia del entrenador pusieron en riesgo su vida de manera intencionada o por omisión.
La denuncia detalla los eventos que llevaron a sus lesiones, señalando la falta de medidas de seguridad y supervisión como factores clave; este proceso legal busca establecer responsabilidades y sentar un precedente para evitar que otros practicantes enfrenten situaciones similares.
Luis Arturo Díaz Delgado, presidente de la Asociación Potosina de Limalama, señaló que el gimnasio de Ortiz no pertenece a la Federación Mexicana de Limalama, sino a una organización "ficticia" que carece de respaldo oficial.
Además, enfatizó la importancia de utilizar equipo de protección como espinilleras, guantes, protector bucal y peto, elementos que no habrían sido garantizados en el caso de Diana.
Por su parte, Ricardo Robledo Montagner, presidente de Limalama World United (la organización ficticia, señalada por Díaz Delgado), defendió la idea de que no es necesaria una afiliación formal a federaciones oficiales para asegurar la protección y el respaldo de los practicantes; su declaración en redes sociales, subraya la falta de regulación que permite la existencia de gimnasios no alineados con estándares de seguridad y profesionalismo.
El testimonio de Diana no solo refleja un caso aislado, sino también un problema más amplio en la comunidad de artes marciales: La ausencia de un marco regulatorio estricto, que deja a muchos practicantes expuestos a lesiones graves, mientras algunos gimnasios operan sin controles adecuados.
Este vacío legal pone en riesgo la integridad de miles de personas que buscan entrenar en disciplinas que prometen enseñar autocontrol, disciplina y defensa personal.
A pesar de los esfuerzos de las federaciones oficiales, la proliferación de asociaciones independientes y gimnasios no afiliados dificultan la implementación de normas uniformes. Diana recalca que los practicantes deben estar informados sobre la afiliación y certificación de los entrenadores antes de inscribirse en cualquier lugar.
Uno de los puntos más reiterados por expertos en el tema, es la relevancia de utilizar equipo de protección adecuado, pues la falta de elementos como petos, guantes y cascos fue crucial en el caso de Diana. "El equipo no es opcional; es un requisito indispensable para cualquier tipo de entrenamiento de contacto," afirma un especialista en medicina deportiva consultado, por lo que implementar normas obligatorias podría evitar tragedias similares.
Diana también enfrentó secuelas psicológicas tras el incidente. La sensación de vulnerabilidad y el trauma emocional la han llevado a buscar apoyo terapéutico: "Es algo que te cambia la vida, no solo es el dolor físico, es también la impotencia de sentir que todo pudo haberse evitado," expresa.
Esta dimensión emocional subraya la importancia de considerar la salud mental de los practicantes como parte integral de su bienestar.
Para los menores de edad que entrenan en artes marciales, el rol de los padres es fundamental, por lo que Diana recomienda que los padres investiguen a fondo la reputación del gimnasio y hablen con otros alumnos o tutores antes de permitir que sus hijos se inscriban; "la seguridad debe ser la prioridad, no las promesas de logros rápidos o campeonatos," advierte.
El caso de Diana es una oportunidad para que las autoridades deportivas y las asociaciones de artes marciales implementen cambios significativos, desde normativas más estrictas hasta campañas de concienciación, pues hay mucho por hacer para garantizar que estas disciplinas sean seguras y accesibles para todos.
"Esto no es solo mi historia; es un llamado a proteger a quienes confían en que están entrenando en un lugar seguro," concluye Diana.
La experiencia de Diana Orozco abre un debate urgente sobre la regulación en las artes marciales y la responsabilidad de los entrenadores para garantizar la seguridad de sus alumnos. Mientras ella enfrenta un proceso de recuperación largo y doloroso, su testimonio resalta la necesidad de revisar las prácticas en estos espacios para prevenir que situaciones similares se repitan.
Es un llamado de atención a las autoridades deportivas y a la comunidad de artes marciales sobre la importancia de un entrenamiento seguro, con medidas de protección adecuadas y supervisión estricta, solo así, se podrá garantizar que estas disciplinas sigan siendo una herramienta para el desarrollo personal y físico, en lugar de un riesgo para la integridad de quienes las practican.
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