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Bajo la luz

Por Redacción

Agosto 12, 2024 03:00 a.m.

A

Las plantas marchitas de nuestro jardín, nos recordaban el verdor que había habido en cada una de nuestras vidas y provocaban suspiros. Y a pesar de la impaciencia de verlas verdes otra vez, todos sabíamos que era cuestión de tiempo y de dedicación. Como en la vida, si quieres ver florecer, debes de cuidar. La abuela Carmelina decía que era cuestión de decirles a las plantas, pequeñas palabras de amor. Mi padre les ponía abono, mi madre las regaba y las ponía al sol, mi otra abuela les podaba las hojitas secas… palabras, agua, sol, abono, poda… en poco tiempo ya olía a tierra mojada y aquellos helechos, y aquellas violetas… renacían bajo la luz del sol ante la mirada de todos lo crédulos. Como en la vida… “se invierte el tiempo y los cuidados a los motivos que nos acatan, a lo que nos emociona y a lo que nos da fuerza…” eso también lo decía papá. También la abue Carmelina abonaba las plantas con los residuos del café que se quedaba en los filtros de la cafetera, y con sus labios coloridos color carmín daba pequeños besos a las hojas verdes, mientras algún que otro bichito zumbaba en el aire. Luego, empezaba a llover y todos aplaudíamos porque el gran milagro llegaba. Lo que sí, era que, desde aquel vitral de la ventana, se veían los rayos del sol mojados e iridiscentes, y se podía, se los juro, hasta aspirar el olor del café. El jardín de la casa era un gran corazón para todos, ahí conectábamos con lo inimaginable… ¿Sabes? Había ocasiones que hasta se llegaba a sentir la presencia de Dios. La lluvia, la luz, y las esporas de los helechos eran tan mágicos como toda la familia unida en aquella época dorada y feliz.