KAFKIANDO
Era en julio el cumpleaños 140 de uno de los mejores escritores de todos los tiempos, Franz Kafka, pero estamos en meses de transición hasta el 2024 que se conmemorará los cien años de su muerte, por lo que nos espera conocer, leer y hablar mucho sobre él.
Más, que recomendar alguna de sus obra -quizá sería “La Metamorfosis”, que no alcanzaría todas las páginas de este periódico para abordarla, me centraré en hablar de ciertos datos que son importantes para leer la obra completa de este escritor.
Comencemos con la complejidad de su cultura y contexto. Siempre padeció esa relación tensa por escribir en alemán, originario del imperio austrohúngaro (que después es la República Checa) y su herencia judía.
Todas estas regiones tuvieron una pelea por resguardar sus escritos, muchos de ellos inéditos y sin traducir, por lo que tendremos Kafka para un buen rato.
Pero imaginen alemanes, judíos y checos exigiendo los derechos del autor, cuando el mismo Kafka había solicitado a su gran amigo y representante literario, Max Brod, que se deshiciera y no dejara rastro de sus escritos, por lo que, debemos agradecer esa traición o falta de palabra que Brod tuvo hacia su amigo Franz, quien mejor que nadie sabía el tesoro que existe en estos escritos inclasificables y donde conviven aforismos, dibujos, micro relatos, cartas, reflexiones, fábulas y sus novelas.
En su obra existen ciertas características que podemos detectar: el cuerpo y su relación con la comida, los trastornos alimenticios que él mismo padeció, para muestra el cuento “Un artista del hambre” que puede localizar en las redes y puede darse cuenta de ello. Era un fanático de la natación, la practicaba muchísimo y obviamente en el sentido de la experiencia del cuerpo y el contacto del agua, de un medio que puede ser ajeno a nuestra especie; hace hincapié, no en el hecho de saber nadar, sino el de no ahogarse, más las analogías de las olas, la marea, lo desconocido de la inmensidad.
Por otro lado, el filósofo Walter Benjamin anotaba en uno libros la capacidad de escucha de Kafka con esas orejas tan grandes que tenía.
Es en los cuentos donde aparece mucho este tema del oído y la sensibilidad de los ruidos de la naturaleza, el lenguaje, la música, etc.
Otro tema muy recurrente es el de los animales, no solo el gran bicho en el que aparece convertido Gregorio Samsa, sino que a lo largo de su obra hay pájaros, perros filósofos, jaguares, ratones, peces, monos empoderados, todo un zoológico literario que influye en el Bestiario de Borges, así como en los filmes de Orson Wells. Incluso la editorial Alfaguara editó un Bestiario del autor suscrito.
Lo enigmático de Kafka y su universalidad radica en la idea de que siempre estamos en el terreno de la incertidumbre, es un escritor laberíntico, imposible de agotar, mucho por descubrir.
La angustia, la preocupación se apoderaban de él en un sentido de extrema sensibilidad más que de actitud depresiva. Alguno de sus estudiosos (no recuerdo el nombre) afirmó que no es el “pobre Kafka”, sino el “tierno Franz”, porque sin duda, fue un escritor que supo caminar sobre los alambres de púas, como lo consideraba Ricardo Piglia.
Es el autor de la complejidad humana, aquella que todos padecemos y vivimos que con el arte de la palabra nos provoca para recordarnos que esa sensibilidad y pensamiento es lo que nos hace diferentes a cualquier otra especie del universo.
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