logo pulso
PSL Logo

La dieta rigurosa de los atletas olímpicos: Clave para el éxito

Alimentos clave para el éxito en competencias deportivas

Por El Universal

Agosto 07, 2024 09:43 p.m.

A

La dieta de un atleta olímpico es esencial para su éxito en las competencias. Los alimentos que consumen están seleccionados cuidadosamente para optimizar su rendimiento físico y mental, proporcionando los nutrientes necesarios para alcanzar su máximo potencial en los Juegos Olímpicos. Esta planificación alimentaria rigurosa se enfoca en mantener un peso ideal, potenciar la resistencia, acelerar la recuperación y prevenir lesiones, según Allison Mankowski, especialista en dietas deportivas de la Universidad de Michigan Oriental.

Cada alimento tiene un propósito específico en la dieta, ya sea para aumentar la energía, favorecer la recuperación muscular o mantener una salud óptima durante los períodos intensos de entrenamiento y competición.

Los atletas olímpicos siguen un régimen alimenticio estricto y bien planificado para mantener su rendimiento al máximo nivel. En cada comida, priorizan ciertos grupos de alimentos fundamentales. Los carbohidratos complejos, como la avena, el arroz integral y las pastas integrales, ocupan un lugar central en su dieta, proporcionando la energía necesaria para sus entrenamientos intensos.

Las proteínas magras también son esenciales y se obtienen de fuentes como el pollo, el pescado y las claras de huevo. Estas proteínas son cruciales para la reparación y el crecimiento muscular, ayudando a los atletas a recuperarse rápidamente después de sus entrenamientos.

Además, las frutas ricas en fibra, como las manzanas y las peras, aportan nutrientes vitales. Las grasas saludables, provenientes de alimentos como el aguacate y las nueces, son incorporadas para mantener una salud óptima.

Por otro lado, los deportistas olímpicos limitan el consumo de azúcares simples, grasas saturadas y sodio, evitando alimentos procesados, frituras y snacks salados.

La principal diferencia entre la alimentación de un atleta y la de una persona común radica en el momento, la cantidad y la preparación de los alimentos. Un deportista puede consumir cuatro huevos hervidos todas las mañanas a la misma hora, mientras que una persona promedio podría variar más su desayuno.

El gasto calórico de un atleta es significativamente mayor, lo que requiere porciones más abundantes y alimentos que aporten múltiples nutrientes, evitando las calorías vacías. Además, sus horarios de entrenamiento extensos y exigentes demandan que ingieran alimentos en momentos precisos para contar con la energía necesaria durante las prácticas.

Las necesidades nutricionales también varían según la disciplina deportiva de los Juegos Olímpicos. Una persona promedio requiere entre 1.500 y 2.000 calorías diarias, mientras que un atleta olímpico puede necesitar entre 500 y 1.000 calorías adicionales, dependiendo de la intensidad y duración de su entrenamiento o competencia.

Los deportistas de elite desarrollan hábitos alimenticios específicos que son fundamentales para su rendimiento. La planificación de comidas pre-entrenamiento es crucial, esperando entre 2 y 4 horas después de comer antes de iniciar su entrenamiento, ya que sus comidas suelen ser más sustanciosas y requieren más tiempo para la digestión.

Mantener una adecuada hidratación es esencial para los deportistas además de la dieta. Debido a la sudoración durante sus entrenamientos, necesitan reponer no solo el agua perdida sino también los minerales, siguiendo la regla de beber líquidos cada 15 a 20 minutos.

Después de entrenamientos intensos o competencias, los deportistas de los Juegos Olímpicos consumen bebidas deportivas ricas en electrolitos para una recuperación más efectiva. La suplementación personalizada es una práctica común, ya que es difícil obtener todos los nutrientes necesarios solo a través de los alimentos.

A pesar de seguir una dieta rigurosa, los atletas también se permiten cierta flexibilidad. En ocasiones especiales o durante sus períodos de descanso, pueden darse el gusto de consumir alimentos considerados menos saludables, siempre con moderación.