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EL TORITO ROSA MEXICANO

Por Vanessa Cortés Colis

Mayo 27, 2025 03:00 a.m.

A

He pasado los últimos días fuera de México. Y, como suele ocurrir cuando se está lejos, las noticias que llegan desde casa se filtran con una intensidad peculiar. Esta vez, han sido días particularmente oscuros: asesinatos, desapariciones, accidentes navales. Una realidad violenta que se repite y se multiplica. Entre los titulares que han cruzado fronteras, dos asesinatos me estremecieron especialmente: uno, el de una mujer empresaria de mi ciudad, productiva, madre, mujer valiosa, al fin, y, el otro, el asesinato de funcionarios muy cercanos al gobierno local de la Ciudad de México: ¿qué se advierte tras este hecho? Escenarios terroríficos que allá, en la distancia, se redimensionan, como si el horror tuviera más eco en el extranjero. He tenido que responder, con cierto pudor, vergüenza y tristeza, la misma pregunta una y otra vez: “¿Cómo vives en México?”

A veces, no sé qué contestar. Porque vivir en México es eso: una mezcla tensa entre el amor profundo por el país y el miedo constante por su destino. Es intentar sostener la belleza, la cultura, la calidez de su gente, mientras el dolor nos arrastra por las calles, por los nombres, por las cifras.

Y, sin embargo —porque siempre hay un, sin embargo— hay momentos que nos permiten respirar. Instantes de luz que se abren paso entre la tragedia. Esta semana, ese respiro ha venido en forma de pedaladas. Se llama Isaac del Toro, es mexicano, y está haciendo historia liderando el Giro de Italia, una de las pruebas más extenuantes y respetadas del ciclismo mundial. En medio del duelo colectivo, la imagen de un joven de Baja California subiendo montañas italianas en esa máquina perfecta que hace siglos esbozó Da Vinci, con fuerza, estrategia y elegancia, se ha vuelto símbolo de resistencia, de excelencia, de posibilidad.

¡Isaac del Toro es un orgullo absoluto! Logros como el suyo son un respiro y una inspiración. A veces parece que solo estamos destinados a ser receptores de malas noticias, una tras otra. Y en medio de ese ruido, aparece una historia como esta: un joven mexicano de 21 años que se instala en la cima del ciclismo mundial.

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Este logro no se trata solo de una victoria deportiva, sino de una conquista simbólica. Isaac no solo representa talento, sacrificio, sudor, esfuerzo y disciplina, también encarna otra narrativa posible para nuestro querido país. Nos recuerda que también somos un país capaz de producir excelencia, de competir al más alto nivel y de hacernos notar por hazañas como la carrera deportiva del “Torito”.

Cuando un mexicano destaca en una disciplina tan dura como el ciclismo o en otra en la que no hemos sido especialistas, no solo se abre camino él: abre puertas para nuevas generaciones, para que los niños tengan otros héroes o referencias, es un tabique, un eslabón para la evolución de nuestra especie. Se convierte en oportunidad para que las empresas y gobiernos vean posibilidades de apoyar otros deportes, o para que se amplíe la conversación en torno a lo que somos capaces de lograr y no nos enfrasquemos en el tema de la violencia. Necesitamos vibrar en una energía diferente que retiemble en cada rincón de la nación. Y por lo menos a mí, su hazaña es antídoto a la depresión patriótica. Gracias Isaac.

Isaac del Toro es un campeón, un ídolo y un eslabón en la evolución de nuestra sociedad. Su proeza nos eleva y nos da una imagen diferente de México: una donde el talento, la perseverancia y la pasión también tienen lugar. El rosa es más mexicano que nunca, detengámonos un momento a admirar, porque también somos h merecemos esto.