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MATERNIDADES DISONANTES

Por Vanessa Cortés Colis

Mayo 10, 2025 03:00 a.m.

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La maternidad ha dejado de ser un concepto monolítico. En las últimas décadas, la literatura ha sido un espacio fértil para despojarla de su envoltura romántica, esa que la encorsetaba en la imagen de la madre abnegada, símbolo de sacrificio y silencio. Tradicionalmente, maternar implicaba no solo una entrega ciega y total, sino también una forma de opresión: la mujer se definía por su capacidad de engendrar, y no ser madre equivalía a una carencia ontológica, a no ser completamente mujer. Hoy, la literatura contemporánea ha abierto grietas en ese discurso hegemónico. Ser madre ya no es sinónimo de plenitud ni de destino inevitable. Se ha vuelto una experiencia que implica contradicciones, ambivalencias y, sobre todo, una profunda reconfiguración de la identidad. Maternar, en muchos casos, se vive en la zona de la entrega absoluta, pero también en el límite de la pérdida del yo. De allí surgen nuevas narrativas que cuestionan, incomodan y reformulan lo que significa ser madre en un mundo que exige autonomía, pero que sigue imponiendo sacrificio. En “El cuento de la criada”, Margaret Atwood explora la maternidad desde la distopía del control biopolítico: las mujeres fértiles son reducidas a su función reproductiva, obligadas a gestar para las élites infértiles. Atwood no sólo denuncia la instrumentalización de los cuerpos femeninos, sino que plantea una genealogía del control que resuena con realidades contemporáneas. La maternidad no es un don, sino una condena. En América Latina, Samanta Schweblin ha abordado la experiencia materna desde una óptica inquietante. En “Distancia de rescate”, el lazo madre-hijo se enreda en el miedo constante, en la imposibilidad de proteger, en la amenaza externa que disuelve los límites del cuerpo. También en su cuento “Conservas”, Schweblin retrata la maternidad como un automatismo, donde el cuidado y la rutina se transforman en una forma de alienación, como si el amor se volviera mecánico y la identidad se diluyera o difuminara en la repetición. Isabel Zapata, en “In Vitro”, da cuenta de la maternidad desde su dimensión científica, íntima y política. El deseo de gestar se confronta con los procedimientos médicos, con los cuerpos intervenidos, con la espera y la culpa. La autora escribe: “No se fracasa por no concebir, pero el cuerpo lo siente así”. En este relato, la infertilidad no se trata como una ausencia, sino como una experiencia corporal y emocional profundamente marcada por los discursos sociales sobre la maternidad. Con “Fruto”, Daniela Rea construye un tejido polifónico en el que distintas voces relatan maternidades que escapan al modelo dominante. Rea, desde una concepción más periodística, no sólo aborda la experiencia de la gestación o el parto, sino el mandato del cuidado que históricamente se ha atribuido a las mujeres. La maternidad aparece allí como una responsabilidad compartida, una carga estructural que exige repensar la noción de cuidados como una tarea colectiva.Con el libro de relatos “Bravas”, Nuria Kaiser presenta cómo la maternidad es mirada desde un ángulo incómodo, alejado del idealismo y más cercano a lo inquietante.