Michael Ignatieff y su legado en Canadá
Impacto del Premio Princesa de Asturias en la política canadiense
Toronto (Canadá), 15 may (EFE).- El nuevo premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2024, el canadiense Michael Ignatieff, ha dedicado su vida al estudio y defensa de los derechos humanos y la democracia. Pero el pensador, de 77 años, no ha temido salirse del mundo académico y sumirse en el fragor de la política por el bien del interés público.
No es habitual que un pensador y académico, un teórico de la democracia, los derechos humanos y el nacionalismo se juegue su prestigio y figura en las urnas. Pero eso es precisamente lo que Michael Ignatieff hizo entre 2006 y 2011 cuando entró en la política canadiense y se hizo cargo de un maltrecho Partido Liberal.
Bob Rae, entonces su rival para hacerse con el liderazgo de los liberales, declaró que la decisión del académico de regresar a Canadá (en ese momento era profesor en la Universidad de Harvard, en EE.UU.) demostró su interés sincero por mejorar el país.
"La llegada de Michael Ignatieff a la política canadiense fue tanto una decisión audaz como un testimonio de su profundo compromiso con el servicio público. Su periodo como líder del Partido Liberal reflejó su rigor intelectual y visión de una Canadá más inclusiva y progresista", declaró Rae en 2013.
Para el propio Ignatieff, que había nacido en 1947 en el seno de una familia de origen nobiliario ruso, "dar un paso al frente" fue algo consecuente con su trayectoria vital.
"Sentí la responsabilidad personal de dar un paso al frente y contribuir al discurso público, desafiarme a mí mismo para encontrar soluciones a los problemas que importan a la mayoría de los canadienses", explicó en 2006.
Tan pronto como entró en la política canadiense fue víctima de un ataque despiadado por parte del gobernante Partido Conservador que cuestionó uno de los aspectos quizás más básicos de Ignatieff: su compromiso y dedicación a Canadá.
Ignatieff, que en 1997 había escrito que "la esencial característica de la guerra es que degrada a sus participantes", rehusó defenderse de los ataques y, quizás, rebajarse al nivel de sus contrincantes.
La campaña conservadora fue un éxito y la aventura de Ignatieff al frente de los liberales acabó en desastre. Bajo su liderazgo, los liberales quedaron relegados al tercer puesto en las elecciones de 2011, una situación inédita en el país. Poco después, dimitió de su cargo y abandonó el mundo de la política.
"Dejar la política no fue el fin, sino un nuevo inicio. Me dio la oportunidad de reflexionar sobre lo que había aprendido y seguir contribuyendo de otra forma", explicó Ignatieff en una entrevista con la radiotelevisión pública canadiense, CBC, en 2012.
Lo que el pensador nunca ha abandonado es su crítica feroz al autoritarismo así como su compromiso por la democracia y los derechos humanos.
En 'Human Rights as Politics and Idolatry' (2001), Ignatieff definió los derechos humanos como "la idea que hay valores universales que nos vinculan. Esta idea es esencial para nuestra supervivencia en el mundo moderno".
La idea de unión y vínculo es una constante para el escritor, ya sea a nivel social como político.
"Mi tiempo en la política ha reforzado mi creencia en la importancia de la unidad nacional y la necesidad de superar las diferencias. Canadá es fuerte cuando trabajamos juntos a pesar de nuestras diferencias", explicó en 2010.
Y es que para Ignatieff, Canadá tiene el potencial para ser un modelo global de multiculturalismo y derechos humanos y que el compromiso canadiense con el pluralismo y la inclusión puede ser la inspiración para otros países.
"Canadá es una tierra de segundas oportunidades, un lugar donde los sueños pueden renacer y la esperanza reavivarse", declaró el nuevo Premio Princesa de Asturias en un discurso que pronunció en 2009.
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