Empatía social ¿A que va?
Más numerosa y con más roces, la marcha de las mujeres para conmemorar el 8M debe ser un llamado de atención para las autoridades y para la sociedad.
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Ante las causas del enojo de las mujeres ante las múltiples deudas y omisiones de las que son blanco, es imposible anteponer argumentos.
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Los feminicidios, los abusos de índole sexual, la inequidad laboral, el terrible drama de las madres de desaparecidos, la discriminación que sufren sectores como las mujeres trans, la violencia familiar que se ceba en ellas y muchas otras situaciones que las aquejan impiden regatearle a las mujeres el enojo que acumulan y que expresan abiertamente en las calles cada año.
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El debate está, sin embargo, hasta qué punto estas situaciones negativas que enfrentan autorizan situaciones agresivas de algunos sectores, minoritarios, del enorme contingente que participa en los movimientos.
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Es innegable que la marcha convoca a una mayoría pacífica de mujeres, que aun reconociendo el peso de la inconformidad que las aqueja, se da espacio para marchar con ánimo y alegría.
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Este tipo de eventos es una escuela para concientizar a niñas y adolescentes. Afortunadamente, se pudieron ver bastantes en el evento de ayer.
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Pero también es inevitable que grupos más radicalizados se expresen de una manera más vehemente y hasta violenta. El “quemen todo” en respuesta a la injusticia que enfrentan las mujeres es inevitable en este tipo de marchas.
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Las autoridades parecen haberlo comprendido, y se resignan a que edificios e infraestructura serán atacados en los eventos. Aunque ha habido situaciones dramáticas a lo largo de los años, no ha habido daños considerables qué lamentar y todo se subsana.
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Cosa aparte son las personas. En el amplio espectro ideológico que alberga la sociedad potosina, hay sectores encontrados con los motivos feministas o que, ante lo que perciben como una amenaza, buscan defender los símbolos de sus valores.
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Lo que sucedió ayer en los templos católicos aledaños al Edificio Central es un llamado de atención. Fieles que buscaban proteger a los inmuebles religiosos de las pintas e incluso de una eventual quema de la puerta, se jalonearon con algunos de los contingentes feministas más radicales.
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A fin de evitar sucesos que luego se lamenten, cabe que todos los sectores involucrados hagan una reflexión en torno sobre los límites de la protesta y del respeto al pensamiento distinto.
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El gobernador Ricardo Gallardo, y sus 31 colegas, tenían planeado asistir a una asamblea informativa sobre las medidas que anunciaría la presidenta Claudia Sheinbaum en respuesta a los aranceles impuestos por el gobierno de Donald Trump.
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Pero al desactivarse la amenaza comercial, el asunto se desinfló, por lo que se convirtió en un festival musical.
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Cabe preguntarse si el mandatario estatal, y el resto de ellos, no podrían disculparse respetuosamente y no asistir a un evento meramente propagandista.