Viraje opositor No salen de la burbuja
Durante la campaña que concluyó con la jornada electoral del 2 de junio no salieron de su burbuja y, aun con el enorme golpazo que recibieron con los resultados abrumadoramente en contra que arrojó la elección, se niegan a salir de ella.
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Así, Xóchitl Gálvez y los partidos que la respaldaron pasaron, el domingo por la noche, de un abierto reconocimiento de los resultados, y por ende, de la derrota, como “demócrata”, a ayer a una estrategia de impugnación de los números del INE y al inicio de la narrativa del fraude electoral.
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Pese a que ambos conceptos, impugnación y narrativa, estuvieron ausentes en el discurso de la derrota, ahora ya se instalaron como las prioridades de una campaña derrotada.
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¿Qué pasó entre el discurso y el anuncio? ¿Por qué el viraje? Luego de que el INE revelara la inmensa ventaja de Claudia Sheinbaum Pardo, la oposición se vio noqueada. Como ocurrió hace seis años, en 2018, cuando Ricardo Anaya y José Antonio Meade salieron a reconocer la derrota, Xóchitl Gálvez también lo hizo.
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Pero a diferencia de sus antecesores dio el viraje. La polarización de la campaña, encarnizada en ambos lados y marcadamente establecida en el ciberespacio, generó apoyos rayanos en el fanatismo.
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Tras el anuncio de la admisión de la derrota, las redes sociales se llenaron de airados reclamos a la candidata y a los partidos por haber tirado la toalla.
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No pocos señalamientos llegaron a equiparar el aviso como una traición al movimiento opositor. Y en las pantallas, algunos comentócratas y opinólogos con marcada tendencia antigubernamental, contribuyeron con posturas que empezaron a esbozar la posibilidad de un juego sucio.
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Pero esa tendencia, surgió exclusivamente de los teclados y de las pantallas, no ha tenido una réplica equiparable en las calles del mundo real.
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No hubo entonces y no ha habido hasta ahora, protestas callejeras reclamando el voto por voto. No se descarta que se organicen ahora que la tendencia está implantada, pero en las primeras horas después de los comicios, no se dieron muestras de inconformidad.
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El cambio de opinión de la candidata y los partidos parece una reacción a los reclamos de esos sectores, los mismos que elaboraron una narrativa en el que se le atribuyeron a la campaña opositora posibilidades de revertir los pronósticos que la mayoría de las encuestas, salvo una o dos excepciones, que al final quedaron destruidos por la realidad.
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Pareciera que el discurso del fraude y la impugnación son una nueva respuesta a ese espejismo que ya no pocos califican como la burbuja que atrapó a la oposición y que se convirtió en un factor importante de la derrota.
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La impugnación de los resultados electorales es casi una costumbre en los últimos comicios. Es la última trinchera que tienen los perdedores y finalmente, un derecho. Lo que resultó extraño que no estuviera entre las primeras reacciones de la coalición derrotada.
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Pero sacarla ahora para tratar de revertir una ventaja monstruosa, reforzada por una participación mayoritaria de la población, parece una misión imposible.
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¡HASTA MAÑANA!
