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In-D: Aunque muera el niño, jamás se tapará el pozo

Por Daniel Tristán

Abril 09, 2025 11:19 a.m.

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El pasado cinco de abril sucedió una tragedia. No merece la pena mencionar en dónde, tampoco mencionaré en qué evento. No voy a permitir que los nombres y las marcas que patrocinan el festival musical en dónde sobrevino la tragedia sigan siendo mencionados en redes sociales ni en medios de comunicación. No voy a ser parte de esa publicidad macabra y manchada de sangre que se ha desatado a costa de la vida de dos personas inocentes. Tampoco permitiré que el nombre de los organizadores del evento, ni el nombre de las bandas que decidieron seguir tocando como si nada sucediera tengan la más mínima cabida en los párrafos de esta columna.

Solamente hay dos nombres que deben de ser, no solamente mencionados, sino honrados. En toda esta historia solo hay dos nombres que debemos recordar: Berenice Giles y Miguel Ángel Hernández. Estos son los nombres de dos jóvenes mexicanos que perdieron la vida a causa de la negligencia de unos cuantos. Dos jóvenes fotoperiodistas cuya muerte no debe ser en vano ni quedar impune. Dos jóvenes apasionados de su oficio, mismo que ha mostrado su lado más oscuro y negligente.

La muerte de Berenice y Miguel Ángel ha sacado a flote las pésimas condiciones, dentro de las cuales, desempeñan su trabajo miles de periodistas en nuestro país. No son pocos los periodistas que ejercen su profesión en medios de comunicación independientes sin un contrato de por medio. No son pocos los periodistas cuyas condiciones laborales son paupérrimas y obedecen solamente a los intereses de unas cuantas personas.

El triste fallecimiento de estos dos mexicanos pone en evidencia también la incompetencia de las autoridades para regular los permisos y condiciones, bajo las cuales, se realizan los eventos musicales y culturales en nuestro país. México, la tierra del "no pasa nada", la tierra gobernada por la impunidad en dónde diariamente muere gente inocente y los culpables están libres.

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También hay que mencionar que han salido a la luz temas delicados como la ligereza con la que los paramédicos que intentaron auxiliar a Berenice y Miguel Ángel decidieron que era buena idea intentar resucitarlos en el lugar, alterando así la escena. Tampoco podemos dejar de lado el comunicado oficial lanzado por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en el que aseguraba que los dos jóvenes habían fallecido en camino al hospital, ayudando así a los organizadores del festival a deslindarse por estas dos pérdidas humanas dentro de su evento.

Y así, con el dolor carcomiendo sus entrañas, los padres de Berenice y Miguel Ángel, se han enfrentado a un viacrucis para llevar a cabo el reconocimiento de los cuerpos y el traslado a sus lugares de origen. Con el ánimo hecho pedazos han tenido que lidiar con una y mil trabas para poder vivir su duelo, porque no basta con las muertes causadas por el sistema. El sistema mismo tiene que pisotear la memoria de las víctimas y el dolor de sus deudos cuantas veces le venga en gana.

En México hay que tragarse las muertes por el crimen, por el sistema de salud colapsado, por el odio y la violencia de género. Y no conforme con eso, también tenemos que soportar las muertes causadas por la gente que se toma muy a la ligera los protocolos y el peso de nuestras autoridades. Alguien no hizo su trabajo, y ese alguien es el culpable de que hoy Berenice y Miguel Ángel no estén en casa. Alguien hizo mal su trabajo y ese alguien es el culpable de que, una vez más, la gente trabajadora sea eliminada del mapa, mientras que los culpables de esta insoportable realidad siguen conciliando el sueño tranquilamente después de quebrantar la ley cuantas veces les plazca. Algo tiene que suceder, y tiene que ser pronto. De lo contrario este país terminará de pudrirse mucho antes de lo que podemos imaginarnos.