Venecia pide un turismo responsable para salvarse

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Venecia pide un turismo responsable para salvarse

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La subida de la marea no es el único enemigo de Venecia. En su estrategia para salvar su patrimonio y esencia, la ciudad apela a la responsabilidad de aquellos que son tanto una fuente de ingresos como un problema: los turistas.

"A Venecia hay que ir con una lógica de respeto. Hay que ir para estar unos días, para poder impregnarse de ella. Quienes le hacen daño son los que van un solo día", explica a EFE su alcalde, Luigi Brugnaro.

El político conservador estuvo esta semana en Copenhague para participar en la cumbre de alcaldes del grupo de liderazgo climático C40, donde explicó su plan para que la "Serenísima" no sucumba a los efectos del calentamiento.

Y esa hoja de ruta a medio y largo plazo para seguir a flote tiene como protagonistas no solo a los grandes barcos que entran a su laguna, sino también a sus casi 25 millones de visitantes anuales.

"Nadie debe tener pensamientos negativos sobre los turistas. Son gente curiosa que quiere ver un lugar como Venecia y es justo que lo pueda hacer. Debemos simplemente establecer reglas sencillas", apunta el también empresario.

La aplicación a partir del próximo enero de una tasa de hasta diez euros para quien pase menos de 24 horas, para compensar el coste que deja en limpieza o mantenimiento, refleja la convicción de que cuidarla no solo le corresponde a los cerca de 53.000 habitantes de su centro histórico.

En su punto de mira también están los alquileres turísticos a través de plataformas como Airbnb. "Hay que regularizar con mucha más precisión el uso de casas privadas si no se hace de manera profesional", advierte.

El turista que se aloja en ellas no tiene por qué saber, por ejemplo, que en Venecia hay una recogida selectiva de basura puerta a puerta que ha aumentado el reciclaje: "Él no sabe dónde tirarla. Nadie le explica nada, y por eso sin querer se convierte en un problema".

Esa gestión de los residuos forma parte de un plan de sostenibilidad medioambiental más amplio, que entre otros puntos contempla endurecer las restricciones contra el plástico de un solo uso.

Venecia y su laguna son Patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1987 y seguir como tal no le permite relajarse. Esa organización de la ONU le advirtió en 2017 de que debía tomar medidas antes de 2021 para evitar ser incluida en su "lista negra", y la próxima reunión de su comité para ver los avances se celebrará en 2020 en China.

"Ni el gobierno ni Venecia quieren entrar en la lista. Tenemos mucho que agradecer a la Unesco. Trabajamos juntos para defender la ciudad, tenerla limpia y segura, porque es un símbolo occidental de nuestra cultura", añade su alcalde, nacido en su provincia hace 58 años.

En Venecia saltan las alarmas cuando la marea alta llega a los 80 centímetros. Y cuando alcanza los 110, cerca de un 12 % del área peatonal del centro histórico se inunda. La ciudad ha luchado contra los elementos durante siglos, pero el calentamiento ha incrementado esos fenómenos haciéndola más vulnerable.

De cumplirse las peores predicciones del Grupo Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC), según las cuales el nivel del mar podría subir 110 centímetros en 2100 en comparación con finales del siglo XX, la situación sería crítica.

"No está escrito que vaya a acabar destruida. Venecia está mucho más viva de lo que algunos dicen. Es una ciudad resiliente, que se adapta", dice el alcalde, apoyado en las nuevas tecnologías en esa búsqueda de soluciones sostenibles.

Brugnaro tiene como prioridad que sus habitantes "vivan bien". Su ciudad, concluye, es "un símbolo para el mundo, uno de sus grandes símbolos. Debemos dejar de lado nuestros respectivos egoísmos e intereses. Si Venecia se salva, se salva el mundo".