A favor de la ligereza
Mientras escribo estas líneas, miles de personas se encuentran en sus casas, sentadas frente al televisor, pendientes del partido Cruz Azul- Santos. Los he visto desde la mañana, portando sus playeras azul cobalto o las que combinan verde con blanco. Unos compraban botanitas, otros hacían ejercicio. Todos tenían una mirada que mezclaba expectativa y presteza. Nadie mas listo que un aficionado pambolero. En su mirada se concentran, como si fuera hechizo, las glorias pasadas y se conjuran los errores de antaño. Están ahí, en persona, pero están también en las redes sociales, declarando amores, refrendando lealtades. Una chica en especial, llamó mi atención. Publicó varias fotos de su papá, muerto por Covid, portando la playera del Cruz Azul. Luego, una foto de la playera, ahora extendida sobre un sillón individual y frente a un televisor. El mensaje: “Por ti, papá, voy a ver el juego que odiaba hasta que te fuiste y a ver al equipo de tus amores; y es que ahí es donde ahora te siento presente.” Porque así son las lealtades, las de fútbol y las de la vida.
Luego, llegó el ejército de los serios, los que dicen cosas transcendentales, los que no tienen tiempo para simplezas, ni pueden perder el tiempo en banalidades; porque ellos ya son grandes, son importantes y tienen que decir cosas importantes. Esos comenzaron a gastarse palabras sobre la ignorancia de los mexicanos y en especial, contra los que ven el fútbol como si en ello se les fuera la vida. Apareció varias veces el clásico “por eso estamos como estamos”, para después catalogarlos en ciertos grupos ideológico-políticos de moda. Ya todo mundo es políticamente correcto como para escribir que son nacos, pero aparecieron heurísticos cognitivos del estilo, que ahora sí son socialmente aceptables, pero que denostan igual. La idea, sin embargo, es la misma: dividir entre ellos y nosotros, entre los superfluos y los necesarios.
No podemos negar que al grupo de los serios les asiste una buena dosis de razón. Motivos no faltan para preocuparse y entre una cosa y otra, la vida parece reducirse a una serie de tragedias intercaladas que lastiman hasta al más optimista. Nada más hay que recordar la inseguridad general, la violencia en particular, los feminicidios diarios y añadir al rosario las condiciones económicas, las preocupaciones democráticas, las ausencias ideológicas y los muy bien demostrados pragmatismos políticos descarados que los últimos meses aparecieron sin tapujo alguno. No, si los serios no andan errados: el horno no está para bollos, porque la temperatura la traemos altísima y cualquier cosa que metamos se chamuscará.
Y aún así, hay que darle espacio a la ligereza: a los partidos de fútbol, a las pláticas banales, a la risa desatada por cualquier pretexto, a las películas que nunca aparecerán entre los 100 mejores filmes de la historia de la humanidad, pero que ayudaron a poner la mente en blanco; a las actividades que no generan nada mas que el mero gusto de encontrarse con otro ser humano para reconocerse en él.
A los serios les haría bien entender que ligereza no es sinónimo de superficialidad y recordarles que la primera palabra se entiende como presteza y agilidad; mientras que la segunda refiere a todo aquello que no es necesario, que está de más. La ligereza es necesaria. Todo aquello que se concentra y se satura, acaba paralizándose, incluso las ideas. Científicos del University College of London ha hallado los mecanismos que provocan que el cerebro se vuelva ‘ciego por falta de atención’ cuando se le satura de información, lo que provoca una reducción de la respuesta de la corteza visual a determinados estímulos. En otras palabras, nadie va a resolver nada pensando pura cosa importante las veinticuatro horas del día, los siente días a la semana; ni tampoco predicando a diestra y siniestra que quienes no lo hacen como ellos, son naturalmente unos neanderthales.
Comienza el medio tiempo. Sé que así es porque mis vecinos de a lado cantan a grito pelado una canción del TRI, hasta creo adivinar detrás la aguardientosa voz de Alex Lora, entonado Triste Canción. Espero que los serios piensen que por lo menos la elección de la rola es oportuna, sabiendo que así están los tiempos del país, en donde nadie llama a descansos de medio tiempo. Bien lo dijo la agrupación setentera en otra canción: “ No siempre las cosas son como deberían ser. No siempre se puede tener la razón. Tú (inserte aquí la palabra México) me haces sentir como en un juego de beisbol. Me ponchas o me haces batear un home run.”
En esta patria nuestra que reposa en un diván de psiquiatra más nos vale tomar la ligereza del viento y hacerla nuestra y no dejarse inundar por la desesperanza, porque esa sí pesa hasta hundirnos.
Corolario: Ganó el Cruz Azul, símbolo inequívoco que en este país puede pasar cualquier cosa, incluso los milagros. Nomás es cosa de tiempo y aguantar con la paciencia de los aficionados.
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