Agradecer
Amanecí con una inmensa sensación de gratitud por todo en especial y por el hecho de poder ver la luz de la mañana, a los perros dormitando alrededor, escuchando el sonido de las calles con sus mama-móvil rumbo al cole, con un viento fresco que me hablaba del cambio de clima o de estación y con una pulsión de vida que me despertó de algún sueño complejo de relatar, pero- que me dejaba en la piel y las entrañas, unas ganas locas de seguir estando en este planeta a pesar de los pesares.
Después ya vinieron las noticias; las falsas y las verdaderas, la carpa y sus comediantes desde las tempranera, el correr del reloj que me apresuraba a adelantarme para no perder el minuto a minuto de un día que me sabía a fin de semana, siendo un simple martes 12 de septiembre. Y antes de que se esfumara esa grata sensación de estar viva, quise compartirlo en mi colaboración semanal siendo que la semana pasada me quedé prácticamente “sin palabras” y por ello quien de vez en cuando me lee, no me encontró.
Y desde ese tono de emoción por la vida que me gustaría se prolongara más allá del día, me detuve a decidir cómo ver el mundo al menos por hoy. Quizá pensando en que el minuto que tenemos de manera consciente es el único momento del que tenemos control, por más entradas que registremos en nuestra agenda, por más planes y citas a las que acudamos para bien o para no tan bien, solo podemos hacernos cargo del momento en que la conciencia nos envuelve y nos permite desplazarnos con soltura en un mundo y en un país que -como el nuestro- tiene una y mil trampas, acertijos, acechos y diabluras que mostrarnos y entre las cuales vamos transitando como en una especie de comedia y drama, para que al final de la tarde, cuando las luces se encienden y podemos descansar, hayamos experimentado la satisfacción de haber dado lo mejor de nosotros, por uno mismo y por los demás.
Hoy, hablar de política y de la agenda social, parece como jugar con Sansón a las patadas: hoy, todos somos expertos y todos “sabemos” o estamos al tanto de las revelaciones de Guacamaya Leaks, de los highlights de LMA ocupando el estrado de LO, y de lo que un diario local en su versión radiofónica nos advierte sobre la disolución de la cultura como hasta ahora la conocimos en nuestra localidad. Y no cabe duda que vivimos una revolución de los cánones y que los parámetros de otros tiempos para valorar la formación académica y los contenidos educativos -por ejemplo-, son diametralmente diferentes de aquellos con los que crecimos y educamos a nuestros hijos y con los cuales quisiéramos ver crecer a nuestros nietos.
Entiendo que todo evoluciona y que para sobrevivir y sobresalir en esta jungla -humana con instintos en ocasiones, por debajo de los instintos animales-, debemos aprender a leer los tiempos para adaptarnos. Aunque creo que para que funcione o se califique de evolución, deberíamos mejorar y no empeorar como indica la tendencia. Solo que en este proceso las fuerzas de involución se resisten, queriéndonos arrastrar a un retroceso cultural imposible de imaginar en una civilización por demás habilitada intelectualmente para conducirse de otra manera, más propositiva, más proactiva, menos destructiva.
Nos toca -a algunos- aprender a revertir o a detener este derrumbe social que se asoma en todas las esquinas del país y de muchos lugares en el mundo. Para ello, se me antoja pensar que necesitamos muchos días de amaneceres agradecidos, de días verdaderamente apreciados, con una conciencia social más homogénea y con la capacidad de decir adiós a parámetros costumbristas para encaminarnos hacia la construcción de una mejor sociedad.
Deseo que todos sigamos soñando cosas hermosas que nos hagan despertar con ganas de vivir una buena vida y con ganas de hacer el bien en general, como me ocurrió a mí, el día de hoy.