Algo para preocuparnos

Sin bien con diferencias sustanciales entre países ricos y países pobres, gracias a los antibióticos y en general a los avances en la prevención, diagnóstico y tratamiento de enfermedades, la esperanza de vida creció de manera espectacular a lo largo del siglo pasado. En el futuro, podemos esperar que dicho crecimiento se mantenga, en la medida en que la ciencia médica progrese hacia límites todavía no determinados. 

En este contexto, llama la atención un artículo publicado el pasado mes de junio en la revista Population and Development Review en el que se reportan los resultados de un estudio llevado a cabo para determinar la evolución de la esperanza de vida en los Estados Unidos en las últimas décadas, específicamente en cuanto a la población de raza blanca. Dicho estudio indica que el ritmo de crecimiento de la esperanza de vida de este segmento de la población norteamericana se ha desacelerado en las últimas tres décadas, y en algunos casos incluso ha tenido un retroceso.  

El estudio de referencia fue publicado por un grupo de especialistas encabezado por Irma Elo de la Universidad de Pensilvania, y para el mismo se utilizaron datos del Centro Nacional de Estadísticas de Salud y del censo de población de los Estados Unidos. Para propósitos del estudio, la población blanca norteamericana fue dividida en cuatro grupos con edades entre los 0-25 años, los 25-44 años, los 45-65 años y de más de 65 años. 

La población fue también dividida en 10 grupos por su lugar de residencia. Entre estas regiones se consideraron áreas ricas como Nueva York y California, y deprimidas como los Apalaches y el Medio Oeste. Los investigadores consideraron, igualmente, el carácter urbano o rural de la población bajo estudio, desagregándola en cuatro categorías: 1) zona metropolitana mayor -más de un millón de habitantes-, 2) suburbio de una zona metropolitana mayor, 3) zona metropolitana menor y 4) área rural. 

Además de las desagregaciones mencionadas líneas arriba, Elo y colaboradores presentan comparaciones entre las expectativas de vida observadas en los años 1990-1992 y las correspondientes expectativas para 2014-2016. Igualmente, presentan comparaciones entre los años 2009-2011 y 2014-2016. En el primer caso se evalúan los cambios en expectativas de vida a lo largo de 14 años, mientras que en el segundo caso se evalúan dichos cambios en un periodo más corto -5 años- y más reciente. 

Al comparar los años 1990-1992 con los años 2014.2016, Elo y colaboradores encuentran un incremento en la expectativa de vida en todos los grupos de población, rurales o urbanos, considerados, si bien con variaciones considerables entre los mismos. Así, la población masculina de las zonas metropolitanas mayores incrementó su expectativa de vida por 5.09 años, mientras que los habitantes de las zonas rurales lo hicieron solamente por 2.25 años. La población de los suburbios o de las zonas metropolitanas menores incrementaron sus expectativas de vida en 3.45 y 2.81 años, en forma respectiva. Estas cifran contrastan con las de la población femenina que incrementó su expectativa de vida por 2.98 años en las zonas metropolitanas mayores, y solamente por 0.2 años en las áreas rurales. Así, una primera conclusión del estudio de Elo y colaboradores es que la brecha de expectativa de vida entre hombres y mujeres -que viven considerablemente más que los hombres- se está cerrando rápidamente.    

Por otro lado, la comparación entre los años 2009-2011 y 2014-2016 muestra, no solamente que el ritmo de crecimiento de la expectativa de vida de la población norteamericana se ha reducido significativamente en los últimos años, sino que en algunas de las categorías consideradas incluso se ha hecho negativo -es decir que la expectativa de vida ha disminuido-. Este es el caso de las poblaciones, masculinas y femeninas, de las zonas rurales y metropolitanas pequeñas.

Pero quizá lo que más llama la atención son las cifras que resultan cuando se desagrega la población por edades. Particularmente, cuando se considerara la población joven, con edades entre los 25 y los 34 años, que encontraron tiene una tendencia negativa en cuanto a su expectativa de vida. Esto, para todas las poblaciones consideradas, urbanas y rurales, masculinas y femeninas. Efectos similares se encontraron con la población con edades entre los 44 y los 65 años, exceptuando aquellos que viven en las zonas metropolitanas mayores. Estos resultados dependen, además, de la región geográfica considerada. Así, son más acusados en la región de los Apalaches o del Medio Oeste que en la costa del Pacífico.

Se preguntan Elo y colaboradores por las causas de esto último y llegan a la conclusión que el fenómeno obedece fundamentalmente a muertes por sobredosis de drogas recreativas en el caso de los hombres, y a desórdenes mentales y nerviosos en el caso de las mujeres. La epidemia de obesidad que sufre la población norteamericana y el consumo de tabaco podrían estar también jugando un papel, aunque menor.

Si bien, como lo reconocen Elo y colaboradores, sus resultados proporcionan pistas acerca de las causas que están actuando en contra de la expectativa de vida de los norteamericanos blancos, sus conclusiones no pueden considerarse definitivas. Así, como frecuentemente sucede en el campo de la ciencia, tendrían que ser validadas -o desmentidas- por nuevos análisis. Por lo pronto, la posibilidad de que el consumo de drogas esté revirtiendo, en un país rico, una tendencia que se había mantenido por un siglo, es sin duda preocupante. Por decir lo menos.