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Dos revoluciones energéticas

Por Alfonso Lastras Martínez

Marzo 12, 2023 03:00 a.m.

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El 27 de agosto de 1859, Edwing Drake terminó la perforación de lo que sería el primer pozo de petróleo explotado comercialmente en los Estados Unidos, cerca del pueblo de Titusville en el estado de Pensilvania. Drake había sido enviado ahí, una zona en donde el petróleo brotaba a flor de tierra, por la compañía Seneca Oil Company para explorar el potencial de dicha zona para la producción de petróleo en gran escala. El éxito de Drake marcó el inicio de la expansión del uso del petróleo, inicialmente como combustible para lámparas de iluminación y después en las industrias eléctrica y de los automóviles.

En la actualidad, a un siglo y medio de la revolución en el campo de los energéticos iniciada por Edwing Drake, algunos especialistas en el tema apuntan a la posibilidad de que pudiera ocurrir una revolución similar, esta vez con el hidrógeno como protagonista. Como sabemos, el hidrógeno es un gas que puede ser usado como combustible en sustitución del petróleo y el gas natural,  con la ventaja de que la combustión del hidrógeno produce solamente agua y no contribuye a la emisión de gases de invernadero a la atmósfera. Así, la revolución energética que nos traería el hidrógeno contribuiría a mitigar el cambio climático que está experimentando el planeta.

El hidrógeno puede ser fabricado descomponiendo agua en hidrógeno y oxígeno empleando energía eléctrica. Si esta energía se obtiene a partir de una fuente limpia -por ejemplo, el Sol- al hidrógeno obtenido se denomina “verde”. Si, por el contrario, para producir la energía eléctrica necesaria para descomponer al agua se emplean combustibles fósiles, el hidrógeno obtenido se adjetiva con colores que pueden llegar hasta el negro, dependiendo del grado de contaminación atmosférica que genera su producción. 

Claramente, el hidrógeno verde es el que tendría un mayor impacto en la mitigación del cambio climático. El hidrógeno verde, sin embargo, es caro de fabricar y, de hecho, la producción mundial de hidrógeno se lleva a cabo casi en su totalidad empleando combustibles fósiles. 

Esto último podría ser superado si existieran depósitos naturales de hidrógeno de modo tal que no tuviéramos que fabricarlo sino solamente tomarlo de donde se encuentre, y en este sentido son relevantes las opiniones de Viacheslav Zgonnik de la compañía Natural Hydrogen Energy LLC expresadas en un artículo publicado en febrero de 2020 en la revista Earth-Science Reviews.

De acuerdo con Zgonnik, existen depósitos de hidrógeno natural en el subsuelo, al igual que existen depósitos de combustibles fósiles. Pero, si este es el caso ¿por qué han pasado desapercibidas hasta ahora? Después de todo, la tierra ha sido perforada en incontables ocasiones en busca de petróleo desde hace 150 años. Zgonnik nos ofrece algunas respuestas. Señala que el hidrógeno tiende a situarse en estratos geológicos diferentes a los estratos en los que se encuentra el petróleo. Además, siendo el hidrógeno el gas más ligero que existe se disipa rápidamente en la atmósfera al alcanzar la superficie dificultando su detección. Igualmente, por su pequeño tamaño, el hidrógeno se filtra a través de las rocas y es difícil confinarlo en una trampa geológica por tiempos largos.

Pero, sobre todo, Zgonnik sostiene que la invisibilidad del hidrógeno ha sido debida a prejuicios de los especialistas que no esperan encontrar hidrógeno y por tanto no lo buscan de manera explícita.

De un modo u otro, la presencia de hidrógeno ha sido confirmado en un yacimiento en Mali y con esto el hidrógeno natural ha cobrado interés en la comunidad científica que busca  evaluar su potencial para generar hidrógeno verde. En este sentido, una presentación de Geoffrey Ellis y Sarah Gelman del US Geological Survey en un congreso de The Geological Society of America el pasado mes de octubre concluye que el hidrógeno natural muy probablemente podrá cubrir cuando menos el 50 por ciento de la producción de hidrógeno verde en el año 2100. 

De confirmarse el potencial del hidrógeno natural para satisfacer nuestras necesidades de energía se contaría con un elemento para contrarrestar el cambio climático, 150 años después que una revolución energética contribuyó sensiblemente a dispararlo. Tendríamos así dos revoluciones energéticas, una contra la otra.