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Arranque

Por Miguel Ángel Hernández Calvillo

Abril 06, 2021 03:00 a.m.

Mónica Rangel y Xavier Nava son quienes mejor se posicionan con el arranque de las campañas para diputados locales y ayuntamientos en el conjunto del proceso electoral potosino, porque es el inicio del tiempo decisivo. En general, el primer mes de campaña rumbo a la gubernatura ha estado, más bien, ocupado en terminar de cerrar filas en torno a las distintas expresiones partidarias y sus abanderados a diversos cargos de elección, en un contexto de reacomodo interno de fuerzas. Se ha presentado como una suerte de tiempo sincrónico, como de ajuste necesario de los desencuentros que se suscitan en cualquier proyecto político, pero que, evidentemente, se magnifican allí donde las posibilidades de triunfo son mayores. Morena es el partido a vencer y, lógicamente, centro de interés de propios y extraños.

Con el arranque de todas las campañas, entonces, se pasa a un tiempo distinto, más diacrónico; esto es, un tiempo que, en sentido histórico, implica una sucesión de momentos que no se agotan de manera instantánea, sino que hasta conllevan una carga de emociones y recuerdos sobre hechos que trascienden épocas y prevalecen como principios de orientación para la acción política por venir (y para el porvenir de la acción política). Así, tiene sentido lo planteado por Alejandro Rojas Díaz-Durán en el evento de arranque de campaña de Nava, cuando evoca momentos históricos relevantes de las luchas políticas del pueblo potosino y que se han entreverado para quedar en la memoria colectiva, como la confluencia de navismo y lópez-obradorismo cuando han reivindicado la dignidad de los oprimidos.

El pueblo es una categoría que no es meramente abstracta o sustantiva, sino que refiere a un bloque social amplio que se actualiza, como sujeto colectivo para el cambio político, dentro de un largo proceso que va desde la crisis de dominación (de las viejas prácticas de un régimen caduco) hasta la construcción de un nuevo sistema, pasando por lo que se ha denominado como el “momento crítico” (que ya hemos abordado antes en este espacio), cuando se corre el riesgo de una regresión autoritaria si no se asume la necesidad de consolidar una transformación institucional democrática. El navismo y el obradorismo son claros ejemplos de procesos de irrupción histórica para cuestionar el viejo orden y cimentar la construcción de nuevas instituciones. 

En la coyuntura del proceso electoral, pues, no es algo menor lo que se juega con respecto del proceso trasformador que lleva adelante el presidente AMLO, pero la viabilidad de la 4T no puede reducirse a la persistencia desgastante de los desarreglos partidarios y menos si, además, se combina con  fuerzas políticas tenidas como aliadas de ocasión (o hasta camufladas) para sumar sufragios para fines ajenos a los del cambio verdadero. Con todo, Morena es el brazo partidario del proyecto transformador del presidente AMLO. Consolidar en el país el derrotero de la 4T y aterrizar en la entidad potosina los principios que mueven ese cambio (que está en construcción), es el reto mayor que se avizora rumbo a la jornada comicial del 6 de junio.  

     Así las cosas, el arranque de las campañas en los primeros minutos del pasado cuatro de abril, marca el inicio de una competencia local que no puede desligarse de la contienda en el plano nacional y que representa la posibilidad de empujar, por parte del pueblo con su participación amplia y consciente de la situación (como un todo que no admite separación), el avance de la cuarta transformación que, lógica e históricamente, recae en el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y en cuyo evento de arranque señalado se ha enfatizado se haga efectivo un principio que marca la diferencia con respecto a los adversarios del presidente AMLO: que el ejercicio delegado del poder público se cumpla con el mandar-obedeciendo, ni más ni menos.