¿Buena idea?
Ayer vivimos la jornada de elección de personas juzgadoras tanto del Poder Judicial de la Federación como del Poder Judicial del Estado, con poca afluencia de electores a las casillas, lo que será usado por todos los distintos intereses en juego a su favor.
Habrá quien dirá que la abstención deslegitima a la reforma judicial y es una muestra del sentir ciudadano que obligará al oficialismo a retroceder con esta aberrante reforma. Siempre resulta agradable encontrar gente cándida y optimista, que tiene tanta confianza en el gobierno que estima que actuará de manera razonable y por la buena.
Habrá quien diga que, en el caso de la ciudad de San Luis Potosí, la baja afluencia de votación se deberá al clima, dejando en el aire la aparente efectividad del llamado a la abstención; esto es, que se culpará a la lluvia que arrastrará en su caudal la supuesta resistencia pasiva (más bien connivencia) de quienes optaron por no votar, con supuestos argumentos que tranquilizan conciencias, aparentemente.
Porque una razón para no votar de manera consciente y suficiente es, simplemente, no tener ganas de hacerlo. Pero entonces no es necesario buscar pretextos: no da la gana, no se vota y ya.
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La cosa es que ya no votaron. ¿Fue una buena idea? Veamos.
La reforma judicial se aprobó por las dos terceras partes de las cámaras (senadores y diputados) del Congreso de la Unión más la mayor parte (muy mayor) de las legislaturas estatales. Dado que en México no hay un umbral mínimo de concurrencia de electores para declarar la nulidad de una elección, la abstención no deslegitima al proceso y menos aun a la propia reforma.
Para que pueda revertirse se requiere que se lleve a cabo otro proceso reformatorio, lo que se ve imposible con las actuales condiciones de mayorías calificadas ya referidas. Por tanto, será en todo caso cuando pudiera haber una posibilidad.
Para esto, se requeriría no solo que el oficialismo perdiera la mayoría sino que los opositores tuvieran las dos terceras partes de cada una de las Cámaras y la mayoría de los congresos estatales. Se ve difícil, siendo muy optimistas; imposible, siendo objetivos.
Hay que recordar que en dos mil veintisiete solo se elegirán diputados, pero no senadores, además de diputados locales. Por tanto, el mejor escenario para la próxima elección federal, el más perfecto para dar marcha atrás a la reforma judicial, es que los opositores a MORENA y sus aliados obtuvieran dos terceras partes de la Cámara Baja y la mayoría de las legislaturas estatales. Pero eso no permitiría aun reformar de nuevo la Constitución.
Por tanto sería hasta dos mil treinta en que, si acaso la oposición logrará conservar esas mayorías mencionadas y obtuviera además las dos terceras partes de la Cámara de Senadores.
En suma, si todo sale perfecto (no bien, perfecto) para los opositores, esta reforma judicial durará todavía cinco años forzosos, con los cargos de jueces, magistrados y ministros ocupados por quienes se vieron favorecidos por pocos votos y muchas abstenciones.
Por tanto, ¿fue buena idea abstenerse de votar? ¿No hubiera valido la pena que los esfuerzos para llamar a la abstención se hubieran centrado en focalizar candidatos específicos con valores deseados y deseables para que lograran importantes votaciones y lograran “colarse” entre los favoritos de los transformistas?
Esos Poderes Judiciales, para lo que optaron abstenerse para su autosatisfacción “moral”, eligiendo a la comodidad por sobre la resistencia activa, son los que decidirán la justicia. ¿No hubiera sido bueno que incluso los votos anulados de manera ostensible hubieran levantado la voz en vez de encerrarse en casa quizá por la lluvia?
Si creían que al no votar se descalificaba a la Constitución, ya veremos si en cinco años surte efectos su decisión, porque antes, ya está visto que no.
Para quienes sí votamos, creo que fue una buena idea salir en la última línea de combate contra la reforma judicial, dar la pelea incluso en la boleta.
@jchessal
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