Carta a los Magistrados del TRIFE
Señoras y Señores Magistrados de la Sala Superior del Tribunal Federal Electoral, desde este espacio de libertad en el corazón del hermoso San Luis de la Patria, bajo el amparo del artículo 6 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, me dirijo a Ustedes y asumo que comparten estas sencillas líneas millones de mexicanas y mexicanos. En los próximos días, a Ustedes les corresponderá tomar la histórica decisión que determinará el futuro de esta, y de varias generaciones de nuestro querido México. Todas y todos dignos juristas que integran el Tribunal erigido como Máximo Órgano Jurisdiccional en esta materia y por ende, último garante de la vida democrática de una Nación que, durante décadas padeció la inexistencia de Instituciones imparciales, independientes y autónomas. De la lectura de sus amplios currículos, se advierte que todos son profesionales del derecho, versados en la especialización del derecho electoral, que conocen a profundidad la historia del derecho mexicano, la teoría política, sabedores de los textos de exposición de motivos que le dieron vida a todas y cada una de las reformas constitucionales que permitieron no sólo la alternancia presidencial, sino el pluralismo representado en el Congreso de la Unión. Algunos de Ustedes son padres de niños y jóvenes a quienes estoy seguro les querrán heredar -como el que escribe- un México próspero, con certeza jurídica, donde se respeten las libertades y donde todas las voces aún las de las minorías sean no sólo escuchadas sino tomadas en cuenta. Por otra parte, no me aproximo ni un poco a imaginar las enormes presiones a las que están siendo sometidos todos los días desde el poder constituido y los poderes fácticos, justamente porque en un Estado Democrático y Constitucional de Derecho, como todavía es México, su voz, traducida en sentencia resonará por siglos y alcanzarán a escucharla los hijos de sus hijos, pues la voz de los valientes jamás se pierde, al igual que la del cobarde nunca se olvida; pues la de los primeros se inscribe en letras doradas en los espacios de libertad, como la de Belisario Domínguez y la de los traidores como Huerta es condenada por la vileza de sus actos al basurero de la historia. Como impartidores de justicia electoral, ruego a Ustedes recordar al insigne jurista Ulpiano: “Dar a cada quien lo que le corresponde”, no más, no menos. De modo que, como saben a sus escritorios llegará completo el expediente y su versión electrónica del debate que se dio al seno del Instituto Nacional Electoral, para la asignación de la representación proporcional tanto en Senadores como en Diputados, Ustedes saben que el debate se resume a dos hechos incontrovertibles: 1. Que hubo una decisión que mayoritariamente en las urnas benefició al partido y sus dos aliados del oficialismo, es un hecho es cierto e innegable, sí, les corresponde la mayoría, también, lo cual nos remite a la siguiente pregunta: ¿cuál mayoría? ¿calificada o simple? Lo que nos conduce al segundo hecho: 2. La razón de ser, de existir, el alma, la esencia de la representación proporcional, es que ninguna voz disidente a las mayorías quede sin ser considerada, pues ya lo dijo nuestro paisano Salomón H. Rangel, cuando se asumía como la voz que clamaba en el desierto, -y que razón tenía-, pues la representación plurinominal carece de todo sentido si se coloca en el privilegio a una sola expresión política como mayoría calificada, entiéndase que los años de lucha por la democracia en México fue precisamente impedir que ningún carrusel de carros completos arrollara a las minorías, surgiendo la proporcionalidad como un auténtico candado de seguridad, que impide precisamente tener legisladores que literalmente clamen en una Cámara convertida en desierto, donde las decisiones están ya tomadas por una aplanadora, eso en ninguna parte es Democracia. Ergo, señores Magistrados legitimar una mayoría calificada es ignorar a millones de mexicanos que tenemos el mismo derecho de ser no sólo escuchados sino tomados en cuenta en San Lázaro, a ninguna democracia sirven mayorías calificadas y, si esta elección hubiera sido al contrario, les juro que fijaría la misma postura, pues los frenos y contrapesos serán siempre necesarios para todos. Finalmente, les comparto que hice un ejercicio asumiéndome en el imaginario como Magistrado Electoral, y en mi sentencia dejaba intocada la resolución que coloca al oficialismo a sólo 3 senadores de la calificada, -en esa la cuenta es más exacta-, pero en atención a la fórmula de representación modifico la asignación de diputados federales dejándo a sólo 9 de alcanzar al oficialismo tan pretendida mayoría, -así sale la cuenta por número de votos-, me parece que el Tribunal no sólo haría lo justo, sino que cual buen Pilatos, -dicho en el mejor de los sentidos-, trasladaría la responsabilidad política, histórica, jurídica durante los próximos 3 tres años, a 12 doce legisladores de oposición, que podrían ser cualquiera y ninguno, dándole al Congreso de la Unión la posibilidad real de mantener el equilibrio, respetando el voto mayoritario pero también el pluralismo, pero sobre todo una auténtica vida parlamentaria, una de a de veras. Al margen. Externar públicamente el reconocimiento por la extraordinaria argumentación jurídica del Consejero Nacional del INE Dr. Martín Faz Mora, congruencia e integridad lo definen. Si se quiere sólidez de razones ahí estan todas las necesarias, y como dijera el clásico, a su alegato yo no le cambiaría ni una coma. Los sigo leyendo en el correo:
jorgeandres7826@hotmail.com.
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