De familia

Óscar G. Chávez

Durante el periodo comprendido entre 1876 y 1911, conocido en la historia de México como porfiriato, el estado de San Luis Potosí estuvo gobernado sucesivamente por Carlos Diez-Gutiérrez y López-Portillo (1844-1898), Pedro Diez Gutiérrez y López-Portillo (1845-1894), Blas Escontría y Ruiz de Bustamante (1848-1906), y José Mariano Espinosa y Cuevas (1861-1926).

El primero de los mencionados, Carlos, gobernó de 1877 a 1880 y de 1884 a 1898; el periodo de cuatro años de 1880 a 1884, en que ocupó el ministerio de Gobernación, fue sustituido por su hermano Pedro. Ambos eran hijos de Agustina López Portillo y Rafael Diez-Gutiérrez, y nietos por línea paterna de Juana Fernández-Barragán y Ortiz de Zárate y de Pedro Diez Gutiérrez

La dictadura progresista y pacífica de don Porfirio, tuvo en San Luis Potosí a Diez-Gutiérrez como su cónsul; nada o todo se movía en el estado si no era bajo su beneplácito. Las pocas ocasiones que tuvo necesidad de separarse de la gubernatura, encomendó su cuidado al licenciado Ignacio Barajas, secretario general de gobierno, y suegro del gobernador.

La única figura autorizada para remover del encargo a quienes consideraba que su desempeño ya no se adecuaba a los intereses y necesidades de la patria, era el propio general Díaz, o la muerte. Fue ésta la que atajó los pasos de don Carlos en agosto de 1898, falleció luego de una prolongada uremia, en su hacienda La Pila, nada distante de la capital potosina; cuatro años antes había fallecido su hermano Pedro. Fueron sepultados, pero no sabemos si descansaron en paz, en la cripta de la capilla de su familia, en el andador central del cementerio del Saucito.

El deceso del gobernador, obligó al Congreso a designar a un sustituto; la responsabilidad recayó en el ingeniero Blas Escontría y Ruiz de Bustamante, quien había tenido un brillante desempeño como ensayador de la Casa de Moneda, alcalde de la capital, director de algunas obras camineras y del Instituto Científico y Literario de San Luis Potosí.

Primo por línea materna de sus dos antecesores; su madre, Luisa Fernández Barragán y Ortiz de Zárate, fue prima hermana de la madre de los Diez-Gutiérrez.
Hombre probo y respetado en todos los estratos sociales, los diferentes sectores lo tuvieron en elevada estima; en 1905 fue llamado por el presidente Díaz para ocupar el ministerio de Fomento. Un año después falleció en la ciudad de México; fu sepultado el día seis de enero en el cementerio del Saucito.

Un año antes de la muerte de Escontría había llegado a la gubernatura el ingeniero José Mariano Espinosa y Cuevas, copropietario de la hacienda de Santa Rosa Angostura, prominente hombre de negocios vinculado a la aristocracia colonial; tuvo entre sus ancestros a los marqueses de Vivanco, de Salinas y Santa Fe Guardiola, a los condes de Santiago y de Peñasco; de no haber vivido en un sistema republicano le hubiera correspondido ser el sexto conde de esta última denominación.

No fue la muerte quien le arrebató el cargo sino la revolución maderista; hacia 1915 se trasladó a la ciudad de México, donde falleció –el ocho de noviembre de 1926– en su domicilio de Nápoles 64; fue sepultado en el panteón del Tepeyac.
Luego de la renuncia de Espinosa y Cuevas, el Congreso local nombró gobernador a José Encarnación Ipiña y de la Peña (1836-1913), terrateniente progresista, hombre de empresas, su generosidad fue manifiesta cuando contribuyó a costear la estancia de Juárez en la ciudad de San Luis Potosí; y al otorgar cierta cantidad –de su peculio– a los gavilleros dirigidos por Cándido Navarro, para que en medio del furor revolucionario no saquearan la ciudad.

Para continuar dentro de la tónica anterior, debo señalar que Ipiña y de la Peña, fue esposo de María Luisa Verástegui y Ruiz de Bustamante, prima hermana de Blas Escontría; en tanto que Adela Toranzo y de la Peña, su media hermana, era esposa de Luis Cuevas Morán, tío carnal del ex gobernador Espinosa y Cuevas.
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El endeble orden social emergido al furor de la revolución, entronizó fugazmente gobernadores de distintas facciones; fue hasta 1917 cuando una muy anhelada tranquilidad permitió la llegada a la gubernatura del general Juan Barragán Rodríguez, jefe del estado mayor de Venustiano Carranza.

Potosino al fin, sus vínculos familiares no eran escasos, para empezar era sobrino cuarto de los Diez-Gutiérrez y de Escontría; su abuelo se había desempeñado como diputado en 1857 y su padre se desempeñó como director del Instituto Científico y Literario, y gobernador interino.

Si bien su llegada a la gubernatura fue controversial, más controversial y cuestionado fue el sistema de extorsión que practicó sobre algunos hacendados y casatenientes urbanos, para ofrecer protección, entre los afectados destacaban algunos de sus parientes, como Mariano Arguinzoniz.

La misma revolución que permitió la llegada de Barragán al poder en San Luis Potosí, fue la que años más tarde permitió que Manuel Ávila Camacho fuera electo presidente de la República, gracias al apoyo de las instituciones y de lo que Gonzalo N. Santos llamó sus fuerzas vivas.

Poblano, ex revolucionario, militar –el último en ocupar el poder–, laico moderado, católico, conciliador; no pudo sacudirse a la figura de Maximino Ávila Camacho, su hermano, ex gobernador de Puebla, que se autoimpuso como secretario de Comunicaciones y se empecinó en sucederlo como presidente. Es el inefable Gonzalo Santos el que refiere en un pasaje de sus Memorias, luego de una reunión con Maximino:

Otro día me trasladé a la casa del presidente Ávila Camacho. Le conté toda mi entrevista con Maximino sin quitarle i ponerle nada, y don Manuel, muy preocupado y con los ojos llorosos, me dijo: “Compadre, yo convenceré a mi hermano de que no prosiga por el camino que está pensando, usted considere, compadre, después de semejante Revolución que hemos tenido, un presidente de la República entregándole el poder a un hermano; en México eso nunca se ha visto ni antes ni después de la Revolución”.

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Cierra esta semana en la que los potosinos nos escandalizamos por las candidaturas repartidas entre parientes; encomiendas de salvaguarda y sucesiones familiares en alcaldías. MORENA, PAN, PRI, PRD, PV, todos son lo mismo; lo que bien aprendimos durante el siglo XIX y el porfiriato, no logró desterrarlo la revolución, ni la renovación moral, ni el gobierno de alternancia, ni la enérgica persona del doctor Carreras.

No nos desgarremos las vestiduras fariseicamente, siempre hemos permitido que cargos y repartos queden en familias; lo que nos altera y lo que nos aterra es que el reparto lo haga un naco que no pertenece a la gran familia potosina.

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Dicen los que saben, y los que no, repiten: que hoy es sábado social; disfrútenlo pero no se excedan.