Defensa de grafitos

“Mi mujer es muy ardiente -les dijo don Cornulio a sus amigos-. Ni ella ni yo fumamos, y casi todos los días hallo cenizas en la cama”... Doña Macalota le contó a su esposo don Chinguetas: “Mi mamá va a vivir cerca de nosotros. Compró una casa que está a tiro de piedra de la nuestra”. Replicó don Chinguetas: “No me des ideas”... El novio de Glafira, hija de don Poseidón, fue a pedir la mano de la muchacha. El vejancón le advirtió al pretendiente: “Quiero que sepa, joven, que mi hija es mujer de muchos calzones”. “Qué raro -se extrañó el galán-. Yo solamente le conozco tres”... En la fiesta de hombres solos uno de ellos levantó su copa y dijo: “¡Brindemos por nuestras esposas y nuestras novias!”. “¡Sí! -exclamó otro-. ¡Y por que nunca lleguen a encontrarse!”... Mesalina se llamaba, y tenía en el pueblo fama de ligera. Cierto día fue a confesarse con el padre Arsilio y le dijo que se había acostado con casi toda la población masculina sexualmente activa de la localidad. El buen sacerdote se consternó. Pensó que el infierno aguardaba a la pecatriz. Le dijo con severo acento: “¿Sabes lo que te vas a ganar con esa vida de fornicación que llevas?”. “Nada, padre -respondió Mesalina-. Nunca cobro”... Sé bien que no es políticamente correcto decir mal de los grafitos y de quienes con ellos pintarrajean muros, monumentos y cuanta superficie tienen a su alcance. Si criticas la reprochable actividad de los llamados grafiteros te expones a ser calificado de fifí, pues la crema de la actual intelectualidad tiene en concepto de obras de arte a esos grafitos, y a sus autores los considera artistas. Por mi parte yo les echo pestes, pues he visto cómo manchan y afean con sus pintas hermosos edificios religiosos y civiles, antiguas casonas solariegas, escuelas y todo aquello en que pueden dejar su huella. Este día, sin embargo, haré la defensa de unos grafitos. Me refiero a los que pintaron en el pedestal del Ángel las mujeres que con explicable indignación salieron a las calles de la Ciudad de México a protestar por la ola de violencia de género que últimamente se ha desatado, traducida esa violencia en toda suerte de maltratos y crímenes contra personas del sexo femenino. Me uno a la demanda de los organismos civiles que han pedido que tales pintas no se borren sino hasta que hayan quedado debidamente registradas y documentadas para su estudio y atención. Habrá quienes reprueben la acción de pintarrajear ese pedestal y la califiquen de vandálica. Yo pienso que las manifestantes recurrieron a ella como medida extrema para hacerse oír. El Ángel de la Independencia es uno de los más bellos monumentos del país. Es obvio que los dichos grafitos habrán de desaparecer. Lo que no debe desaparecer es la constancia de esa protesta por los actos violentos que cada día se cometen en todo el país contra mujeres, actos que van creciendo en número y en intensidad y que casi siempre quedan sin castigo... En el campo nudista una linda chica le dijo a otra: “¡Odio a los hombres que te visten con la mirada!”... Doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, le preguntó a la criadita de la casa: “Dime, Famulina: ¿le eres fiel a tu marido?”. “Sí, señora -aseguró la mucama-. Y también al suyo”... Noche de bodas. El sabidor desposado le hizo a su mujercita una perfecta demostración de amor. Con singular pericia de consumado amante la llevó tres veces seguidas a la cumbre de la felicidad; le dio a conocer todos los deliquios y los éxtasis todos del placer. “¡Caray, Pitoncio! -profirió encantada la flamante esposa-. ¡Qué idea tan equivocada tiene de ti mi papá! ¡Dice que eres un bueno para nada!”. FIN.