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Ciudades bellas

Por Catón

Abril 06, 2023 03:00 a.m.

A

Se incendió el tractor de la granja, y la granjera llamó a la compañía de seguros. “Quiero el dinero que costó el tractor -pide-. Me hace falta para reparar el granero”. “Lo siento, señora -le dice el encargado-. El seguro no funciona de ese modo. Si su tractor se quemó nosotros no le damos a usted dinero. Lo que hacemos es entregarle otro tractor igual”. “Ya veo -responde la mujer-. En ese caso cancele inmediatamente el seguro de vida de mi esposo”… Babalucas subió al avión que iba a México y sin más ni más se sentó en la sección delantera, la exclusiva. Llega el pasajero que tenía el asiento y reclama su lugar. Contesta el tonto roque, desafiante: “Pagué por este viaje, y tengo derecho a sentarme donde me dé la gana”. Llama el pasajero a una azafata, le dice lo que estaba pasando y le pide que intervenga. La muchacha le solicita al badulaque su pase de abordar, y le indica que el asiento que ocupaba no era el suyo. Contesta Babalucas: “Pagué por este viaje, y tengo derecho a sentarme dónde me dé la gana”. La azafata se dirige a la cabina del capitán y le informa que tenía problemas con un pasajero. Va el hombre a hablar con Babalucas y éste dice otra vez: “Pagué por este viaje, y tengo derecho a sentarme donde me dé la gana”. Entonces el capitán se inclina sobre Babalucas y le dice algo al oído. Exclama el necio: “¿Y por qué no me dijeron eso antes?”. Y así diciendo deja libre el asiento y va a ocupar el suyo. La azafata, sorprendida, le pregunta al capitán: “¿Qué le dijo?”. Responde el capitán: “Le dije que sólo la sección trasera del avión va a México; que la parte delantera va a Guadalajara”... Hay ciudades mexicanas que han recobrado todo el encanto y hermosura que habían perdido. Algunas conocieron en el pasado los muchos daños que hacen la negligencia de malas autoridades, la indiferencia -también culpable- de la comunidad y el vandalismo de los violentos o los ignorantes. Pero surgió una nueva conciencia, y ahora lucen magníficamente sus bellezas. Cada ciudad de México tiene su especial encanto. No dejemos que se pierda por causa de la incuria o la barbarie. Cuidemos nuestras ciudades como cuidamos la casa en que vivimos, pues eso es la ciudad para los hombres: casa común donde transcurre la vida y donde el pan se gana... Una mujer se presentó ante el juez. Quería divorciarse de su marido. En 15 años de casados, dijo al juzgador, el hombre no le había dado más que sufrimientos. El juez le toma sus datos. Le pregunta: “¿Cuál es su edad, señora?”. Responde ella: “Tengo 35 años”.  El juzgador, dubitativo, le pidió su acta de nacimiento. Ella la muestra. La ve el funcionario y dice a la demandante en tono de reproche: “Señora, por lo que veo aquí tiene usted 50 años de vida, no 35”. “¡Por favor, su señoría! -protesta ella-. ¿A los 15 años que viví con este monstruo los llama usted vida?”... Iba un ventrílocuo en su automóvil por la carretera cuando se le descompuso el vehículo. Mientras esperaba ayuda entabló conversación con un mocetón campesino que estaba en la puerta de su jacal. “¿Qué haces aquí todos los días?” -le pregunta. “Aburrirme -responde el rural mancebo-. En el rancho no hay con quien platicar”. “¿Por qué no hablas con tus animalitos?” -le pregunta el ventrílocuo, que traía ánimo de broma. “Voy, voy -responde algo picado el muchacho-. Los animales no hablan”. “Claro que hablan -le dice el ventrílocuo-. Vas a ver”. Dirigiéndose a una gallinita le pregunta: “¿Qué hiciste anoche, gallinita?”. Luego, haciendo la voz de la gallina, responde: “Puse un huevito y me fui a dormir”. “Y tú, caballo, ¿qué hiciste?”. “Cené pastura y me dormí también”. “¿Y tú, marranito?”. “Yo estuve despierto toda la noche”. En eso lo interrumpe el mocetón muy alarmado. “A la chiva no le vaya a preguntar, señor -dice al ventrílocuo-. Es muy mentirosa”... FIN.