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Déjate llevar por la idea de que la lluvia se acerca

Por Martha Ocaña

Mayo 08, 2024 03:00 a.m.

A

Siente como la tormenta no tarda en aparecer ahí en donde termina la cuadra de tu casa y el sol parece rendirse ante la ardiente fatiga impuesta por él mismo

Cierra los ojos y percibe el olor a tierra mojada, a la humedad que se apodera de las corredores entre calles y edificios.

Sobre tu mirada, el coro difuso entre las nubes lanza truenos y luces que más atemorizar por su fuerza, invita a darles la bienvenida antes de correr a casa bajo techo.

Extraño el agua del cielo, la que no se vende en garrafones ni corre por ductos. El agua que se acumula en eso azul llamado cielo y que acompañaba las tardes de mayo de mi niñez. Una lluvia que por entonces se veía con menos aprecio desde la infancia que fue, quizá porque significaba el fin de una fiesta o de una tarde de alberca. 

Extraño el tiempo cuando las nubes se formaban sola, cuando se amontonaban sobre la casa o el colegio alborotando a todas las que buscábamos un pretexto para evitar los sermones escolares y las clases que pasaban en blanco.

Nos toca ver lo impensable: un Pátzcuaro sin lago, más de una presa seca y Cuitzeo sin rastro de humedad para no mencionar lo que pasa en cada estado y en cada municipio. Somos los protagonistas de un siglo que ha talado, contaminado y deshidratado costas, ambientes, cosechas y bosques. Vivimos en un mundo que hemos diseñado a base de destrucción ambiental y parece que aún no entendemos la magnitud.

Por ello, como único recurso se me ocurre empezar a visualizar la lluvia como una analogía de aquellas leyendas que contaban que los nativos americanos danzaban para atraerla. Lo cual lleva a pensar que en toda época la humanidad, de tanto en tanto, ha padecido la temporadas de secas, pero con la particularidad que entonces la demografía y la tecnología no tenían el alcance que hoy tienen. Hoy cualquiera tiene acceso a insecticidas, sierras eléctricas, o puede desviar cauces para dirigir el agua hacia otro propósito.

Todo lo anterior me hace pensar que somos una especie estúpidamente ignorantes al no  ser capaces de cuidar nuestra propia casa que es este planeta. Ojalá algo nos lleve a reflexionar y que haya un pensamiento que irrumpa en los intereses que nos han llevado a destruir el planeta como hoy lo hacemos. O a permitir que otros lo hagan. Me pregunto de qué sirve tanto desarrollo si no podemos preservar el instinto de conservación de lo que nos permite seguir vivos.

Así que hoy, sal a tu jardín, a tu calle, al camellón y recoge la basura que encuentres, luego baila y alza los brazos hasta que te crean loca y los contagies. Ya sé que no lo harás, pero es una historia divertida que podemos usar mientras esperamos que las cosas cambien sin que nosotros a su vez lo hagamos.