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Desde Iztapalapa, para el mundo

Por Yolanda Camacho Zapata

Mayo 14, 2024 03:00 a.m.

A

En la política estadounidense hay una frase que reza: “Toda política es local”. Este decir, asociado con el congresista Tip O’Neil , pretende recordar que por mucho que se tengan miras amplias, las elecciones recaen en un círculo más bien pequeño  y que es moldeado por la demanda por cubrir necesidades relativamente simples pero no por eso sencillas. Así, temas como agua, seguridad, empleo, se convierten en ejes  torales  que deben de contextualizarse de acuerdo a cada región en la que se esté haciendo campaña. No es lo mismo hablar, por ejemplo, de empleo en Tlaxcala, que en Nuevo León.  

Si ciertamente las campañas no dejan de ser eventos locales, entonces hay que preguntarse cuál es la manera de hacer proselitismo desde lo local, tomando en consideración que, a últimas fechas, las nuevas (que ya no son tan nuevas) tecnologías y el apoyo de redes sociales, se han vuelto instrumentos clave de la comunicación política. 

Veamos, hace unas décadas, las campañas eran ejercicios multitudinarios, con discursos acartonados, abstractos y largos, llenos de retórica y espacios comunes. Como les dice Valdez Zavala, campañas de tarima. Ahí, la competencia era tan diluida que muchas veces la campaña se convertía en un mero trámite, una especie de antesala necesaria antes de llegar a la silla añorada. Sin embargo, conforme la competencia entre partidos se hizo real, fue necesario comenzar a buscar nuevas formas para atraer al electorado. Se generaron de manera más formal, planes que incluyeran metas mucho menos al aire y mucho más concretas que trataran de desplazar a todas aquellas ambigüedades tarimeras. Entonces se generaron los planes de gobierno en caso de ganar y las promesas de campaña, que buscaban mostrar al electorado  aquello que resultaría en un beneficio directo para quien favoreciera la propuesta. Consecuentemente, se entró en una etapa donde lo importante era el proyecto y posteriormente esos famosos cien días en donde se evaluaba qué se había cumplido y que no. 

Sin embargo, un nuevo factor incidió en la búsqueda del voto: las redes sociales, que permitían relacionarse casi de manera instantánea con el electorado. Así, los planes fueron quedando un tanto en segundo plano, porque lo que conectó con la gente, fue el candidato o candidata, su historia, su manera de interrelacionarse, a dónde iba, cómo vivía, qué comía y no tanto a qué se iba a dedicar después de ganar y cómo lo iba a materializar. 

Entonces esta mutación arroja un modelo de hacer campaña distinto, pero también una nueva manera de evaluar, mucho más personalista, mucho más emocional, y también más incierta, porque puede existir un candidato popular en redes, con cientos de reacciones, pero que pierda la elección porque a lo mejor con quienes conecta en internet no necesariamente sean de su sección y ni siquiera puedan votar por él. Esa es la trampa de las redes, generar una falsa realidad que diste mucho de la frialdad de las urnas del barrio. Por ello, la política sigue siendo local, aunque tenga proyección mundial y quizá desde donde deberíamos de partir, parafraseando a los Ángeles Azules, es “Desde Iztapalapa, para el mundo”.