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Disimulo y arrogancia

Por Óscar G. Chávez

Agosto 12, 2023 03:00 a.m.

A

En repetidas ocasiones se ha señalado, porque es cosa vista, oída y confirmada, que el gobernador de San Luis Potosí habla más rápido de lo que piensa (mencionar el verbo razonar, por acción y capacidad puede resultar complicado), abundan las muestras de ello. Dentro de esta dinámica en el manejo de sus muy limitados recursos verbales, destacan sus constantes tropiezos lingüísticos, el uso abusivo de vulgaridades (tampoco se le da hablar de otra manera) contra quien considere el adversario del momento y la absurda e inexplicable incapacidad de percibir que muchas de sus declaraciones son filosos o grotescos dardos dirigidos contra su propia persona. 

Escupir para arriba o dispararse en el pie resulta ser uno de los resultados más recurrentes de las prácticas discursivas de Ricardo Gallardo; queda claro que si tuviera noción de lo que dice o una adecuada asesoría, posiblemente logaría desterrar estos vicios. Aunque es posible que dada la cada vez más notoria falta de memoria de los potosinos, tampoco sea necesario.

La lista de dichos que se revierten es larga, y a estas alturas resulta tediosa una lista que enumere detalladamente sus disparates que seguro irán en incremento, pero para muestra basta recurrir a algo de lo dicho en estos días. 

Por ejemplo, a inicios de esta semana al preguntársele sobre los recursos erogados para realizar la Fenapo, respondió: “no tengo el dato completo, todavía no se acaba, apenas está empezando”, hay aparente lógica en ello, sin embargo resulta absurdo que un gobernador tan autoritario y controlador con los recursos (especialmente esto último)  no sepa ni siquiera las cantidades aproximadas que se han desembolsado hasta el momento. Al parecer tampoco sabe, todavía, el recurso dispuesto para el mismo fin en 2022. 

Es curioso, un año después tampoco tenemos la cantidad exacta de lo que se gastó para el mismo evento en 2022, tampoco lo que ingresó y menos de la auditoría realizada. Recordemos todas las objeciones y candados puestos al personal de la Contraloría que inicialmente se ocuparía de auditarla y cómo fueron retirados luego de señalar que un despacho privado (a modo) se ocuparía de cumplir las mismas funciones. Resulta sospechoso que siendo una instancia pública la obligada a ejecutarla y darla a conocer se optara por contratar a una externa de la que todavía se desconocen resultados; no es infundado suponer que quizá ese despacho sea otra de las muy diversas empresas creadas específicamente para satisfacer la gran demanda de infraestructura requerida por la Fenapo.

Algo hay que los periodistas de investigación siguen sin descubrir en torno a la gratuidad de la Feria más allá de la generosidad y el populismo. Aunque se adecúa a la Feria, bien podría aplicarse a toda la administración pública de Gallardo, lo consignado por Tácito en el Libro XIII de los Annales: “Pensó Nerón en suprimir los impuestos y ofrecer a los ciudadanos el más hermoso obsequio. Pero, aunque se alabó su generosidad, frenaron este impulso los senadores, advirtiéndole que su gobierno sería insostenible sin el dinero que necesitaba el Estado.” Aquí nadie; ni un inútil patronato de títeres, ni unos cobardes e inoperantes diputados. 

En parte es el precio de votar por las apariencias falsas, tantas que hasta el gobernador las señala: “Sus caras como si estuvieran bien guapas o bien guapos y ni se bañan, nada más se peinan pa’ la lona, les hacen el fotochop, son morenitos como yo y se ponen güeros, son chinos y se ponen lacios y hasta los labios se ponen rojitos […] la bronca es cuando llegan al mitin que nadie los conoce; llegan, se paran y dicen: ¿quién es ese?, pos es el candidato, ¡cómo!, ni se parece, vean la lona, está bien guapo o bien guapa, abusan del fotochop”. ¿Eso también se lo diría a Claudia la corcholata?; ¿será que ya olvidó los anuncios de su aliada Sonia o las propias donde le aclararon y le siguen aclarando bastante el tono capilar?, será que no se percata que también se pueden aplicar a los que se hermosean mediante cirugías plásticas.

De nuevo el autor, otra vez la obra: “Audaz, encubridor de su verdadero carácter, estaba siempre dispuesto a acusar a los otros. Se concitaban en él el disimulo y la arrogancia: públicamente mostraba una estudiada humildad, pero en su interior tenía la ambición desenfrenada de conseguirlo todo”.