Domingo rosa
Salimos muchos y nos hacicieron falta más, pero no dudo que los que llenamos la plaza de Fundadores, y cien plazas más somos una muestra de la intención de un voto que se pinta de rosa y tiene cara de mujer.
No dudo tampoco que en mis muchos años que tengo, este momento, quizá sea el parteaguas de la era moderna más importante que hemos vivido los que nacimos en el siglo pasado; un siglo que nos abrió la puerta como país y como individuos. Estas generaciones fuimos la continuación y testigos de todo aquello que permitió lo que hemos dejado de llamar globalización pero que con ese nombre anunciaba la interconexión de las naciones para mejorar los intercambios ecónomicos, sociales y culturales.
Gracias a todo lo que se desarrolló en esas diez décadas, abrimos el siglo 21 con una esperanza diferente que de a poco se ha visto mermada con las decisiones de gobernantes con mentalidad totalitaria y autoritaria. Gobernantes que no desean el bien común más de que sus allegados y familiares pero no de los pueblos, ciudadanos y humanos que formamos las sociedades en cada municipio, estado del país en el que vivimos, trabajamos y soñamos.
Hoy, pese a todo el empeño de un siglo y más para formar instituciones que nos han dado garantías, seguridad y respeto, estamos experimentado su deterioro, su involución y su vuelta al pasado. No cabe duda que los que no queremos la destrucción del estado de derecho, somos minorías que se etiquetan gracias al despotismo del presidente como “blancos, oligarquía, fifís” pero ¡nunca pueblo!. Esa parte quisiera encararla y preguntarle al que nos ha puesto estos motes ¿quién es el pueblo? ¿es una raza? ¿Es un color? ¿es ser analfabeto? ¿es aspirar a no ir a la universidad, a no viajar, a no aprender otros idiomas, a no tener 3 o 10 pares de zapatos? ¿quién es el pueblo? Cuál es la cuota de admisión para entrar a ese club en el que parece que se circunscribe a los que viven en casas con piso de tierra, a los obreros, pero nunca a los profesionistas ni de escuelas públicas ni escuelas privadas
Habrá que recordarle que cada uno de nosotros -con o sin acta de nacimiento - pero nacidos en este país, o nacionalizados somos parte de ese pueblo al que usted se refiere como una élite rencorosa y ávida de venganza. Un pueblo que usted busca confrontar para crear un clima que nos atemorice y corramos a sus faldas a buscar protección a través de las limosnas en cochinitos, mientras usted se hace de los fideicomisos, paraestatales, presupuestos de sus obras patito y demás ocurrencias que declama en cada mañana frente a un auditorio cada vez más ausente y menos pendiente de sus propuestas tan inverosímiles como inútiles. Veáse el o los aeropuertos, la aerolínea, el tren con su conseuente devastación y daño permanente al subsuelo y las especies que habitan a lo largo de todo el tramo de vías.
No es inútil repetir todo esto aunque estamos conscientes que hay una gran mayoría que le cree quizá por ingenuo, por idealismo natural o porque el beneficio individual es inmensamente desproporcional al beneficio colectivo.
Si usted sigue destruyendo México, no sé quién lo va a seguir manteniendo como se le ha mantenido desde que inició su perenne camino a la presidencia hace ya casi tres décadas. A usted le pasó algo que lo dejó enclochado en otra era, en un sueño nada guajiro pero sí muy latinoamericano, que lo anima a emular a estos Fideles, Evos y Chávismos, que lo único que han hecho por la gente es hacerlos más pobres, más dependientes, menos críticos, con menor posibilidad de acceso a la educación y por lo tanto a detener la movilidad social y económica que tanto presumió que iba a cambiar.
Este domingo muchos le decimos que ya no queremos esto, que queremos que la gente que tiene menos tenga más, pero de manera honrada; que no queremos comprar limones o carne que tengan el impuesto “impuesto” por quienes cobran derecho de piso por cultivar y transportar. No queremos que los migrantes sean secuestrados, que viajen en la bestia, que las mujeres sean violadas o que pierdan brazos y piernas al intentar llegar hasta la frontera mienstras usted vendió México como tercer País Seguro ¿ya se le olvidó? No queremos seguir contaminando con energías sucias, queremos que los jóvenes accedan a una vida que los prepare y los lance a explotar sus potenciales técnicos, artísticos o filosóficos. Queremos que los niños salgan sin que sus padres teman que alguien los rapte, los dañe o los trafique. Queremos tener la opirtunidad de abrir negocios sin miedo a la delincuencia que los visita para saquear sus cajas registradoras.
Usted prometió un país muy diferente al que vemos el día de hoy. Hoy tenemos menos certezas, tenemos menos seguridad, menos ingreso, más violencia y más corrupción con un ingrediente muy importante que se llama resentimiento; un resentimiento que usted ha exponenciado quizá porque nunca fue ni alumno distinguido o más o menos bueno, y menos bueno para los negocios. Usted se diplomó en el arte de engañar a través de una demagogia muy bien implementada que recuerda a los encantadores de serpientes.
Los que marchamos el domingo le decimos que haremos lo que esté en nuestras manos para evitar que deje usted el país en ruinas y para evitar que se pierdan en su seudo transformación otras siete o diez generaciones. Reconozco que nos ha transformado pero no para bien y no en el buen sentido de la palabra. Pero creo que las manifestaciones de este domingo le dejan claro, que esta parte del pueblo que también es pueblo, que no será fácil que llegue su sucesora a continuar con la devastación de un país tan rico como este suelo mexicano. Seguiremos llenando las plazas para que no le quede duda.



